Fuente: Watershed Sentinel
Una tarde en el estadio deportivo de Jaltenango, pequeña ciudad productora de café en el sur de México, no tiene nada en común con una tarde en una cafetería animada de Seattle, EE.UU. Lejos de las zonas turísticas, viajé a esta región montañosa por una larga carretera de tierra para ver con mis propios ojos cómo viven las personas que cultivan el café que se vende bajo el nombre del comercio justo. Después de pasar por las bodegas de café en la ciudad de Jaltenango, que llevan el símbolo de Starbucks, llegué al estadio a conocer un grupo de personas que se vieron obligadas a dejar sus hogares y las plantaciones en septiembre.
Desde diciembre, más de 100 personas damnificadas tuvieron que adaptarse a vivir en condiciones deplorables. La mayor parte de la comunidad dejó sus tierras tras derrumbes causados por los diluvios de septiembre y actualmente duermen hacinados en colchones sobre el cemento. Han sufrido una epidemia de pulgas, un brote de una enfermedad de piel y varias infecciones respiratorias.
Ubicado en el estacionamiento, el campamento central de este pueblo provisional luce como sitio de refugiados. Los techos de las tiendas son de plástico blanco y las mantas sirven como paredes de la escuela y la cocina. Pocas personas quisieron hablar con nosotros, de las cuales una señora anónima se quejó: “Es un desastre. En este maldito auditorio tenemos que dormir todos apretados.”
Los habitantes del auditorio parecen tener miedo de hablar con periodistas extranjeros, ya que creen que el futuro de la comunidad, conocida como Nuevo Colombia, depende de la bondad del Estado. El gobierno les prometió casas definitivas en un complejo de viviendas llamado ‘ciudad rural sustentable Jaltenango’ proyecto que fue previsto finalizar en febrero. Sin embargo, ya estamos en julio y no se ha construido ninguna casa en la quinta ciudad rural de Chiapas.
Las condiciones de vida son precarias. Por la mañana los hombres vuelven a sus pequeños terrenos para preservar las plantas de café. Venden sus granos a varias organizaciones, entre ellas la empresa Agroindustrias Unidas de México (AMSA), el primer comprador y exportador de café del país. Estuve poco tiempo en el complejo antes que la policía y la seguridad privada me echaran del sitio enrejado. Mi primera experiencia al conocer cómo viven los cafeticultores damnificados por un desastre climático fue tan amarga como un café del día anterior. Esto fue sólo el inicio de una serie de hallazgos desafortunados.
Monopolio del Café Verde: Starbucks y Conservation International
Durante los últimos 20 años, la empresa Starbucks ha influido en la cultura del café alrededor del mundo. Ahora no se pide un café grande, negro o con leche, sino un frappuccino tamaño venti y sin crema para quitar el sentido de la culpa. Más allá del café, los granos que llevan el sello del comercio justo y las tazas reciclables crean toda una experiencia positiva para el consumidor, el cual siente su conciencia limpia al comprar en Starbucks.
Sin embargo, cuando uno se aleja del aroma de los cappuccinos y el ruido de la máquina de expresso, se encuentra con una preocupación creciente acerca de los objetivos de la más grande cadena de cafeterías especiales del mundo. Según otros cultivadores locales y activistas del comercio justo, la peor noticia no es la engaño de Starbucks, que no cumple con sus compromisos actuales, sino la inquietud causada por sus planes para el futuro.
Sentado en el borde del arroyo que corre por la plantación de café de su familia, Efraín Orantes Abadía, vestido de camiseta, habla a las cámaras de Starbucks y Conservation International (CI). Con el sonido de un piano de fondo, explica cómo las medidas que toma su familia aseguran el cultivo ecológico del café. La próxima escena del video, que es una herramienta publicitaria para la nueva marca responsable ‘Starbucks Shared Planet’, nos transporta a una cafetería de Starbucks en donde un empleado sirve un café orgánico cultivado bajo sombra en México. La grabación transita desde un saco de granos de Chiapas hasta un cliente que habla de su gusto por el café que protege a las aves. Luego el video vuelve a la armonía de la plantación de Orantes, cuyo nombre es Finca Arroyo Negro.
Detrás de las cámaras existe una realidad muy distinta. Las condiciones laborales de los cafeticultores a pequeña escala están entre las más precarias de la región, las cuales había observado con mis propios ojos en Jaltenango. Al conocer a Orantes, dos años después de la grabación, la historia siguió descubriéndose.
Orantes nos relató que “Después de trabajar en el documental, Shared Planet, el programa de CAFE Practices, nos prometió muchas cosas para apoyarnos en nuestros esfuerzos para cuidar Triunfo (una reserva de la biosfera), nos prometieron equipos y asistencia, y no hemos recibido nada.”
Desde entonces, la Finca Arroyo Negro se dio cuenta que existían mejores alternativas económicas y dejó de vender su café a Starbucks. No fueron los únicos; tras la introducción de CAFE Practices en 2004, al menos cuatro corporativas de productores de café, reconocidas en México, rompieron relaciones comerciales con Starbucks y Conservation International. Un gran número de estos productores buscaron vender a pequeños compradores que tenían alto grado de compromiso con los principios del comercio justo.
CAFE Practices es un plan de autoevaluación elaborado por Starbucks y Conservation International, que busca promover la sustentabilidad social y medioambiental. No obstante, una socióloga de la Universidad de Chapingo, Estado de México, Marie-Christine Renard expone que “a diferencia de ‘Fair Trade’, su criterio no garantiza un precio mínimo para los productores.” Renard explica cómo, junto a Conservation International, Starbucks ha debilitado las pequeñas corporativas de café y señaló además que AMSA asume un rol de intermediario en el programa de CAFE Practices.
“[AMSA] quiere monopolizar la producción y el cultivo del café” comentó Jordan Orantes Balbuena, el padre de Efraín y dueño de la Finca Arroyo Negro. “Quieren monopolizar la producción y ellos decidir qué precio pagar a los productores.”
¿De “Sustentabilidad Social” a Carbono-Neutralidad?
Conservation International conoce bien la controversia. Con un ingreso anual que superó los 77 millones de dólares el año pasado, se podría decir que la relación de CI con el medioambiente es similar a la de Starbucks con el café: las dos son máquinas verdes.
En el informe anual de 2010 de Conservation International, se evaluó el convenio con Starbucks en Chiapas como “uno de los primeros y más destacados compromisos para tratar el cambio climático.” Sin embargo, detrás de las imágenes bonitas de los informes y videos, la verdadera relación entre CI y Starbucks no es tan transparente.
Sentí el aire acondicionado refrescarme al entrar por la puerta principal del hotel Camino Real en Tuxtla Gutierrez, la capital de Chiapas. El evento, patrocinado por el gobierno de Chiapas y Conservation International, consistió en una presentación de estrategias del sector de la producción del café acerca del cambio climático en Chiapas.
Adentro, bajo el brillo de las luces ornadas de la sala de baile, más de 100 cafeticultores fueron organizados en cuatro grupos, cada uno con un coordinador y un rotafolio. Me integré en un grupo presidido por un representante de la ONU que intentaba convencer a los hombres para que participaran con observaciones. Cuando la dinámica falló, el representante tiraba una pelota de plástico y cuando gritaba “tiempo” la persona que se quedaba con la pelota era elegida para leer partes de un documento, de 87 páginas, preparado antes de la reunión.
Me di cuenta de que este juego formaba parte de lo que el gobierno regional y Conservation International después llamarían: una reunión de consultas de campesinos cafeticultores. La prioridad de estos cafeticultores, que trabajan en plantaciones de sombra de entre 0,5 y tres hectáreas, era la minimización de riesgos relacionados con la erosión y los eventos climáticos extremos. Aunque gran número de estos eventos están relacionados con el cambio climático, CI presentó este tema como un fenómeno separado que requería una gran solución: una nueva ley climática y la ‘mano invisible’ del mercado de carbono.
Según Monica Morales, coordinadora técnica de CI: “el plan de soluciones para atenuar los efectos del cambio climático está basado en la captura de carbono por el desarrollo de árboles en las comunidades cultivadoras de la Sierra Madre.” Después del evento, Morales me contó que el plan se inauguró en 2008 y la mayor parte de sus fondos provinieron de la financiación de Starbucks, aunque su símbolo no apareció en los materiales del evento.
El informe resumen de las reuniones en Tuxtla indicaba que Chiapas debiese implementar la Ley para la Adaptación y Mitigación ante el Cambio Climático, la que fue aprobada por el congreso del Estado en 2010.
La nueva ley recomienda la implementación del Programa de Acción ante el Cambio Climático del Estado de Chiapas (PACCCH). El programa, diseñado en parte por Conservation International, busca construir una línea base para la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD), el cual es un plan de la ONU cuyo objetivo es combatir la cantidad de emisiones que produce la tala de bosques.
Durante los últimos años, el comercio de bonos de carbono ha generado un sinnúmero de críticas. Para los cafeticultores locales de Chiapas, entrar en el comercio significa la venta de bonos de carbono de las plantaciones de sombra, además de la siembra de árboles. Las corporaciones o los gobiernos pueden descontar sus emisiones de CO2 por medio de la compra de estos bonos. Organizaciones como Conservation International mantienen un papel de intermediario entre las corporaciones transnacionales y las personas que venden los bonos. Según la nueva lógica del mercado de carbono, esta transacción sirve para que los compradores de bonos puedan neutralizar sus emisiones de carbono.
A un nivel superficial, todos son ganadores. Los cultivadores reciben una pequeña recompensa anual según la cantidad de árboles en sus terrenos y a cambio de nuevas plantaciones. Chiapas y México reciben su imagen de gobiernos verdes, Conservation International crea una nueva vía de ingresos y los cultivadores de Starbucks reciben subvenciones por medio de terceros. El conjunto de las transacciones se promociona como una respuesta al cambio climático.
Sin embargo, la realidad no es tan perfecta como parece. Un proyecto piloto de ‘café sin carbono’, puesto a prueba en 2008, no logró cumplir con sus objetivos, ya que los cultivadores locales no mostraron interés en plantar árboles en sus terrenos. Una razón importante en su decisión de no participar fue el hecho de que recibían menos de 10 dólares por mes a cambio. Pero sobre todo, los árboles existentes que proveen sombra en las plantaciones de Chiapas ya absorben el CO2. Por lo tanto, su integración en el mercado de los bonos tiene poco impacto en la atenuación del cambio climático. En cambio, lo que crea es un nuevo mercado en la zona además de esconder y complicar la verdadera acción que se necesita para actuar contra el cambio climático.
Según Gustavo Castro Soto, de ‘Otros Mundos’ en San Cristóbal de las Casas, la gestión y los activistas en Chiapas recién están comenzando a entender la ciencia del cambio climático con sus impactos. “Cuando se trata de los mecanismos del mercado, que son complicados… dejamos los asuntos a los especialistas y ambientalistas, pero debería ser algo que todos entendiéramos,” constató. “Y si te atreves a criticarlas [organizaciones como CI], te acusan de estar en contra del desarrollo y de la lucha contra el cambio climático.”
Laboratorios de Carbono
Para la más grande cadena de café del mundo, la región mexicana de Chiapas sirve como laboratorio para ver si existe la posibilidad de integrar la labor de los cafeticultores en el mercado de carbono.
Cabe preguntar por qué Starbucks quería promover una ley enfocada en el cambio climático, cuando la legislación ya existía. Es esa precisamente la duda que tiene Efraín Orantes: “Creo que juntos, Starbucks, AMSA y CI están exigiendo…un nuevo criterio para poder decir que están produciendo café sin carbono,” afirmó. Conservation International ya llevó a cabo un proyecto piloto en Chiapas para probar la posibilidad de producir el llamado café sin carbono. Starbucks se negó a comentar acerca del tema antes de la publicación de este artículo.
Mientras los ejecutivos de EE.UU. preparan proyectos para aprovecharse del mercado de carbono, son los propios cultivadores en Chiapas que siguen sufriendo los impactos directos del cambio climático. “No creo que nadie dude la gravedad de la crisis del cambio climático,” opinó Castro. “Pero [los negocios, industrias y ONGs] proponen soluciones que no tendrán éxito, soluciones falsas que permiten que ellos lucren con esta crisis,” explicó.
Los diluvios y sequías repentinos son sólo algunos de los síntomas del cambio climático. Los destrozos más impactantes en esta región fueron, sin lugar a dudas, los derrumbes del año pasado que dejaron damnificada a la comunidad Nuevo Columbia. El logro de la complejidad del mercado de bonos de carbono es dar tranquilidad al espíritu de los norteamericanos que se deleitan con su café en Starbucks. Sin embargo, no logra disminuir la vulnerabilidad de las familias agrarias en Chiapas, las cuales siguen siendo víctimas de los resultados más dramáticos de estos cambios.
Dawn Paley es una periodista freelance en Vancouver.