Fuente: Programa de las Américas
Brasil ya es un jugador global de primer nivel. En la década que comienza su ascenso será tan importante que está forzando a su principal competidor en la región, los Estados Unidos, a diseñar su política exterior colocando en un lugar destacado la contención de Brasil, un objetivo que puede desestabilizar a toda la región.
“Poco a poco y silenciosamente, como una tela de araña en la noche, un impresionante cerco militar amenaza a Venezuela y, a mediano plazo, al conjunto de gobiernos progresistas de América Latina”, escribe Ignacio Ramonet en la edición de enero de Le Monde Diplomatique. Un reciente estudio del Servicio Geológico de los Estados Unidos establece que la República Bolivariana de Venezuela posee 513.000 millones de reservas de barriles de crudo, gracias a los descubrimientos en la Faja del Orinoco, que podrían ser extraídos “con la tecnología que conocemos hoy”, con lo que ese país desplaza a Arabia Saudí del primer lugar mundial, ya que cuenta “sólo” con 266.000 millones de barriles de crudo (Agencia Bolivariana de Noticias, 23 de enero).
Tanto la lectura de Ramonet como la conclusión del Servicio Geológico estadounidense se asientan en sólidas bases empíricas. En efecto, no es la primera vez que se estima que las reservas de crudo venezolanas son realmente gigantescas, pero ahora la confirmación proviene de una agencia del Norte y no de funcionarios bolivarianos. De hecho, doblan las que posee las hasta ahora superpotencia petrolífera global. Por otro lado, varios hechos producidos en los seis últimos meses avalan el análisis de Ramonet: en marzo de 2009 se supo que Colombia cedería la utilización de siete instalaciones militares a Estados Unidos; en junio se produjo el golpe de Estado en Honduras, donde radica la base estadounidense de Soto Cano; en octubre el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, anunció la cesión de cuatro instalaciones militares al Pentágono. Sumando las bases de Aruba y Curaçao, islas caribeñas holandesas, son trece bases militares que rodean a Venezuela sólo por el norte y el este. Ahora se suma la rápida conversión de Haití en un gigantesco portaaviones incorporado a la IV Flota.
Apuntando al sur
La intervención es tan desembozada, que el periódico oficialista chino Diario del Pueblo (21 de enero) se pregunta si Estados Unidos pretende incorporar a Haití como un estado más de la unión. El diario recoge un análisis de la revista Time, donde se asegura que “Haití ya se ha convertido en el 51º estado de los Estados Unidos, y aún cuando no lo sea es por lo menos su patio trasero”. En efecto, en apenas una semana el Pentágono había movilizado hacia la isla un portaaviones, 33 aviones de socorro y numerosas naves de guerra además de 11 mil soldados. La MINUSTAH, misión de la ONU para la estabilización de Haití, tiene apenas 7 mil soldados. Según Folha de Sao Paulo (20 de enero) Estados Unidos desplazó a Brasil de su papel de comando de la intervención militar en la isla, ya que en pocas semanas tendrá “doce veces más militares que Brasil en Haití”, llegando hasta los 16 mil efectivos.
La misma edición de Diario del Pueblo, en un artículo sobre el “efecto estadounidense” en el Caribe, asegura que la intervención militar de ese país en Haití tendrá influencia en su estrategia en el Caribe y en América Latina donde mantiene una importante confrontación con Cuba y Venezuela. Esa región es, en la lectura de Beijing, “la puerta de su patio trasero”, a la que busca “controlar estrechamente” para “continuar alargando el radio de su influencia hacia el sur”.
Más al sur está toda la región andina, incluida Venezuela claro, pero también, y sobre todo, Brasil. Está fuera de duda la importancia que cualquier país del mundo, más aún el que pretende sostenerse como hegemón, concede al petróleo. Pero eso no quiere decir, como sostiene el Dipló, que “la clave está en Caracas”. En efecto, Venezuela es una pieza importante. Muy importante si acaso. Pero la clave para la hegemonía estadounidense está en frenar a Brasil, cuando ya se sabe que no lo puede cooptar.
Algunos datos difundidos en las últimas semanas dan pistas importantes. El diario británico Financial Times publicó el 10 de enero una lista de los diez primeros bancos del mundo, por capitalización en el mercado, en 2000 y en 2009. El cambio producido eriza la piel. En 2000 cinco de los diez gigantes eran de los Estados Unidos: Bank of New York Mellon, Morgan Stanley, Citigroup, Wells Fargo y Goldman Sachs, en los puestos, 1, 3, 4 y 5 respectivamente. El segundo lugar lo ocupaba el británico Lloyds. En suma, entre los diez primeros había cinco bancos estadounidenses y uno británico. La crema del poder financiero provenía de la city londinense y de Wall Street, así como de otros países occidentales.
Apenas nueve años después, el panorama es el que sigue: entre los diez mayores bancos hay cinco chinos (China Merchants Bank, China Citic Bank, ICBC, China Construction, en los cuatro primeros, y Bank of Communications en el sexto), y tres bancos brasileños (Itaú Unibanco en el quinto, Bradesco en el séptimo y Banco do Brasil en el noveno). El cambio es fenomenal. Sólo cabe agregar que algunos ex gigantes de la banca global se hunden muy por debajo. Goldman Sachs cayó al lugar 22 y JP Morgan Chase se ubica en el 31. Mientras los bancos de Wall Street se hundían, la banca china duplicó su valor en 2009. “En medio de las turbulencias, también se ha gestado un giro dramático en el centro de gravedad bancario”, concluye Financial Times.
Buena parte de esos bancos, como el Banco do Brasil y tres de los cinco chinos mencionados, son estatales, lo que completa este giro copernicano en el mundo de las finanzas, que era el núcleo del capitalismo con base en Estados Unidos. Para completar esa información, habría que observar ahora una tabla sobre la vulnerabilidad de los países en función de la relación entre la deuda pública y privada y el PIB, difundida en diciembre por el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (leap). El primer lugar del ranking global de vulnerabilidad, como se sabe, lo ocupa Islandia, y luego vienen varios pequeños países bálticos y de Europa oriental, para situarse Grecia en el quinto lugar y España en el sexto. El noveno y el décimo lo ocupan Gran Bretaña y Estados Unidos, cuya deuda estatal se acerca peligrosamente al cien por cien del PIB. En el caso de este último, la suma de deuda pública y privada triplica el PIB anual. Si fueran países sudamericanos, hace rato hubieran decretado el default de su deuda, aunque algunos análisis estiman que esa eventualidad no está lejana.
Una potencia en el patio trasero
¿Cúanto tiempo durará la amistad entre los paises? |
Mientras la administración de Barack Obama se empeña en imponer algún tipo de impuesto a los bancos para que devuelvan por lo menos parte del dinero público empeñado en el salvataje de 2009, la consultora Pricewaterhouse Coopers divulgó datos que avalan un “giro dramático” en el escenario global. Hacia 2020, los países del G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia y Canadá), tendrán un peso económico parejo con los siete emergentes, el recién bautizado E7 (China, India, Brasil, Rusia, México, Indonesia y Turquía).
Este año la diferencia a favor del G7 será del 35 por ciento (era del doble en 2000), pero en menos de una década ese margen se habrá evaporado. Más aún, hacia 2030 China habrá superado a Estados Unidos, que estarán seguidos de India, Japón y Brasil (O Estado de Sao Paulo, 22 de enero). En suma, entre las cinco primeras potencias habrá sólo dos del Norte y otras dos de Occidente, siempre que se englobe a Brasil en esa categoría.
En ese conjunto de cambios globales, Brasil saldrá muy bien parado, colocándose en posición inmejorable por su autosuficiencia energética, tanto en petróleo como en uranio. Dicho de otro modo, Brasil es una de las escasas grandes potencias globales que cuenta con autonomía energética, cuestión que ya de por sí otorga a cualquier país del mundo una posición envidiable.
Brasil tiene las sextas reservas de uranio del mundo (cuando sólo el 25% de su territorio ha sido investigado) y estará entre las cinco mayores reservas de petróleo cuando se termine la prospección en la cuenca de Santos (sus reservas probables serían de más de 50.000 millones de barriles). Las multinacionales brasileñas figuran entre las mayores del mundo: Vale do Rio Doce es la segunda minera y la primera en mineral de hierro; Petrobras es la cuarta petrolera del mundo y la quinta empresa global por su valor de mercado; Embraer es la tercera aeronáutica detrás solo de Boeing y Airbus; JBS Friboi es el primer frigorífico de carne vacuna del mundo; Braskem es la octava petroquímica del planeta; Brasil Foods es la mayor exportadora de carne procesada; Votorantim es la cuarta celulosa global.
El poderoso bndes ha venido jugando sus cartas a favor del capital brasileño. Es el mayor banco de fomento del mundo, que “se transformó en la más poderosa herramienta de reestructuración del capitalismo brasileño”*. Está siendo el principal agente de las grandes fusiones con el objetivo de fortalecer al capital nacional privado en condiciones de competir con el capital internacional. El gobierno Lula ha impulsado una política consistente en “la participación activa del Estado en la construcción de nuevos global players en diferentes ramos de la actividad económica”.
El bndes jugó un papel decisivo en la reciente compra de Quattor por Braskem, pero también en la fusión de Oi con Brasil Telecom, en la de Sadia y Perdigao creando Brasil Foods, en el crecimiento de los frigoríficos Marfrig y Bertin y la fusión de éste con JBS Friboi, y también en la megafusión de Itaú y Unibanco, dando origen a un coloso global. “La creación de empresas nacionales fuertes, competitivas, con escala de producción suficiente para darles un papel relevante en el mercado mundial ha sido uno de los objetivos principales del bndes en la era Lula”. Por eso puede afirmarse que en una parte sustancial de las multinacionales brasileñas, “se ven genes estatales en casi todos los pedigrís de la gran empresa nacional”.
A esa autonomía energética, que entre las diez grandes potencias sólo comparte Rusia, debe sumarse que en las dos últimas décadas Brasil ha construido una lista nada despreciable de multinacionales donde se entrelazan capitales brasileños y estatales, capaces de competir de igual a igual con las más importantes empresas del mundo. Esas gigantes abarcan los más variados rubros, desde las finanzas, la aeronáutica y los hidrocarburos hasta la minería, la petroquímica y la alimentación. En suma, Brasil es una potencia madura, capaz de competir en todos los terrenos con las demás potencias del planeta.
No en todos, claro. Su talón de Aquiles son sus fuerzas armadas que deben defender tanto su rica y codiciada Amazonia como su enorme plataforma marítima donde se encuentran sus riquezas petrolíferas que convertirán al país en una gran potencia. La Zona Económica Exclusiva de Brasil, también llamada “Amazonia azul”, es un área de 3,6 millones de quilómetros cuadrados que podrá ser ampliada en 900 mil kilómetros cuadrados si prospera la reivindicación ante la Comisión de Límites de Naciones Unidas.
Los militares y estrategas brasileños estiman que la expansión del área marítima, donde se encuentran los yacimientos de Santos, Espírito Santo y Campos conocidos como “pre-sal” porque se hayan debajo de una capa de sal, implicará nuevas amenazas para el país. Salvador Raza, profesor de la National Defence University sostiene que esos yacimientos son el pasaporte para el futuro del país, pero recuerda que “donde hay petróleo hay conflictos por lo que debemos estar preparados” (Brasil Económico, octubre de 2009).
Para defender sus recursos la Marina diseñó un ambicioso proyecto de reequipamiento a veinte años que incluye la compra de 30 naves de escolta, la construcción de una base de submarinos en Rio de Janeiro, la modernización de la flota de los cazas de ataque Skyhawk y los Neptuno de patrullaje y la compra de cuatro submarinos convencionales (más los cuatro que ya posee) y uno nuclear. Sin embargo, el ministro de Defensa, Nelson Jobim, aseguró que se construirán tres submarinos nucleares “destinados a proteger el litoral marítimo y dar seguridad al Atlántico Sur, incluyendo para ello acuerdos con países de África” (Rosendo Fraga en La Nación, 29 de octubre de 2009).
La inversión será enorme: sólo los cinco submarinos implican un gasto de 10 mil millones de dólares. Para cumplir con su misión, la Marina prevé pasar de los 60 mil efectivos actuales a 80 mil para 2030 (www.naval.com.br).
Politica de contencion
Brasil no tenía otra opción que fortalecer su defensa, en la medida que su poder como nación crece sin cesar. La Estrategia Nacional de Defensa, firmada por Lula el 15 de diciembre de 2008, establece en el apartado dedicado a la Marina que Brasil debe “garantizar su poder para denegar el uso del mar al enemigo”, lo que se concreta en “defensa proactiva de las plataformas petrolíferas” en primerísimo lugar. Por eso la alianza estratégica con Francia, que es la que le permite no sólo contar con una fuerza submarina de envergadura sino, sobre todo “fabricar tanto submarinos de propulsión convencional como de propulsión nuclear” y “desarrollar las capacidades para proyectarlos y hacerlos” (Estrategia Nacional de Defensa, p. 21).
Brasil ha comprendido a fondo la estrategia de los Estados Unidos. El Pentágono ha diseñado para Brasil la misma estrategia que aplica para contener a China: generarle conflictos en sus fronteras para desestabilizarla e impedirle despegar. Esa lógica es la que ha trasladado el centro de gravitación militar de Estados Unidos de Irak hacia Afganistán y Pakistán. Sobre esa base puede comprenderse mejor lo que viene sucediendo en América Latina en los últimos meses, cuyo último capítulo es el masivo desembarco en Haití. Digamos que Haití es la primera gran operación de la IV Flota. En vista de que el cambio climático provocará enormes calamidades en los próximos años, la operación en Haití será el patrón común a lo largo de ésta década.
En Sudamérica, un rosario de instalaciones militares del Comando Sur rodea Brasil por la región andina y el sur. La tenaza se cierra con el conflicto Colombia-Venezuela y Colombia-Ecuador, que tienen la capacidad potencial de incendiar toda la región. La tensión generada por el ataque de Colombia al campamento de Raúl Reyes en suelo ecuatoriano tiende a incrementarse con la ocupación de facto de Haití. Marchamos hacia una creciente militarización de las relaciones internacionales, algo inédito en esta región que, con la excepción de Brasil, no está ni psicológica ni materialmente preparada para defenderse.
* “La reorganización del capitalismo brasileño”, Instituto Humanitas Unisinos, 11 de noviembre de 2009.
Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe el “Informe Mensual de Zibechi” para el Programa de las Américas (www.ircamericas.org).
Para usar este artículo, favor de contactar a americas@ciponline.org.
Para mayor información
Brasil emerge como potencia militar
http://www.ircamericas.org/esp/6482
¿Está construyendo Brasil su propio “patio trasero”?
http://www.ircamericas.org/esp/5722
El nuevo extractivismo desarrollista en Sudamérica
http://www.ircamericas.org/esp/6651