(IPS) – Con 35 inscripciones, comenzó a funcionar en marzo en la capital de Argentina el primer centro de enseñanza secundaria que convoca particularmente a travestis y a otras minorías sexuales discriminadas por la escuela tradicional.
Bachillerato Popular “Mocha Celis” es el nombre del centro gratuito sostenido por organizaciones sin fines de lucro y dirigido a mayores de 16 años de los colectivos travesti, transexual y transgénero, aunque “no excluyente”, según remarca la convocatoria.
El nombre es en homenaje a una travesti analfabeta que se dedicaba a la prostitución y que, tras una semana de estar desaparecida, fue hallada sin vida con señales de golpes y un tiro en la cabeza. Las sospechas recaen en un policía de la Policía Federal que había amenazado a la también activista de la no gubernamental Asociación de Travestis Argentinas.
En diálogo con IPS, Francisco Quiñones, coordinador del centro de enseñanza secundaria, explicó que la idea “es crear una escuela inclusiva, libre de discriminación, que tenga en cuenta y valore las distintas identidades trans, y donde logren terminar el secundario”.
“Las escuelas públicas, heteronormativas y binarias, expulsan a estas personas”, que terminan abandonando los estudios en porcentajes muy superiores al resto por el temor a la discriminación, que llega incluso a la violencia física, señaló.
Quiñones indicó que en la nueva escuela hay travestis que cuentan ese calvario. En la adolescencia eran obligadas a ir al baño de varones, donde sufrían maltrato físico. “Algunas no iban al baño porque les daba terror”, remarcó.
Por eso para muchas travestis la escuela Mocha Celis fue una iniciativa muy bienvenida. “Para mí es como una puerta al mundo”, dijo Laura Barrionuevo, de 29 años, que debió abandonar el secundario técnico cuando tenía 15.
“Yo era de Ituzaingó, (de la nororiental) provincia de Corrientes. Cuando empecé a travestirme se desató un tsunami en la escuela y en el pueblo y me tuve que ir. De más grande, me anoté en otras escuelas, pero sentía que me veían como a un monstruo”, relató a IPS.
Barrionuevo vive ahora a 35 kilómetros de la escuela en una habitación alquilada en Ezeiza, una localidad de la oriental provincia de Buenos Aires cercana a la capital argentina. Viaja casi seis horas de ida y vuelta para asistir a las clases de lunes a jueves, pero “está feliz”, aseguró.
Le gusta la costura, y junto a otras estudiantes están pensando ya en ahorrar para comprar máquinas, hilos, y fabricar sus propias prendas. “No nací para estar parada en la calle, si sirviera para eso me habría llenado de oro”, dijo, aludiendo a la prostitución.
Una vez que el centro sea reconocido por el Ministerio de Educación del gobierno de Ciudad de Buenos Aires, un trámite que está demorando más de la cuenta, según Quiñones, los estudiantes podrán egresar en tres años con el título de “perito auxiliar en desarrollo de comunidades”.
Esa formación los prepara para ser líderes en comunidades o formar cooperativas, pero además, con el reconocimiento oficial, el título los habilitaría a seguir estudiando. “A mi me gusta la radiología y también el periodismo”, comentó Barrionuevo.
La escuela funciona en un local cedido por la Asociación Mutual Sentimiento y fue inscripto por la Fundación Diversidad Divino Tesoro. Las clases las imparten unos 25 profesores, que contribuyeron también a acondicionar el lugar.
Como emblema de la institución eligieron la imagen del prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), expresidente y gran impulsor de la escuela pública en los comienzos de la vida independiente de Argentina. Pero su rostro fue intervenido: le pintaron una peluca rubia y los labios rosados.
El aula de primer año tiene los asientos dispuestos en círculo, no en el modo tradicional, con los pupitres enfrentados al profesor. “Aquí los conocimientos de los estudiantes son tan válidos como los del profesor”, sostuvo Quiñones.
Los planes de estudio son iguales a la de la escuela secundaria convencional para adultos, pero con “una mirada más amplia”, aclara el coordinador. Hay algunas materias adicionales, como cooperativismo o memoria trans”, que repasan el activismo de este grupo.
La iniciativa surgió del diagnóstico que hizo el libro “La Gesta del Nombre Propio”, publicado en 2005 con datos escalofriantes sobre marginación. El texto contiene una encuesta según la cual 64 por ciento de los travestis consultados no habían terminado la enseñanza primaria.
Y del total de las que habían terminado ese ciclo, apenas 20 por ciento había logrado graduarse en secundaria. Esa falta de instrucción deja a este colectivo al margen de los empleos de calidad y empuja a la mayoría (79 por ciento) a la prostitución como fuente principal de ingresos.
La investigación indicó además que solo 11 por ciento de las travestis encuestadas estudiaban y más de 70 por ciento deseaban poder hacerlo, pero no estaban dispuestas a disimular o negar su verdadera identidad sexual.
El cúmulo de discriminaciones que afrontan estas minorías lleva a muchas a perder la vida siendo muy jóvenes. El informe señaló que del total de travestis fallecidas, en su gran mayoría por causa del sida o por homicidios, 69 por ciento tenía menos de 41 años.
De todos modos, la idea no es limitar el espacio a ellas. “Del total de 35 inscriptos en la escuela Mocha Celis, hay 10 que no tienen identidades trans, pero que son personas que viven en la calle o muy pobres y que se sienten excluidas de la escuela tradicional”, explicó Quiñones.
“Aunque les advertimos que tendrán que aprobar materias como ‘memoria trans’, nos expresan que para ellos no es fácil encontrar un lugar cálido y libre de discriminación donde poder terminar el ciclo secundario, y por eso vienen”, añadió.