La encrucijada de un Bachillerato Popular argentino: el avance del Estado sobre las reivindicaciones de las organizaciones sociales

 

 

El mate pasa de mano en mano. En uno de los desparejos bancos del aula acomodados en círculo, Florencia escribe su historia de lucha para lograr que el Congreso Nacional sancione la Ley de Fertilidad Asistida, como parte de un ejercicio de reflexión sobre las identidades durante la clase de Ciencias Sociales. A su lado, Adriana le discute a Zigmunt Bauman algunos de sus argumentos sobre la modernidad líquida. Es junio de 2013; la escena transcurre en el Bachillerato Popular Ñanderoga (“Nuestra casa” en lengua guaraní), donde varios adultos se comprometen a terminar sus estudios secundarios. En el aula aún se percibe el olor del pan recién horneado porque el espacio que ahora, dividido por una mampara de madera, constituye dos aulas de estudio, hace apenas unas horas oficiaba de lugar de trabajo de Ñamba Apo (“Nuestro trabajo”), cooperativa que produce panificados. A la mañana siguiente la mampara se volverá a correr y se juntarán nuevamente las manos y las harinas; por la tarde el espacio se llenará de debates, ideas e historias. Así, el ciclo se repetirá toda la semana.

El Bachillerato Popular y la Cooperativa son parte de la organización social Ñanderoga, ubicada en el barrio Las Flores, partido de Vicente López, zona norte del Conurbano bonaerense. La organización, que funciona desde el año 2004, propone nuclearse alrededor de actividades culturales, sociales y educativas en un barrio empobrecido de un municipio rico, reflejo de aquello que llaman paradojas de una Argentina dolorosamente desigual. Intentan trabajar con la gente del barrio, situarse política y afectivamente en cada pasillo recorrido construyendo juntos una sociedad más justa y humana. Destacan ser parte de una organización autónoma, que no pertenece a ninguna institución ni partido político, y han decidido autogestionar sus actividades y proyectos, y tomar decisiones colectivas en asambleas periódicas llamadas Jajotopa (“Encontrarnos”). Ñanderoga cuenta también con un grupo de mujeres, un círculo comunitario de estudios, un grupo de jóvenes, recreación y merendero para los más pequeños y “Sueños de Libertad”, un espacio de trabajo para personas que han estado privadas de su libertad o se encuentran judicializadas.

El Bachillerato Popular abrió sus puertas en 2009 producto del continuo trabajo de Ñanderoga en torno a la problemática de la educación. Actualmente ya han egresado tres promociones, y 57 jóvenes y adultos han completado sus estudios secundarios. La decisión de abrir un espacio educativo nace a partir de la idea de una escuela pública y popular, recuperando la experiencia de los Bachilleratos Populares surgidos al calor de las luchas de 2001. [1] Concebido el Bachillerato Popular como parte de un proyecto pedagógico político, pretenden construir una escuela diferente, que rescate experiencias pedagógicas alternativas, como las de la Educación Popular, que permita crear y recrear ideas; no únicamente repetir conceptos. Como afirman en lo que sería el manifiesto de la organización, buscan construir colectivamente un escuela donde “nadie aprenda solo y todos nos esforcemos por hacerlo en equipo, desde los docentes a los estudiantes, y aquello que sepamos no sea un elemento de poder frente a un compañero o un estudiante, sino una herramienta para compartir y circular, porque todos sabemos algo y todos ignoramos algo”.

La construcción de proyectos político-pedagógicos por parte de los Bachilleratos Populares desencadena desafíos y tensiones en el momento de establecer relaciones con el Estado. Al interior de Ñanderoga, así como también en otros espacios que piensan la educación popular como una alternativa al sistema hegemónico de la educación formal, son acalorados los debates sobre los tipos de vinculación que se mantiene con el Estado, y las exigencias que ante él se elevan. Con el paso del tiempo, y al fragor de las distintas luchas, diversos colectivos, entre ellos Ñanderoga, han logrado agruparse en la Coordinadora de Bachilleratos Populares en Lucha a partir del año 2008. Desde este espacio, y acordando posiciones y acciones comunes, denuncian la precarización, privatización y mercantilización de la educación, que empobrece la propuesta pedagógica y el trabajo docente, y la expulsión de los sectores populares del sistema educativo formal. Desde la Coordinadora, periódicamente se realizan marchas y actividades donde se exige el cumplimiento efectivo de una de sus reivindicaciones históricas: “Reconocimiento inmediato de todos los Bachilleratos Populares de la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires…” Temas como los salarios para los docentes, las becas para los estudiantes y el financiamiento integral son parte del debate sobre el espacio que las organizaciones le dan al Estado y las relaciones que eligen mantener con él.

La primera de esas reivindicaciones, el reconocimiento oficial, es un tema que desvela a estudiantes y profesores de Ñanderoga. Si bien el Ministerio de Educación de la Provincia da carácter oficial a los títulos secundarios que reciben los alumnos, esto es posible gracias a un convenio que involucra a otro Bachillerato Popular que sí es reconocido como establecimiento educativo oficial. Pero como se sabe, los convenios suelen ser efímeros. Por ello, la lucha de estudiantes y docentes de Ñanderoga por la oficialización y reconocimiento de su establecimiento es ardua. Recorren los pasillos del barrio al igual que las oficinas de los distintos ministerios, juntan firmas de vecinos que apoyan la propuesta educativa y mantienen reuniones con inspectores del distrito de Vicente López y con funcionarios del Ministerio de Educación; marchan, con alegría y esperanza, hasta La Plata, capital provincial de Buenos Aires, y elevan sus reclamos. Por ahora, el reconocimiento oficial es negado.

Uno de los argumentos esgrimidos desde el Estado es que en los últimos años se han implementado una serie de políticas públicas destinadas a ofrecer a distintos sectores de la población, con énfasis en entornos populares, la posibilidad de finalizar sus estudios primarios y secundarios. A partir del año 2008 se iniciaron las primeras etapas del Plan de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (FINES). Un fuerte desarrollo de este plan en los años subsiguientes, la ampliación de sedes, la disponibilidad de salarios para los docentes y la posibilidad de becas para los estudiantes impactaron fuertemente sobre la construcción política de los Bachilleratos Populares. De esa forma, el Estado intenta suplantar con políticas institucionales “atractivas” la posibilidad de obtener un título secundario (único fin según la óptica estatal) mediante experiencias de educación popular. Así, las reivindicaciones de los Bachilleratos Populares comienzan a considerarse obsoletas.

Quizás como consecuencia de lo anterior, se evidencia una importante merma en la cantidad de alumnos inscriptos en los Bachilleratos Populares, al tiempo que algunas de esas organizaciones deciden aceptar la gestión del plan FINES como alternativa a sus proyectos educativos anteriores. Este escenario genera tensiones al interior de las organizaciones así como también en la Coordinadora de Bachilleratos Populares en Lucha, de la que ciertos sectores amenazan con retirarse. La problemática de la relación con el Estado vuelve a estar en el centro mismo del debate de las organizaciones sociales. El nuevo panorama puede concebirse como un pequeño ejemplo de aquello que el pensador uruguayo Raúl Zibechi analiza como la incapacidad de los movimientos u organizaciones sociales para mantener sus propias agendas, puesto que gran parte de ellas han sido expropiadas por el Estado. En esta situación, el Estado pretende vaciar de significado las profundas propuestas pedagógicas políticas de los Bachilleratos Populares y ofrece, con mayores facilidades y estímulos, el hermoso sueño cumplido de terminar los estudios. Por lo tanto, las organizaciones populares se ven en la encrucijada de aceptar las nuevas reglas de juego, reinventarse o seguir luchando por caminos cada vez más hostiles.

La vida en el barrio Las Flores no es fácil: las historias de carencias abundan, sumadas a la ausencia estatal y la falta de oportunidades económicas, laborales y educativas. En días de lluvias persistentes y fríos intensos, los pasillos estrechos y los techos de las casas apiñadas no alcanzan a brindar el reparo merecido. Otros días, emergen conflictos desencadenados por la falta de tierras y espacios para la vivienda digna, que eleva la tensión en el barrio y hace rondar en el aire la temida amenaza de la “guerra” de pobres contra pobres. Sin embargo, la vida continúa: sale el sol cada mañana, puertas y ventanas quedan abiertas, los vecinos toman mate en aquellos mismos pasillos, comparten, se comunican, se ayudan mutuamente. Va cayendo la tarde y son varios los que, cuaderno en mano, se acercan a sus clases en el Bachillerato Popular.

Florencia y Adriana ya completaron sus estudios. En diciembre de 2013, entre lágrimas y aplausos, recibieron su diploma de educación secundaria. Ellas seguirán vinculadas a la organización, peleando por el reconocimiento oficial de Ñanderoga.  Adriana, en su “debate” con Zigmunt Bauman escribió por aquel entonces: “Digamos basta a la sociedad que nos obliga a creer que no tenemos poder, basta de que todo se diluya como agua, seamos sólidos y sostengamos nuestros sueños y metas firmes para un nuevo futuro”. Florencia, amparada en la Ley Nacional de Fertilización Asistida por la cual luchó junto a distintas organizaciones, está en búsqueda de cumplir su sueño de volver a ser madre. Mañana será otro día en el barrio Las Flores. Temprano, “nuestra casa” se llenará de olor a pan, y hacia la noche volverán las aulas a rebalsar de ideas. El ciclo se repite para que ellos mismos, los alumnos, los que luchan a diario por otros mundos más justos e igualitarios, puedan escribir sus propias historias, para que la educación y el trabajo sean creados por ellos para ellos, para que existan otros espacios educativos donde problematizar las lógicas de aprendizaje estatales, cuestionar su efecto opresor, revalorizar las vivencias comunales propias de cada territorio y las relaciones que en ellos se tejen mientras el mate pasa de mano en mano.


 

[1] La fuerte crisis política, social y económica, además de generar la salida del presidente electo Fernando de la Rúa y la sucesión de 5 presidentes en menos de un mes, inauguró una serie de expresiones políticas novedosas en la cual se combinaron asambleas barriales, movimientos de desocupados, tomas y autogestión de fábricas, practicas de economía solidaria y otras varias experiencias de organizaciones autónomas y populares.

Lucas Christel es Magíster en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo por la Universidad Nacional de San Martín, donde actualmente cursa el Doctorado en Ciencia Política. Como becario del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) investiga las resistencias sociales contra la megaminería en Argentina. Además, es docente del Bachillerato Popular Ñanderoga y aficionado a la fotografía.

Nancy Piñeiro es Traductora Literaria y Técnico-Científica en inglés, e Intérprete de Conferencias.  Desde 2010 colabora activamente con Upside Down World y durante los últimos años ha realizado trabajos varios referidos a Derechos Humanos, Política y Movimientos sociales.