El gobierno de Evo Morales es en primer lugar un gobierno populista que pretende garantizarse el apoyo popular a través de bonos (planes) a los niños, aunque las niñas lo reciben también por chiripa, y a los ancianos, aunque las ancianas lo reciben también por chiripa.
Esos bonos tan propagandizados son la expresión de que este gobierno no ha reinventado lo social, sino que se repite tristemente en el clientelismo político como lo hicieron otros patriarcas sabedores de que los bonos son la pedagogía política más barata y más rápida.
El gobierno de Evo Morales es un gobierno de los ponchos surgidos desde la caricatura indigenista de un grupo intelectual encabezado por Álvaro García Linera, donde Álvaro no resulta ser lo peor, sino que hay más decadencia aun en sus otros cuates. Esos que desde su ego intelectual ocupan el lugar mesiánico de ser los únicos que comprenden y gestan y salvan a un indígena de museo, de nación originaria, de usos y costumbres ancestrales.
Lo indígena en Bolivia fue un indígena país que interpeló a la dictadura, que interpeló al Estado, que entró al Parlamento no por la vía de cuotas étnicas y cuya voluntad política fue signicar desde “lo universal” en Bolivia, y no desde lo particular de los usos y costumbres. Entidad por demás dudosa, puesto que si hay algo sujeto a cambios históricos, políticos y culturales son precisamente los usos y las costumbres.
Y si hay un lugar donde lo colonial está profundamente enraizado en lo indígena es también en los usos y las costumbres. El sentido reaccionario y retrogrado para lo indígena -lo cristiano, lo masculino, lo femenino- es la costumbre. La costumbre es la indicación de lo estático, de lo que se niega a cambiar, de lo que se niega a ser repensado; es lo que los y las rebeldes cuestionan, es lo que los y las jóvenes cambian en todas las sociedades y colectividades del mundo. La costumbre es lo que alguien -arbitrariamente y desde el poder de lo masculino y de la edad- señala como el deber ser de la comunidad. La costumbre es lo más triste que tienen los pueblos. El cambio es el florecimiento de lo nuevo, y por eso el cambio es la contestación de la costumbre.
En ese contexto, el poncho es la expresión del retroceso político de lo indígena. Es la expresión del disfraz necesario, de la vanalizacion que gratifica a las cámaras de la televisión extranjera. Es la expresión de la Bolivia que no se descoloniza, sino que se folkloriza políticamente porque resulta vistoso y perverso al mismo tiempo.
El gobierno de Evo Morales es un gobierno desesperado, cobarde y errático que no convocó a una asamblea constituyente sino a un plebiscito que le salió muy mal y cuyo mal no quiere ver ni reparar, sino convocando a un nuevo plebiscito que esta vez tendrá como título la aprobación de la nueva Constitución boliviana. Convertir a la Constitución en un plebiscito la vacía de contenidos de antemano, sea lo que sea que allí esté escrito ya no entra en el análisis, porque ese referéndum será una nueva pulsación de fuerzas frente a la derecha.
La vocación de los prefectos no es el poder regional, sino el fracaso del proceso antineoliberal gestado con la revuelta del 2003
En el otro lado del Rin no tenemos un poder regional que se piense como tal. Tenemos a la derecha boliviana encarnada en Manfred Reyes Villa, en Malinkovic, en Cosio y company. Los dueños de las industrias más importantes, de los medios de comunicación más grandes, los ex dueños del país. Corruptos, violentos, manipuladores y mentirosos.
Han gestado comités cívicos, encendido la bandera de la capitalia plena en Sucre. El estatuto autonómico no es la forma de relacionamiento del centro con la región, sino el camino para controlar recursos estratégicos, territorio y para devorar y arrasar lo que puedan en el camino. El estatuto autonómico no expresa sino la voluntad de mutilar el poder central.
La vocación de los prefectos no es el poder regional sino el fracaso del proceso antineoliberal gestado con la revuelta del 2003. La vocación de los prefectos es la mutilación del poder indígena, es llevar a un punto muerto cualquier medida de transformación política que venga desde Evo Morales. Si sus medidas, presiones y estrategias tienen éxito volvemos a punto cero y si desde eso que se llama región se pudiera avanzar sobre el conjunto del país también lo harían para convertir sus propuestas regionales en centrales. Por eso el juego regional es solo un paso de un camino de avance sobre el conjunto de las fuerzas sociales, del territorio nacional y de los recursos estratégicos.
Son eso, pero sus estrategias regionales han trascendido él circulo de poder elitario y se han masificado en Sucre y en Santa Cruz. Han crecido en Cochabamba y en Tarija y su capacidad de multiplicar su discurso ha convertido al grupo de poder en voz regional de masas.
Sobre la mesa de la disputa esta pues la esperanza y el cambio, sobre la mesa de la disputa esta el país, sobre la mesa de la disputa está la palabra mañana.
Propuesta
A nuestro entender ambos actores, – tanto el gobierno de Evo Morales como los comités cívicos- son, por diferentes razones, actores descalificados e irresponsables para gestar una salida esperanzadora a este conflicto que tiene como nombre la nueva constitución política boliviana.
Plantear el diálogo como lo hace la Iglesia es hablar desde ese lugar cómodo que se llama púlpito. No es la ausencia de diálogo lo que nos ha conducido a esta tensión insoportable y peligrosa, es la ausencia de responsabilidad histórica.
Proponemos en ese contexto:
-Declarar el proceso constituyente vivido hasta ahora como preconstituyente, para convocar a nuevas elecciones de asambleístas que tengan como requisito la no filiación partidaria.
-El desglose temático y regional de las discusiones para redactar la nueva Constitución convocando a todos los actores vinculados con cada una de esas temáticas
-Todos los departamentos del país será sede de estas discusiones, funcionando cada mesa temática en un departamento distinto.
-Suspender el referéndum revocatorio y el referéndum del estatuto autonómico hasta que este proceso constituyente culmine su trabajo.
Sabemos que hacemos estas propuestas como parias y como no ciudadanas, como entes indeseables que al no entrar en el juego de la polarizacion son y serán vistas como enemigas por ambos bandos.
Sabemos que hacemos estas propuestas desde los actores políticos que han quedado por juegos arbitrarios al margen del derecho a decidir sobre su propio país. Desde ese no-lugar sabemos que el cambio no es la fácil afiliación a ningún patriarca ni bando. El juego de poder despedaza la tierra y no somos ni seremos parte de ese juego perverso y destructor.