Caravana de las madres centroamericanas: Entre migración, desplazamiento y crisis de refugiados

 

 

Ninguna madre quiere encontrar su hijo muerto pero aún así mejor que no saber nada, para no seguir con esta angustia, una agonía en vida, habiendo tantas preguntas y caemos en depresión, y se dice que somos muy payasos pero nosotras aparentamos lo que no somos, porque por dentro nos estamos muriendo.” – Iris Adelina Martínez, Honduras


La XI caravana de madres centroamericanas en busca de sus hijos desaparecidos, salió el 30 de noviembre de Tenosique, Tabasco, y se acabó el pasado 18 de diciembre, Día Internacional del Migrante, en Tapachula, Chiapas. Por onceava vez treinta y ocho madres y dos padres, procedentes de Honduras, Nicaragua, Guatemala y El salvador, han recorrido las calles, plazas, vías, cárceles y albergues de México, mostrando las inseparables fotos que llevan pegadas a su pecho y repitiendo incansablemente la misma pregunta: “¿lo has visto?”


Este año los trabajos estuvieron marcados por el desplazamiento forzado generado por la violencia criminal y estructural, un “daño colateral” de la militarizada guerra contra el crimen organizado que en México empezó oficialmente en el 2006 de Calderón, mientras en Centroamérica tiene años desplegándose en toda su virulencia a través de las maras. Una violencia que por un lado ha obligado a los organizadores a reducir el recorrido de la caravana y, por el otro, ha fortalecido el puente de solidaridad entre México y Centroamérica, confirmando que los proyectos de vida siguen siendo más fuertes que los de muerte. Marta Sánchez, fundadora del Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), describiendo las características de la nueva ola migratoria que de Centroamérica se dirige a Estados Unidos, explica la decisión de enfocarse en esta problemática.


En los años pasados, entrevistando a los migrantes, resultaba que la mayoría salía de su país en busca de una vida mejor, de una oportunidad de trabajo, de la realización de este mítico sueño americano. En 2014 la causa principal del desplazamiento cambió y se volvió la violencia. Violencia física, mental, estructural. Violencia de los gobiernos centroamericanos hacia su población y de los gobiernos extranjeros hacia los centroamericanos. La gente huye de condiciones de vida inaguantables: ya no son migrantes, ahora son refugiados. Antes de 2013, por ejemplo, encontrar un migrante hondureño garífuna era muy raro, sus playas hermosas abastecían de pescado todas las comunidades, los pequeños cultivos para la economía de subsistencia daban a las familias lo que necesitaba para vivir dignamente, existía la pobreza pero la miseria no. Ahora se encuentran familias garífunas enteras que emigran, porque a causa de los megaproyectos mineros o turísticos ya no tienen ni siquiera tierra o playa, y la opción de mudarse a un centro urbano no es viable por la guerra entre las maras. Y Honduras es un ejemplo, pero todo Centroamérica es igual.


Las agencias internacionales lo confirman: según el Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de 2012 a 2013 las solicitudes de asilo por parte de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos pasaron de 3.735 a 15.700 y, en 2015, el Consejo Noruego para los Refugiados registró 566.700 desplazados en el así llamado Triangulo Norte, el 12 por ciento más del año precedente. Para todos, la causa coincide: violencia, relacionada al tráfico de drogas y actividades de pandillas, pero también a la extracción lícita e ilícita de recursos, a la tala de árboles, a los cultivos de coca, adormidera, marihuana y a las plantaciones a gran escala de palma para biocarburante y aceite. La abertura de una oficina territorial de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en la ciudad fronteriza de Tenosique, indica que la problemática de los migrantes-desplazados-refugiados que cruzan México empieza a tomar relevancia internacional. Sin embargo, Fray Tomás González, fundador de la casa del migrante “La 72”, igualmente ubicada en Tenosique, sigue denunciando la indiferencia de las autoridades frente a los atropellos vividos por los migrantes, entre los cuales se destacan los más de veinte casos de violencia sexual hacía mujeres centroamericanas migrantes ocurridos sólo en el pasado mes de noviembre. La realidad de la Tenosique vivida por Fray Tomás y los migrantes de La 72 confirma las palabras del MMM cuando denuncia que “mientras la retórica oficial se ocupa de la defensa de los derechos humanos, la práctica en campo opera a la inversa”.


Principal responsable de la dicotomía entre discurso oficial y comportamiento real de las autoridades es el Plan Frontera Sur, la iniciativa lanzada por el gobierno Peña Nieto en el julio de 2013 bajo presión de Estados Unidos y constantemente implementada durante estos últimos dos años. En palabras del MMM “México es el brazo ejecutor de la política migratoria del país vecino, y son las personas que huyen de la violencia extrema en sus países las que tropiezan con un México que les ofrece un catálogo completo de horrores en su tránsito por el país”. El MMM habla de un 52.2 por ciento de las detenciones efectuadas en territorio mexicano contra un 29.5 en territorio estadounidense, así que las políticas oficiales y la actitud de las autoridades mexicanas y de Centroamérica se reafirman entre los peores enemigos para los migrantes en tránsito.

“Armarse los unos contra los otros”.


Doña Adelina es de San Pedro Sula, Honduras. Es maestra a nivel secundario en una escuela de 5 mil alumnos, trabaja todos los días en el primero de los tres turnos diarios, los fines de semana da seguimiento a un proyecto de educación a distancia y es promotora de algunas iniciativas para la juventud, “para decirles que no migren, que se queden en su comunidad”.


Doña Adelina busca a su hijo, Carlos Rafael Medina Martínez, que tras haber logrado “cruzar” por primera vez en 2008, fue deportado de Houston, Estados Unidos, por dos veces y las dos intentó regresar. La última no pudo, y el 6 de julio de 2012 desapareció en un retén policial en el norte de México. Platicar con ella es mirar el rostro de las estadísticas sobre la violencia estructural, el desplazamiento y la migración en Centroamérica.


Carlos Rafael salió en 2008 y se quedó allá cuatro años, trabajando. La primera vez que lo deportaron logró regresar, y se quedó allá otro año. Luego lo deportaron nuevamente, a Monterrey, Nuevo León, y de ahí, mientras iba a Laredo, lo detuvieron en un retén policial, antes de llegar a Reynosa, y desapareció. Nosotros hemos venido a México con el Consulado en Chiapas, hemos estado en comunicación por correo con muchos cónsules de varios estados, pero la justificación que siempre tienen es que no hay una base de datos actualizada y sabemos que es mentira, porque la detención pasó en 2012 y ya se tendría que haber actualizado. Yo nunca he tenido alguna llamada, no se me ha dicho nada de él, y siempre los cónsules se lavan las manos muy fácilmente, ellos siempre le están echando la culpa a otro cónsul del estado tal o del distrito tal. Pienso que además de poner un muro de contención para las personas, México también viola la libertad de tránsito, porque los migrantes no se quieren quedar sino sólo están de paso. ¿Porqué no se hace justicia? Siempre se olvidan el primer mandamiento que nos dijo el Señor, ‘amarse los unos a los otros’. Creo que lo entendieron mal y entendieron ‘armarse los unos contra los otros’.


El testimonio de esta madre lo resume todo. La explotación laboral de la mano de obra migrante en Estados Unidos; las deportaciones; la ineptitud e indiferencia de la autoridades consulares; la violación del derecho de tránsito, considerado un concepto de los Derechos Humanos ya reconocido en la Declaración Universal de 1948; el fenómeno, siempre más generalizado, de la desaparición forzada de centenas de jóvenes mexicanos, de la más diferente extracción social y en las circunstancias más variadas, síntoma de una violencia descontrolada que el ejecutivo de Peña Nieto y hasta una parte de la sociedad civil, se empecinan a no reconocer. Son los ingredientes de la mixtura explosiva constituida por las condiciones actuales de los países de Centroamérica, donde el nivel alcanzado por la violencia estructural y física es tal que en muchas ocasiones las personas no tienen otra alternativa al desplazamiento.


Colonización, desplazamiento y desaparición.


Doña Iris busca a su hijo José Rafael Rivera, salido de Choloma Cortés, San Pedro Sula, Honduras, cuando tenía 21 años, “porque no había trabajo”. Sus huellas se perdieron en Coatzacoalcos, Veracruz, en 2008, y desde este entonces su madre ha empezado un vía crucis que, después de siete años, la deja con una supuesta muestra de ADN negativa y las preguntas de siempre: “¿Cuál es la verdad? ¿Qué ha pasado? Mi hijo, ¿dónde está?” Con ella platicamos de la situación laboral de su país, causa de la salida de muchos jóvenes, entre los cuales, su hijo.

 

De que pusieron el libre comercio las maquilas están cerrando exagerado, en La Mora lo más que hay son 10. Cuando trabajaba yo, hace dieciocho años, nos daban 3 mil lempiras semanal según la meta, y una meta eran 3 mil camisas de tela diario, todas listas de que se empiezan hasta que se terminan. Trabajábamos de lunes a viernes, de las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde y no nos daban receso, sólo una hora para comer. Ahora las condiciones se ven mejor, tienen seguro, más tiempo para comer, receso, y se trabaja de lunes a jueves, con turnos de ‘4 por 4’. Pero pagan alrededor de 4 mil lempiras al mes, y están los contratos de empleo por horas, donde te contratan por un mes en el cual te dicen que vas a aprender así que todavía no tienes derechos, y el mes después te despiden, así que tampoco vas a tener prestaciones, seguro o aguinaldo. Antes no había derechos pero por lo menos uno ganaba más, había más maquilas y más trabajo y con esto ya no había tanta migración. Ahora con lo que ganas en un mes ni alcanzas para una quincena, te despiden y si buscas otro trabajo no hay: es una forma de terminar de matarnos, de hacer que nos desesperemos y nos vayamos a otro lado.


En su discurso es evidente como el aumento de los derechos laborales, fruto de años de denuncias y presión internacional liderada por organizaciones no gubernamentales y agencias como la ONU o la Organización Internacional del Trabajo (OIT), no se traduce en la realidad en el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Al acabarse la posibilidad de explotación extrema para producir a gran escala prendas de vestir, que doña Iris recuerda característica de los años noventa, no corresponde un verdadero cambio en el mercado, sino la reducción del personal o el cierre de las empresas. Para que las transnacionales sigan operando en Centroamérica, parece indispensable que los países del área no dejen de ser “colonias del primer mundo”, condición fundamental no sólo en el sector industrial sino también, y a veces sobretodo, para la inversión extranjera en proyectos de supuesto desarrollo territorial.


Catalina López, del Equipo Comunitario de Acción Psicosocial (ECAP) de Guatemala, que participa a la Caravana representando alrededor de 200 familias de migrantes desaparecidos en México, habla de esta relación explicita entre despojo de la tierra y migración.


Los migrantes guatemaltecos tienen un perfil muy variado, viajan jóvenes de 16 años y hombres ya mayores de 40, desde los campesinos hasta profesionales, y casi todos por la violencia. Es una violencia que en algunas zonas tiene que ver con las maras, pero en la mayoría de los casos es una violencia estructural, política y económica, la que genera el desplazamiento. Como en el caso de la mina Marlin en el departamento de San Marcos y de la lucha en oposición a la cementera Progreso. Ahí las comunidades exigen que se respeten sus derechos, porque todo lo que se utiliza para la mina o la generación del cemento va a dejar estas partes sin agua. Las empresas expropian a los dueños y el problema se profundiza cuando en una comunidad hay un grupo que quiere trabajar con los extranjeros y otro grupo que no, y ya se vuelve nosotros contra nosotros y en las mismas comunidades se dan masacres completos. Además no es un secreto para nadie que hay paramilitares, y la persecución se hace en contra de los líderes que no quieren este tipo de desarrollo. Se están secando las tierras, y los defensores del territorio son criminalizados, hay muchos presos políticos, que es otra forma de generar temor. Todo eso hace que sea el mismo país que está expulsando a la gente.


Las resistencias del pueblo Kaqchikel de San Juan Sacatepéquez en contra de la planta San Gabriel de la empresa Cementos Progreso y de la construcción de la carretera Anillo Regional, al igual que la lucha de las comunidades San Miguel Ixtahuacán y Sipacapa contra la mina Marlin, propiedad del gigante canadiense Goldcorp, citadas por doña Catalina, son sólo dos de los frentes abiertos en Guatemala para la defensa del territorio. De la misma manera, Guatemala es sólo uno de los países de Centroamérica afectados por el despojo y la explotación del territorio, que se traduce en pobreza extrema, conflicto social y desplazamiento de los habitantes. Marta Sánchez identifica las causas de esta situación con la necesitad de Estados Unidos (EEUU) de “retomar el control territorial, de recolonizar la región”.


Los fuertes intereses geopolíticos liderados por EEUU en América Central son directamente responsables de su inestabilidad política y derrumbe económico. En los últimos años muchos gobiernos se les han ido de las manos, hay iniciativas como el canal de Nicaragua que los tiene aterrorizados, porque son proyectos chinos o rusos, y ellos ahora tienen que ir con todo, intervenir en todas las decisiones de los gobiernos a través de su influencia, asesoría, entrenamientos, financiamientos. Están destruyendo lo poco que quedaba de gobernabilidad y ahora veremos qué pasará en Nicaragua con las próximas elecciones. Este país era el menos importante en términos migratorios, la gente no salía por violencia y ahora todavía te dicen que se mueven por razones económicas. Pero la construcción del canal está cambiando las cosas.


Sánchez toca un punto neurálgico, la importancia estratégica de los países centroamericanos en el ajedrez internacional de los recursos naturales y las inversiones de los megaproyectos. Dinero y  materias primas que el “bloque occidental” y el “oriental” se pelean desde hace décadas. El canal en cuestión es una obra que partirá Nicaragua en dos para conectar el mar Caribe y el océano Atlántico con el océano Pacífico, afectando al Lago Cocibolca, la fuente de  agua  dulce más importante de Centroamérica. Con su 278 kilómetros de longitud -tres veces más grande que el canal de Panamá- la obra tendrá un costo estimado de 50 mil millones de dólares y estará rodeada por otros megaproyectos como un aeropuerto, varias carreteras, una zona de libre comercio, dos puertos y varios complejos turísticos. En una audiencia de marzo pasado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), solicitada por 10 organizaciones nicaragüenses y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), se denunció un estimado de 119 mil personas afectadas, pero en realidad nadie tiene datos oficiales de cuántos serán los expropiados y cuáles los planes de reubicación, si es que habrá planes de reubicación. Porque si no, el temor de Sánchez no tardará en volverse realidad y desde 2016 en la ruta migratoria se empecerán a encontrar siempre más nicaragüenses que ya no buscarán alcanzar un sueño sino huir de una pesadilla.


Frente a este panorama, al pasar los días de la caravana, acumularse las historias y recopilar datos, tomaron más fuerza las palabras de Rubén Figueroa, coordinador Sur-sureste del MMM, cuando se preguntaba “¿hasta cuándo esta gente podrá aceptar estas condiciones sin rebelarse? ¿Y qué pasará después?” Sánchez confiesa haberse hecho muchas veces la misma pregunta, sin haber logrado una solución. Así, el problema del “qué hacer” fue central en esta XI caravana, obligada por la violencia en México a tomar rutas alternativas, no quedarse demasiado en los lugares más expuestos y evitar los estados de la franja norte, donde ha desaparecido más gente y se podría encontrar más pistas. Sin embargo, Sánchez y Figueroa coinciden en que “no se pueden arriesgar nuestras vidas ni la de los y las que nos acompañan, porque muertos serviríamos aún menos. Lo único que podemos hacer es luchar, como lo hemos hecho hasta ahora y como lo seguiremos haciendo siempre”.

 

Autora: Valentina Valle Baroz es una periodista independiente basada en México. La puede contactar através del correo electrónico: valentinavallebaroz(arroba)gmail.com