La Pachamama y el Progreso: Visiones Conflictivas para el Futuro de América Latina

Mineros en Potosí, Bolivia, encendían cartuchos de dinamita mientras el viento frío del invierno pasó por la ciudad, pasando los bloqueos, las manifestaciones, las huelgas de hambre y la toma de una planta eléctrica. Estas acciones tuvieron lugar desde fines de julio hasta mediados de agosto, dada la percepción de abandono por parte de la administración de Evo Morales hacia la empobrecida región de Potosí.

Este enfrentamiento en Bolivia es similar a los conflictos ocurridos por toda América Latina en medio de las promesas de los gobiernos izquierdistas, las necesidades de los pueblos, y lo finito de los recursos de la Pachamama (Madre Tierra).

Diversas organizaciones sociales, los mineros, los sindicatos, los estudiantes, los habitantes locales incluso el equipo de fútbol de la ciudad se unieron para protestar a fines de julio. Las movilizaciones cerraron la ciudad y detuvieron varias de las operaciones mineras. Los habitantes criticaron lo que para ellos significaba falta de atención gubernamental, de financiación y de proyectos de desarrollo para Potosí, el departamento más pobre del país.

Entre las demandas estaban que se finalice la autopista que une Potosí con el departamento vecino de Tarija, además de una fábrica de cemento y metalurgia, un aeropuerto, y la preservación del Cerro Rico, una histórica mina de plata actualmente en decadencia. Después de 19 días de movilizaciones, los activistas y el gobierno de Morales llegaron a un acuerdo en el que la Administración aceptó a todos los reclamos de los manifestantes.

El reciente conflicto en Potosí es uno de los muchos que han tenido lugar en el país con respecto a la distribución de los fondos del gobierno, la ejecución de proyectos gubernamentales y el acceso a los recursos naturales. A mediados de junio, varios movimientos indígenas del este boliviano se unieron en una marcha para afirmar su autonomía sobre la gestión de las tierras y la extracción de gas y minerales en su territorio.

El centro de estos conflictos es una pregunta con la que deben lidiar los gobiernos izquierdistas y los movimientos sociales de toda América Latina: ¿A qué parece esto “otro mundo es posible”?

“¿Es un mundo basado en el constante crecimiento económico, aunque sea ‘socialista’ y aumente el ingreso real de la gente del Sur global”? pregunta el sociólogo Immanuel Wallerstein sobre América Latina de hoy. “¿O es lo que algunos llaman un cambio de los valores de la civilización, un mundo del buen vivir?” Esta filosofía incluye vivir en armonía con otros y con la naturaleza, en lugar de acumular capital y las cosas materiales antes que destruir la tierra.

Además de las visiones conflictivas de este “otro mundo es posible” (eslogan del Foro Social Mundial) existe una divergencia entre la retórica política y la realidad. Muchos gobiernos izquierdistas de la región carecen de la voluntad política –o están demasiado restringidos por fuerzas económicas o políticas, y el estado – para llevar a cabo cambios estructurales necesarios para permitir que la gente viva bien.

Las promesas y políticas gubernamentales están vacías, sin acción por parte de los políticos y el pueblo. En el reciente Foro Social de las Américas en Asunción, Paraguay, Roberto Baggio del Movimiento de Trabajadores sin Tierra dijo al IPS News, “cuando hablamos de la reforma agraria, estamos hablando de hacer más democrático el acceso a la propiedad y a las leyes que hacen posible la acción, porque un buen programa de reforma agraria no es suficiente si las acciones concretas no se toman.”

Esta opinión refleja uno de los papeles dominantes en los que se encuentran actualmente los movimientos sociales de América. Pocos están tratando de derrocar gobiernos como lo hacían cuando explícitamente gobiernos neo-liberales estaban en el poder. Al contrario, escribe periodista uruguayo Raul Zibechi, hay “algo más sutil, los movimientos sociales han empezado a imponer límites a los gobiernos”. Desde Ecuador a Venezuela, desde Argentina a Bolivia, esta nueva relación entre los movimientos y los gobiernos se están definiendo.

Otro participante en este baile es la tierra misma. Considerando el avance del calentamiento global, el auge de la soja, la destrucción ecológica de las industrias forestales, el petróleo, el gas, y la minería, la necesidad de aplicar la filosofía del buen vivir es tan apremiante como nunca.

Como les recordó Rigoberta Menchu, activista indígena ganadora del premio Nobel, a los participantes del Foro Social en Paraguay, “No podemos dominar a la Tierra; ella nos domina a nosotros.”

La relación entre los movimientos sociales y los gobiernos de siete países diferentes se examina en el próximo libro de Benjamin Dangl Dancing with Dynamite: Social Movements and States in Latin America (AK Press Octubre 2010).

Dangl es tambien autor de The Price of Fire: Resource Wars and Social Movements in Bolivia (AK Press 2007) y es editor de TowardFreedom.com, una perspectiva progresiva de las noticias actuales y de UpsideDownWorld.org acerca del activismo y la política en América Latina. Mande un mail a Bendangl@gmail.com.

Foto de Telesur.