“Sólo con educación gratuita no resolvemos las desigualdades en Chile:” Entrevista a Marjorie Cuello Araya

Entrevista a Marjorie Cuello Araya, de la Federación de Estudiantes de de la Universidad de Valparaíso (FEUV).

Es de las pocas mujeres que ocupan actualmente un cargo en la mesa ejecutiva de la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH). Mayo, como le dicen sus amigos, es Secretaria General de la FEUV y es tesista de Historia. ¿Será consciente de que, cuando se escriba la historia del presente  chileno, ella misma será una fuente indispensable? Es una voz suficientemente representativa como para comprender el pensamiento de una nueva camada del movimiento estudiantil que no se siente identificada con los partidos de izquierda con representación parlamentaria. Es parte de una generación que rompió con el miedo de la dictadura, que se sintió defraudada por la Concertación cuando estaba en el secundario y que en la marcha del último 28 agosto confirmó que el reclamo por la educación gratuita, que sacudió Chile el año pasado, aún goza de buena salud.

Admira y respeta a Camila Vallejo, otra cara femenina conocida mundialmente por presidir la Federación de Estudiantes de Chile en el 2011, pero es muy crítica con el Partido Comunista. Reivindica la figura de Salvador Allende pero sostiene que el Partido Socialista actual reproduce el modelo neoliberal ¿En dónde deposita su inconformismo? En un espacio de organización política llamado Unión Nacional Estudiantil (UNE) que nació en 2011 como un conjunto de colectivos locales apremiados por la necesidad de coordinar políticas nacionales con otros sectores. Esta corriente, de peso propio en la CONFECH, propone diferenciarse de las agrupaciones que se presentan como organizaciones de vanguardia porque busca construir desde las bases y no incluye expresiones de vinculación partidaria. “No porque nosotros rechacemos los partidos políticos a priori, sino porque hoy día los partidos políticos de nuestro país tienen una práctica que se traslada generacionalmente que creemos que no es la forma de hacer política”. Desde este espacio, articula con otros universitarios, secundarios y trabajadores que llamaron a  la Marcha Nacional del 28 de agosto, logrando convocar a más de doscientas mil personas en un reclamo por educación gratuita que se escuchó en diferentes ciudades de Chile.

Este diálogo tuvo lugar durante un encuentro latinoamericano de educación, realizado en Argentina días antes de la conmemoración del golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet. En las conversaciones con estudiantes chilenos, de distintas regiones, el tema de los desmanes que suelen ocurrir al final de las manifestaciones y que son repetidos infinitamente por los medios de comunicación era mencionado como un problema común. Días después y con motivo de la muerte del cabo Cristian Martínez Padilla, que fue baleado cuando trataba de detener el saqueo a un supermercado durante la medianoche del 11 de setiembre, @marjoriecuello retuiteó una frase de @Carla_Amtmann: asesinato a carabinero hoy sólo ayuda a los poderosos. Sataniza el movimiento y resta apoyo a demandas populares justas. En esta entrevista puede observarse que, sin estar pensando en una situación tan trágica, Mayo ya advertía que los desmanes afectan la protesta y describía el contexto de violencia en el que se desarrollan.

-¿Quería saber, en primer lugar, qué balance hacen del acto masivo que hubo el 28 de agosto?

-Para nosotros la movilización de ese día fue un éxito. Principalmente porque no hubo muchos desmanes. El gobierno solía atacarnos por lo que pasa al final de las marchas, que en el fondo nosotros tampoco lo podemos controlar mucho. Son nuestros compañeros y no los vamos a estar entregando ni acusando a las autoridades. La otra cosa es que fue una marcha multitudinaria, para nosotros representó que el movimiento estudiantil sigue más vivo que nunca. Algo con lo que nos ha atacado mucho el gobierno es que la educación ya no es tema, que  el movimiento estudiantil está muriendo. Creo que la movilización del 28 de agosto es un ejemplo de que eso no es así. Nosotros estamos muy contentos. La mayoría de las regiones superaron nuestro máximo del año y fue muy bueno, sin grandes situaciones complicadas. Todo bien.

-Por lo que decís parece que el tema de los desmanes es una crítica que de alguna manera repercute en la población y reduce la participación.

-Se nos critica por la forma de la movilización. También porque con las marchas se detiene un poco el tránsito, hay una cuestión con el comercio… Pero de todas formas hay gente que todavía sale a marchar con nosotros. Hay familias que salen a marchar. Pero claro, está el hecho de los desmanes que ocurren a los finales de la marcha. Durante el año pasado se descubrieron muchos casos, por ejemplo, de policías infiltrados en los grupos. Entonces, también es un hecho provocado. Nos atacan constantemente con estos temas.

-Me llama la atención, porque Chile es un país muy movilizado, incluso en la dictadura la gente nunca estuvo quieta.

-Claro, es parte de nuestra herencia. Todos los de esta generación somos hijos o nietos de personas que vivieron la dictadura. Pero nosotros no pasamos por ella directamente. Entonces hay un miedo que no se tiene y en eso también la movilización tiende a ser un poco más radical también. Hay menos miedo, hay menos temor.

-Es como una marca generacional de ustedes.

-Sí, pero también por el descontento acumulado durante tantos años que viene con una escalada de movilizaciones que terminan en este tipo de cosas. En el año pasado también había este tipo de incidentes pero la masividad de nuestras marchas le quitaba un poco la relevancia.

-¿Vos en qué año naciste? ¿Me podés dar algunos datos del contexto de ese año?

-Yo nací en el ’87, un año antes del plebiscito por el  Sí y el No. Fue el año en que viajó el Papa a Chile. En el país estaba ya casi preparado el tema de la salida pactada de la dictadura. Ya había abiertamente grupos políticos de todas las tendencias, había combates callejeros, había  grupos clandestinos, pero la situación iba decantando. Nosotros tenemos compañeros que han nacido en el ´90 y que igual sienten un poco el peso de haber nacido en esos años.

-¿Tus padres militaban en algún partido político?

-No. Nunca nadie militó en mi familia. Mi abuelo, por ejemplo, es marino y de las fuerzas armadas, entonces tiene una visión de la historia. Y el resto de mi familia, que es un poco más de izquierda, tiene otra visión. Antes la política no era un tema muy recurrente en mi familia. Ahora sí porque, en el fondo, la discusión ya está en todos lados y sobre todo después del año pasado. Y yo personalmente me organizo y milito en una organización desde el año 2008. Era Estudiantes Movilizados, un colectivo local de la universidad que luego se transformó en la Unión Nacional Estudiantil a nivel nacional.

-¿Cómo es el debate que se está dando en la mesa familiar de la sociedad chilena a partir de la lucha de los estudiantes?

-Yo creo que por lo menos hasta antes del 2006 la política y todos los temas políticos eran tabú en nuestras familias. No se hablaba de política porque hablar de política o vincularse con una opción política tenía repercusiones negativas. La dictadura fue bastante brutal y sirvió para despolitizar, o sea, dar la idea de que la política es mala. Se decía que si estabas metido en algo te iban a venir a buscar, te iban a desaparecer y un montón de cosas más. Nuestros padres y nuestros abuelos tuvieron miedo durante muchos años en la dictadura y cuando la democracia volvió había que cuidarla, por lo tanto había temas que no se conversaban. En eso Chile todavía es un país conservador. No se hablaba mucho de política y menos de que los jóvenes se metieran en política porque nosotros somos una de las generaciones más despolitizadas. Pero después, en el 2006 sucedió la Revolución Pingüina. Con la movilización de los secundarios el tema se puso en el tapete porque chicos de 16, 17 o 18 años se pusieron a conversar los temas del país, cuestionando una ley constitucional y despertando conciencia entre la gente. Esta politización también se incrementó el año pasado.

-¿Podrías explicar qué fue la Revolución Pingüina?

-Comenzó cuando los chicos de los secundarios, en un reclamo que subsiste hasta el día de hoy, comenzaron a movilizarse por cuestiones muy concretas. En torno, por ejemplo, a la Jornada Escolar Completa [La Jornada Escolar Completa es un programa de reforma del sistema educativo chileno que se caracteriza por extender el horario de permanencia de los alumnos en los establecimientos educativos.] porque estaba mal distribuida y no había profesores para poder llenarla. Esto no les permitía aprender bien y además los colegios no estaban preparados en infraestructura para cumplir con los requerimientos básicos. Los edificios se empezaron a tomar porque en invierno se llovían y no podían tener clase. Así empezó toda una demanda por cuestiones locales y de infraestructura. Esto derivó en que los chicos hicieran un análisis sobre la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) que era la que definía cómo se administraban los colegios, qué tipo de currícula, etcétera. El sentido de la educación no daba abasto para lo que ellos necesitaban y ahí se organizó una movilización muy fuerte. Hubo más de mil quinientos colegios en toma a lo largo de todo Chile y las manifestaciones eran multitudinarias. Nosotros, los universitarios, nos sumamos en apoyo a los secundarios en ese año pero todo terminó en un acuerdo entre la Concertación y la derecha para reformar la LOCE, que debía ser derogada. Pero se creó la Ley General de Educación que en el fondo es lo mismo. Cambió todo para no cambiar nada y los chicos siguen precarizados. Desde el 2006 al 2011 surgió todo el cuestionamiento sobre quién administra las escuelas. Porque actualmente las escuelas estatales son administradas por los municipios  y los secundarios dicen No, tiene que administrarlas el Estado desde el Ministerio de Educación porque tiene que hacerse cargo de sus instituciones. Hoy día, en la educación secundaria chilena la mayoría de la matrícula está en las escuelas privadas. De hecho, el Estado entrega beneficios como becas, subsidios y subvenciones a los colegios para que los alumnos dejen de ir a la escuela municipal y vayan a la privada, a las subvencionadas. Y este es el tema, porque antes de la dictadura estaban los dos sistemas de educación, el estatal y el privado. Pero la preocupación del Estado era el sistema público y el privado tenía que vérselas sólo. Después, cuando con la dictadura empezó a aplicarse el modelo neoliberal, el Estado repartió fuerzas sobre los privados y los estatales con una promesa sobre la igualdad de oportunidades y lo único que hizo fue precarizar a los estatales. Les quitó recursos y se los dio a los privados, que como ya tienen, entonces empiezan a lucrar y hacen un montón de malos negocios con la educación. Esto mismo pasa en la escuela y en la universidad.

-¿Por eso ustedes sostienen que ese sistema educativo es injusto?

-Claro, es injusto porque nosotros creemos que la principal preocupación del Estado tiene cuatro pilares que son educación, salud, vivienda y trabajo. En esos cuatro pilares hoy día hay lucro. Los privados tienen preponderancia. El Estado se preocupa de resguardar al privado y de subsidiarlo. No hay preocupación por el aparato estatal, donde residen las responsabilidades que el Estado debería tener con el pueblo.

-¿Cómo afecta ese lucro en la situación cotidiana de la gente?

-Mira, por ejemplo, en la previsión, se trata de las administradoras de fondos de pensión (AFP), donde todos los meses te descuentan un cierto porcentaje de plata para que cuando te jubiles puedas tener una jubilación digna. Tú tienes la plata que se la entregas a la AFP, ellos la invierten en negocios, en la bolsa, entonces hay distintos fondos. Y resulta que después de un año te dicen Mira, tú invertiste un millón de pesos chilenos, nosotros lo reinvertimos y perdiste cien mil. Entonces ahora para tu previsión tienes novecientos mil en vez de un millón de pesos por las cuestiones del mercado nomás. Ése es el lucro. El sistema de fondos previsional  también se instaló con la dictadura. El beneficio que sería para ti y para tu vejez lo usan otros, lo invierten y además lo pierden pero tú te arriesgaste a estar en este fondo que perdió, entonces mala pata. En el caso de la educación, se ve principalmente en las universidades privadas. Por ejemplo, cada estudiante tiene que invertir trescientos mil pesos (seiscientos cuarenta dólares) para poder estudiar en las mejores condiciones. Entonces, yo pago eso todos los meses y la universidad dice Bueno yo tengo que pagar sueldos, tengo que pagar publicidad y lo que me sobra no lo reinvierto en el estudiante. Podría generar una beca, podría generar un montón de cosas pero se va por el bolsillo que es del dueño de la universidad. Se hace al margen de la ley porque la ley en Chile dice que las universidades no lucran. No deben lucrar, pero se crean estas sociedades espejo como, por ejemplo, cuando el mismo fundador de la universidad es el dueño de la inmobiliaria. Esa inmobiliaria le arrienda la infraestructura a la universidad, entonces por ahí sale toda la plata y termina siempre en las manos del mismo dueño.

-¿Este movimiento estudiantil viene articulando con otros sectores para conseguir este cambio no solamente en la educación sino también en las otras condiciones de lucro sobre el resto de la vida cotidiana de los chilenos?

-Algo de lo que nos dimos cuenta el año pasado y que al gobierno le dolió bastante es que nosotros cuestionamos el endeudamiento que no ocurre sólo en la educación. O sea, hoy en día con las tarjetas de crédito las familias viven con plata que no tienen. Porque uno se endeuda ahora incluso para alimentarse. Hay tarjetas de crédito en los supermercados, para vestirse, para todo. En Santiago, con la tarjeta Bip! uno puede pagar el autobús y el metro con tarjeta de crédito. El endeudamiento, para nosotros, es la médula del sistema neoliberal. Entonces, nos propusimos atacar el endeudamiento y el lucro, que es parte de lo mismo y que no pasa sólo por la educación sino que pasa también por la salud,  por el sistema previsional y por las viviendas a través de los créditos hipotecarios. Es algo tan abarcativo que dijimos O.K., educación gratuita, pública, intercultural, de calidad, de excelencia, todo lo que nosotros queramos pero sólo con educación gratuita no resolvemos las desigualdades en Chile. Porque podemos tener educación gratuita en el ámbito universitario pero nuestros padres siguen endeudados con otras cosas. O sea, solucionar la educación no soluciona todo. Y en eso nos estamos relacionando con otros sectores, productivos sobre todo. Por eso coordinamos con los trabajadores del cobre, que para nosotros es un sector estratégico, y con los portuarios que forman parte del sistema de extracción.

-En las últimas marchas han surgido denuncias por abusos policiales, incluyendo agresión sexual contra estudiantes.

-Sí, en Rancagua hubo una situación particular. En la marcha anterior, desalojaron un liceo que estaba tomado y a las chicas, detenidas en la comisaría, las hicieron desnudarse los carabineros, no carabineras, con la excusa de que podrían portar algún tipo de arma entre medio de sus ropas. Para nosotros esta es, abiertamente, una práctica de la dictadura. Todos los abusos que comete la policía en Chile son prácticas de la dictadura que están avaladas, también, por el Ministerio del Interior. Ahora hay una iniciativa en trámite, la llamada “Ley Hinzpeter” o de Resguardo del Orden Público, donde por ejemplo, las personas que convocan a una movilización, si esta termina en desmanes, pueden terminar en la cárcel. Estamos tratando de detener la aprobación de esta ley que en el fondo es institucionalizar la represión.

-Como agresiones policiales  también han denunciado golpizas.

-Es así. Hay chicos que cuando van a constatar lesiones al hospital se encuentran con influencia y tráficos de poder a todo nivel. Por ejemplo, un alumno de mi carrera, en la marcha del 28 de agosto tenía todo aquí morado (tocándose la cara), acá también (tocándose el brazo). En la constatación de lesiones dice “rasguños.”

Entrevista realizada por Lucas Palero.