Cómo analizar el movimiento del 5 de febrero 2009 en Martinica?

Fuente: América Latina en Movimiento

El cinco de febrero, Martinica, después de Guadalupe en enero y Guayana en diciembre de 2008, se ve afectada por un movimiento de masas que goza de la simpatía de capas importantes de la población. Dicho movimiento de masas movilizó en las calles a varios miles de ciudadanos. Un hecho inédito desde los acontecimientos del mes de febrero de 1974, según unos viejos sindicalistas.

¿Qué pasa, pues?

La situación se parece mucho a la de de los meses de enero y febrero del 1974. La carestía de la vida que excluye a las familias y a los salarios bajos. A miles de retirados, de rmistas, de CDD, salarios precarios, el dinero no les alcanza y ellos reclaman el derecho a vivir decentemente.

Es preciso recordar que el sistema liberal en el que vivimos funciona así desde hace lustros. La prioridad de la empresa capitalista no es crear empleos o satisfacer las necesidades de la población. Su preocupación es vender su producción. Debe realizar  beneficios, mantener sus márgenes comerciales. En el marco del sistema capitalista, una empresa que no realiza beneficios no puede seguir con su actividad, en el ambiente de competencia exacerbada que impera hoy. La empresa realiza sus beneficios  racionalizando los costes de producción. Si   aumentan, la empresa  repercute los costes sobre  los precios de venta al consumo. La situación puede hacerse insoportable y eso da lugar a los movimientos de masas que conocemos  ( he aquí algunas fechas en lo que se refiere a Martinica : febrero 1900, febrero 1935, febrero 1974, febrero 2009).

Nos encontramos en una situación de crisis que no es sólo una crisis económica ni sólo una crisis financiera sino también una verdadera crisis social. Un sociólogo especialista del trabajo afirmó recientemente que hemos pensado en lo económico, en lo que se refiere al entorno  pero no hemos pensado en lo social, es decir en una mejor redistribución de las riquezas. La población ya no tiene la posibilidad de vivir correctamente. Nosotros no hablamos del poder adquisitivo sino del poder de vivir . No se trata sólo de satisfacer necesidades en materia de alimentación; no se puede decir que en nuestro país, la gente se muere de hambre. No se trata sólo del problema de los supermercados. También existen otras necesidades tan fundamentales: la vivienda (incluyendo el agua, la electricidad, el teléfono), la salud, la educación, el transporte, la cultura, las diversiones,  los servicios de manera general. Si no se satisfacen esas necesidades, la sociedad entra en una fase de pauperismo. No se trata de ganar más para gastar más; se trata de vivir de manera decente y  desarrollarse en esta sociedad.

¿Qué exige la población?

La reinvindicación unificadora, la que reúne a los miles de ciudadanos que se echaron a las calles, es la reducción efectiva de los precios y el control de los precios. Hay que salir de esa lógica liberal que enarbola la libertad de fijación de los precios como un dogma. Obtener una reducción de los precios por parte de las grandes redes de distribución es posible y será provechoso para las masas y para las empresas ya que tendrán más clientes. Es la vía para salir de la contradicción según la cual se produce cada vez más gracias a los medios modernos y, al mismo tiempo, son cada vez más numerosos los que no tienen acceso a esos productos por no tener « poder adquisitivo ».  También es posible crear  un organismo, operativo en lo inmediato, que controle los precios. Estas reinvindicaciones no son en absoluto utópicos.

Cuando hablamos de poder de vivir, el sector privado no es el único culpable en la situación actual. El Estado también es responsable. La población no pide más dinero para curarse; exige más instalaciones de salud en vista de una política de prevención y de una atención eficientes. Es necesario recordar la lucha sindical que se lleva a cabo al respecto, y en especial la acción perseverante de la UGTM-salud, así como la implicación del Colectivo del Norte-Atlántico para salvaguardar parte de los servicios del hospital de Trinité. Debemos exigir del Estado la realización de estructuras públicas que permitan a las masas vivir mejor en lo que se refiere a la salud, a la educación. También debemos exigir equipos para los jóvenes y para las personas de edad. Es legítimo preocuparse por la supresión de empleos en la educación y por el hecho de que no se reemplace a un educador de cada dos que se retiran. La lucha que llevan a cabo los funcionarios en el seno del movimiento de masas es decisiva si queremos evitar una catástrofe duradera y destructora en todas las escalas de nuestra sociedad.

Todo aquello nos permite ahora considerar la acción política que comprenden mal los que se interesan a esos problemas de manera ocasional o que no tienen información sobre el trabajo que se viene realizando desde hace años. Los sindicatos, nada más normal, hacen su trabajo; pero, para que se pongan en práctica soluciones verdaderas y duraderas, es sumamente importante comprender la relación que debe establecerse con las perspectivas políticas presentadas por los políticos electos concientes y comprometidos en la defensa de su país.

Nuestros problemas no tendrán respuestas duraderas si sólo consideramos nuestros problemas desde el punto de vista sindical y reinvidicativo, si nos contentamos con reclamar una disminución de los precios y un alza de los salarios bajos, de las pensiones y ayudas sociales.  Dada la naturaleza del sistema en el que estamos, dentro de dos o tres años, volverán a plantearse los mismos problemas de « poder de compra ». Y bien es cierto que otra vez tendremos las mismas respuestas incompletas o parciales de hoy.

La solución justa y razonable es que los responsables políticos tengan los medios necesarios reales para proteger a los sectores más frágiles de nuestra economía (pequeñas y medianas empresas, empresas individuales, muy pequeñas empresas) y de nuestra sociedad (personas en situación precaria). Y bien es obvio que a nosotros los Martiniqueños, nos toca hacer lo necesario para que así sea. Eso plantea, pues el problema del poder político.