Fuente: Programa de las Americas
Los Estados Unidos ya no son nuestro socio privilegiado. Ahora el socio privilegiado es China”, dijo el canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, en el cierre de la tercera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Costa Rica el 29 de enero.
“China está dispuesta a trabajar con los Estados de América Latina y el Caribe en el largo plazo y en la perspectiva estratégica, para la construcción de una la nueva plataforma de cooperación colectiva entre las dos partes”, había destacado el presidente Xi Jinping en la apertura del primer Foro China- CELAC, el 8 de enero en Beijing (Xinhua, 8 de enero de 2015).
La Declaración de Beijing firmada por los 33 cancilleres de la CELAC contempla un plan quinquenal de cooperación y el acuerdo de celebrar una segunda reunión en 2018 en Chile.
Los dos encuentros estuvieron interrelacionados. El gobierno chino anunció su intención de duplicar el comercio bilateral con la región hasta 500.000 millones de dólares en 2025. Bien mirado, no es tanto ya que “el comercio bilateral se multiplicó por 22 entre 2000 y 2013”, haciendo que China pasara “de ser un socio menor a convertirse en un actor central de comercio exterior de la región”, puede leerse en el informe de la CEPAL dedicada al Primer Foro CELAC–China[1].
En su discurso en el Foro el presidente Xi declaró que en la próxima década va a invertir 250.000 millones de dólares en la región, que estarán enfocados no sólo a la extracción de materias primas, como hasta ahora, sino a inversiones en infraestructura (transporte, ferrocarriles, puertos y carreteras) pero también a proyectos de tecnología e investigación y desarrollo.
Alicia Bárcena, directora ejecutiva de la CEPAL, destacó que “China puede convertirse en una gran alternativa para la región durante este año”, caracterizado por la baja del precio de las commodities y un crecimiento muy modesto que se prevé de apenas el 2% (Xinghua, 31 de enero de 2015).
En opinión de Bárcena, China está cambiando su modelo, lo que habilita nuevas y mejores oportunidades para la región. “China era un país de mucha inversión y poco consumo, ahora está bajando la inversión y aumentando el consumo. Eso significa que habrá inversión china buscando dónde invertir y América Latina es uno de esos lugares”.
Osvaldo Rosales, director de comercio internacional e integración de la CEPAL, destacó el compromiso chino de sostener con la región “un trato de igualdad, beneficio mutuo y un modelo de cooperación abierto e incluyente”, que debe concretarse en un aspecto central para el desarrollo de América Latina como la diversificación de sus exportaciones (Xinhua, 13 de enero de 2015).
En busca de materias primas
Hasta hace apenas cuatro años las relaciones entre los países de América Latina y China estaban focalizadas en el interés asiático en la compra de materias primas: hidrocarburos, minerales y oleaginosas. En algunos casos China adelantó grandes sumas para asegurarse el abastecimiento de petróleo, como en el caso de Venezuela que está virando el eje de sus exportaciones desde Estados Unidos hacia el gigante asiático.
Entre 2005 y 2013 recibió 50.000 millones de dólares, en su mayor parte a cambio de petróleo, pero también como créditos para la construcción de viviendas y obras de infraestructura (Valor, 4 de abril de 2013). Otras fuentes aseguran que sólo los créditos petroleros suman 40.000 millones de dólares (Econochina.com, 11 de enero de 2015).
Con Ecuador las tratativas por hidrocarburos y minerales han sido similares: adelantar dinero fresco a cambio de commodities, lo que le permite a gobiernos que no tienen acceso a créditos internacionales contar con efectivo para hacer rodar la maquinaria estatal. En este caso han sido 8.000 millones.
Según el vicepresidente, Jorge Glas, “China nos presta sin la condicionalidad del FMI”, asegurando que la relación no es condicionada sino que es más diversificada, incluyendo apoyo para una refinería en el Pacífico y por lo menos siete centrales hidroeléctricas (Econochina.com, 26 de enero de 2015).
De ese modo el país asiático se ha venido asegurando un flujo permanente de materias primas, de las que dependen su pujante industria y su cada vez mejor alimentada población. Dos datos: el PIB per cápita creció de 205 dólares en 1980 a 4.289 dólares en 2010; el 46% del producto es industrial.
Por eso el 83 por ciento de las adquisiciones de empresas chinas en América Latina estuvieron concentradas en energía y recursos naturales. China consume el 36% de las oleaginosas que se exportan en el mundo, el 19% de los minerales y el 20% de los combustibles. Es el primer consumidor de aluminio, cobre, estaño, soja y zinc, y el segundo de azúcar y petróleo[2]. Ese enorme consumo modela sus importaciones y sus relaciones comerciales con América Latina.
El crecimiento industrial se traduce en cambios en su pauta exportadora. China registra un fuerte crecimiento de sus ventas de bienes de capital y productos intensivos en investigación y desarrollo, al punto que responde por el 20% de las exportaciones mundiales de bienes de capital.
Este tipo de comercio (materias primas por bienes manufacturados) consolida las históricas asimetrías que afectan a la región. Según la CEPAL, la canasta exportadora de los países latinoamericanos hacia China es muchos menos sofisticada que hacia el resto del mundo. En 2013 los productos primarios representaron el 73% de las exportaciones de la región hacia China, frente a sólo el 41 de sus envíos al mundo. Al contrario, las manufacturas representaron apenas el 6% de las ventas a China frente al 42% del mundo.
A su vez, el 92% de las importaciones desde China son manufacturas, frente al 69 del mundo. Todos los países de la región exportan menos productos a China que hacia los demás destinos. En 2013 Uruguay exportó 1.387 productos diferentes a los países de la CELAC, 434 a Estados Unidos, 1.024 a Europa y sólo 106 a China. Brasil y México, los países de exportaciones más diversificadas, tuvieron una pauta similar: casi cuatro mil productos vendidos a la CELAC frente a poco más de mil a China.
Lo cierto es que hasta ahora el modelo de relaciones comerciales de China con Ecuador y Venezuela, dos socios claves, poco se ha movido de los patrones de intercambios instalados desde el período colonial.
Alianzas de amplio espectro
Una moderna torre de 27 pisos, coronada por un arco rectangular, enclavada en el corazón de Puerto Madero, es la primera visión de los viajeros que llegan por barco al puerto porteño. En lo más alto del “green building” se distinguen cuatro letras, ICBC, correspondientes al Banco Industrial y Comercial de China cuya cartera fue comprada al Standard Bank que lo ocupaba hasta 2011. Se trata del banco más grande del mundo en términos de capitalización bursátil, rentabilidad y depósitos de clientes. Es también la marca más valorada del sector financiero a nivel mundial.
ICBC Argentina heredó del estadounidense Standard Bank sus 103 sucursales en 17 provincias y tres mil empleados, un millón de clientes y más de 30.000 empresas, ocupando el séptimo puesto en el ranking de bancos privados del país (Crónica, 8 abril de 2013). De algún modo es el símbolo de una presencia que va mucho más allá de la minería a cielo abierto y las importaciones masivas de soja.
En 2010 se produjo un viraje en las relaciones entre China y América Latina. En las dos décadas previas a 2010 llegaron a la región cerca de 7 mil millones de dólares de inversión extranjera directa desde China. Pero ese año registró 14.000 millones, focalizados en dos adquisiciones en la industria petrolera: SINOPEC en Brasil y CNOOC en Argentina.
En los años posteriores siguieron llegando altos niveles de inversión directa china, mayormente focalizada en minería e hidrocarburos, pero con tendencia a la diversificación. Ese año China financió la compra de trenes por Argentina por 10.000 millones de dólares (Valor, 14 de setiembre de 2104).
Las inversiones en la industria manufacturera se han concentrado en Brasil. La tendencia es a instalar una planta después de años de exportar sus productos al país, según CEPAL para eludir restricciones a las importaciones. La apertura de la primera fábrica de Chery en Brasil abre una nueva etapa. Producirá 150.000 vehículos anuales con tres mil empleados, exportará a toda la región y abrirá un centro tecnológico de investigaciones en Jacareí, estado de Sao Paulo.
Estamos ante un proceso de diversificación, aún incipiente, que lleva a los capitales chinos a volcarse hacia obras de infraestructura, servicios y manufacturas. En Ecuador las inversiones mineras y petroleras se suman nuevos contratos en seguridad ciudadana, salud pública, seguridad vial y agua. Hay 20 empresas chinas con proyectos en diez sectores de la economía, financiadas por el Eximbank y el Banco de Desarrollo Chino (Planv.com, 27 de diciembre de 2014).
El Sistema Integrado de Seguridad Ciudadana montado por la empresa tecnológica china CEIEC, instaló cientos de cámaras en carreteras y ciudades con imágenes enlazadas e integradas a una red instituciones desde bomberos y policía hasta servicios de emergencia y tránsito, y sistemas de GPS y cámaras en 55 mil autobuses. La también china CAMEC construyó en tiempo récord los cuatro hospitales más grandes de la costa, en Guayaquil, Portoviejo y Esmeraldas, y proveyó de 200 ambulancias a salud pública.
En los próximos años se prevé que la financiación china consiga, luego de largas idas y venidas, poner en pie la refinería del Pacífico, el metro de Quito y más de 200 escuelas.
El caso de Argentina es, desde el punto de vista de la diversificación, el más emblemático junto al de Brasil. A mediados de 2014 Cristina Fernández comenzó un rápido acercamiento a China que cuajó en el Convenio Complementario de Cooperación de Infraestructura aprobado a fines de diciembre por el Senado. China tendrá prioridades en áreas como energía, minería, agricultura y desarrollo de parques industriales, además de ventajas impositivas y concesión directa de obra pública sin licitación (Estado de Sao Paulo, 18 de enero de 2015).
Como parte del acuerdo China aprobó un swap por 11 mil millones de dólares que engrosaron las reservas internacionales argentinas y serán usados para la construcción de dos hidroeléctricas en la provincia de Santa Cruz y la compra de abundante material ferroviario, entre ellos vagones para renovar los vetustos trenes.
Durante la visita de Crisitina Fernández a China a comienzos de febrero, se acordó el apoyo a la construcción de la cuarta y la quinta central nuclear, en ambos casos con componentes argentinos en un 70 y 50%.
La presidente destacó que “Argentina desea incrementar la cantidad de permuta de divisas con China, da la bienvenida a las compañías de automóviles y telecomunicaciones chinas para que construyan fábricas en el país, y que espera la participación de más empresas chinas en la explotación de los recursos de potasio y litio en Argentina” (Xinghua, 5 de febrero de 2015).
Un nuevo comienzo
Ese acuerdo ha levantado fuertes críticas en Brasil, ya que Argentina es el principal mercado para su industria. “Hubo una falla estratégica brasileña”, dijo Klaus Müller, de la Asociación Brasileña de la Industria de Máquinas y Equipamientos. “La pérdida de mercado de los productos brasileños a favor de los chinos en Argentina se va a incrementar ahora, en perjuicio de la industria nacional” (Estado de Sao Paulo, 18 de enero de 2015).
En 2014 las importaciones argentinas de productos brasileños cayeron un 25%. En el rubro de maquinaria, la caída brasileña fue del 34%, frente a un incremento de las importaciones chinas del 14%. Los medios empresariales brasileños creen que 2014 fue “el año en que la influencia de China sobre Argentina se tornó más visible” (Valor, 14 de setiembre de 2104).
Lo cierto es que la diversificación de las inversiones chinas “hacia sectores distintos de las industrias extractivas, como las manufacturas, los servicios y la infraestructura”, como promueve el discurso de la CEPAL, no podrá transitarse sin conflictos.
Tres cuartas parte de las exportaciones argentinas a China son soja en granos, y apenas el 13 por ciento es soja procesada. Más del 70% de las exportaciones de Brasil (sexta potencia industrial del mundo) a China son soja en grano y mineral de hierro. No será sencillo mover esta pauta.
Empiezan a generarse, no obstante, nichos de verdadera cooperación en el área de defensa. Venezuela desarrollará con China una fábrica de satélites de pequeño tamaño, de hasta una tonelada de peso. Venezuela encargó en octubre del año pasado la construcción y puesta en órbita del tercer satélite, el Antonio José de Sucre que será el segundo de reconocimiento tras el Francisco de Miranda (lanzado en 2012) y el Simón Bolívar de telecomunicaciones (lanzado en 2008).
Este año se inaugurará el Centro de Investigación y Desarrollo Espacial en Puerto Cabello, donde se diseñarán, ensamblarán, integrarán y verificarán satélites para ser empleados en órbitas bajas (defensa.com, 2 de febrero de 2015).
Existe una vinculación de empresas chinas con el sistema integrado de defensa de la Amazonia brasileña, así como en otros ámbitos de la defensa con varios países de la región. En la misma línea, China acaba de ofrecer navíos de patrulla oceánica a Argentina y Uruguay a precios muy inferiores a los occidentales, además de ofrecer aviones de entrenamiento y combate a Bolivia, Venezuela y Ecuador.
En su reciente visita a Beijing la presidenta argentina firmó “amplios y ambiciosos acuerdos de defensa” que pueden influir en las opciones que en el futuro realicen sus vecinos (defensa.com, 2 de febrero de 2015). Es posible que el área de la defensa ofrezca oportunidades para relaciones diferentes a las que los países latinoamericanos han tenido con los desarrollados, para quienes son apenas mercados donde colocar sus productos.
“China se está volviendo líder mundial en innovación tecnológica”, asegura el profesor de política económica brasileño José Luis Fiori, uno de los más incisivos analistas geopolíticos (Outraspalavras, 4 de junio de 2013). Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos hace siete décadas, “ese avance se apoya en la investigación militar”, ya que se desarrollan tecnologías “duales”, aplicables tanto a la industria civil como militar. Eso indica que China dejó detrás el período en que creció en base a la copia de tecnologías occidentales.
Los avances chinos en microelectrónica, computación, telecomunicaciones, energía nuclear y solar, biotecnología y en el campo aeroespacial, muestran que la investigación y la innovación de punta no pueden quedar en manos del mercado. Algo similar sucedió con Estados Unidos antes de convertirse en imperio. La cooperación en áreas tan sensibles como las tecnologías más avanzadas, puede ser un ensayo para saber si la potencia asiática que pretende relevar al imperio es portadora de relaciones interestatales capaces de modificar las desigualdades históricas.
NOTAS:
[1] “Explorando espacios de cooperación en comercio e inversión”, Cepal, enero 2015.
[2] Revista Tempo do Mundo, Ipea, Brasilia, abril 2013, pp. 8 y 15.