Estoy parado en el zacate húmedo en la plaza de Frank Ogawa en Oakland, tratando de no enfriarme ahora que el sol esta bajando y la temperatura también. Hay grupos de gente aquí, reunidos en una demonstración pública para protestar la sentencia que hace pocas horas le dieron a un policía blanco, quien mató a un joven negro al dispararlo por la espalda… Al oficial en cuestión le dieron dos míseros años en la cárcel. Todos en la demonstración están haciendo la misma simple comparación: si los papeles estuvieran invertidos y un hombre negro hubiera disparado a un policía blanco por la espalda, su castigo seria mucho, mucho mas extremo, quizás le hubieran dado la pena de muerte (estamos en California, un estado “liberal”, después de todo).
Por lo tanto, a una persona a la que la sociedad le ha confiado con la aportación de un arma y quien tiene el peso del estado apoyando, obtiene una sentencia mas débil; en realidad, para ellos la aplicación de la ley es menos fuerte que a un ciudadano normal.
Estos pensamientos están haciendo vueltas en mi cabeza mientras que los manifestantes enojados empiezan a marchar atraves del centro de Oakland, y un escalofrío me atraviesa. Realmente no es miedo o excitación, solo que algunos días antes estuve en un lugar que era diferente por muchas maneras. Para empezar tenia un ardiente calor y mi cuerpo aún se esta ajustando a este frío del Area de la Bahía… pero mas importante es que es un lugar donde la ley y la policía trabajan muy, muy diferente. En ese lugar, cuando un policía es encontrado culpable de un crimen, son castigados mas severamente, la idea de que un policía debe ser juzgado en un nivel mas elevado.
El lugar en cuestión es San Luis Acatlán, Guerrero, Mexico, y esta comprometido en una forma de justicia que es un nuevo experimento y al mismo tiempo, tiene siglos de existencia.
San Luis Acatlán es un pueblo de aproximadamente 35,000 habitantes, establecido a lo largo de una larga calle que se estira entre dos iglesias. Se encuentra al este de la costa del Pacífico y varias millas al interior del turistico Acapulco, su vecino mucho mejor conocido. La temporada de lluvias terminó cuando llegué, y un fuerte calor reemplazó a la lluvia. He venido hasta aquí a descubrir un grupo llamada La Policía Comunitaria, una fuerza policial autónoma y un sistema de justicia que es algo como una leyenda en Mexico. La idea es simple: gente local son elegidos para que actúen como policía temporal, y la justicia es administrada por un consejo de miembros de la comunidad, no el sistema del estado local. La inspiración del proyecto surgió luego de un periodo de violencia en la región que cualquiera que es lo suficientemente mayor de edad recuerda muy bien, y no dudan para describirlo.
“Era horrible, el principio de los ’90” dice Victorio, un hombre en sus treinta años con intensos ojos oscuros y una figura delgada, agarrando una carabina M1 bien aceitada, pero anticuada. “Las mujeres eran violadas en los caminos entre los pueblos, y nadie podía viajar a ningún lado, y quiero decir a ningún lado, después de que oscureciera. Esos años fueron absolutamente terribles en estas partes”.
Inclina su vieja gorra con las palabras POLICIA COMUNITARIA en el frente, el mismo emblema que ha sido imprimida en su descolorida playera verde. Estamos sentados en la sombra de algunos arboles fuera del pequeño edificio que sirve de la oficina central de la Policía Comunitaria, pero el calor sigue siendo sofocante y todo el mundo alrededor nuestro esta brillando con el sudor tropical.
Victorio agarra el usado mango de madera de su rifle, el mismo modelo usado por el Ejercito de EEUU durante la Guerra de Korea. “Esta arma no es mía… ninguna de nuestras armas nos pertenecen: las armas pertenecen a la comunidad. Cuando terminamos nuestro servicio, regresamos nuestros rifles y estas son dadas al siguiente grupo de voluntarios.”
La Policía Comunitaria evolucionó en respuesta a esta plaga de violencia de la que Victorio habla. Un nuevo sacerdote que había empezado a trabajar en la área, Padre Mario, empezo a tener asambleas en todos los pueblos locales, para discutir y organizar alrededor de los muchos problemas que los habitantes tenían que enfrentar.
“Al principio el (Padre Mario) nos habló con su lenguaje, el lenguaje de preocupación… pero nosotros escuchamos con oídos de indiferencia,” dice Apolonio Cruz Rosas, uno de los fundadores de la Policía Comunitaria, quien vive en un pequeño pueblo en la carretera al norte de San Luis Acatlán. En 1992 tuvimos la primera asamblea en un pueblo… y luego las movimos, de pueblo a pueblo, para que todos pudieran estar involucrados. Fuimos a la policía, los judiciales, y el ejercito para pedirles que nos ayudaran a resolver este problema, el problema de la violencia y los robos, pero ellos no hicieron nada.”
Y luego de esta frustración inicial con las autoridades, y muchas asambleas de los pueblos, en 1995 la Policía Comunitaria, una fuerza policial que iba a ser creada de voluntarios de los mismos pueblos, nació. Hubo un largo debate sobre si llamarse La Policía Auxiliada o La Policía Comunitaria. El primer titulo implicaba que los aldeanos serian una extensión de la policía local, mientras el ultimo implicaba una nueva forma policial y de justicia. Después de una larga noche de debate, la nueva fuerza fue bautizada “La Policía Comunitaria”.
“En el principio,” dice Cirino Plácido, uno de los fundadores y ahora es un asesor del proyecto, con quien me reuní en una pequeña taqueria en San Luís, “en el principio lo que hacíamos era simplemente arrestar gente que sospechábamos había cometido crímenes y los entregábamos a la policía local. Pero luego, y muy seguido, alguien simplemente pagaba un soborno y la persona era liberada. Así que tuvimos otra asamblea de todas las comunidades, y nos remontamos a nuestras raíces indígenas… y así se formo el C.R.A.C., en 1998.”
El C.R.A.C. o el “Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias”, trató de llevar el proyecto de La Policía a un paso mas allá: habían formado su propia fuerza policíaca, pero el sistema judicial del estado era tan defectuoso e ineficiente como lo era la policía oficial. Por lo tanto, pensaron en formar, y hacer cumplir, su propio código legal.
Luego de varios encuentros se decidió la gente sospechosa de haber cometido un crimen sería juzgada por un consejo de ancianos, elegidos como la Policía, y de ser encontrados culpables serian sentenciados, no a la cárcel, pero a una forma de servicio comunitario, lo que C.R.A.C. llama “re-educación”. La sentencia sería siempre llevada a cabo en otro pueblo que no fuera el de uno, para así evitar la dificultad de que una persona sea prisionera de sus propios vecinos.
“Lo que estamos haciendo aquí es en la recuperación de lo que alguna vez fue nuestro, el derecho a tomar decisiones colectivamente,” explica Cirino mientras tomamos unas sodas bien heladas que saben buenisimas al calor del día. “Este proyecto es un ejercicio de los derechos colectivos del pueblo, y es una visión horizontal, en oposición a una vertical.”
A los 53 años, Cirino ha estado involucrado en organizar desde el 1992, cuando estuvo envuelto en la campaña de los 500 Años De Resistencia que ocurrió en toda Latinoamérica en la víspera del aniversario de la llegada de Colón. Nunca ha sido miembro de un partido político y describe su propia trayectoria política como una que siempre lo ha llevado “hacia abajo”, hacia la base, lejos del elite. “por esta razón,” dice, “conozco el Mexico que no sale en la televisión, el otro Mexico.”
Su experiencia al organizar en-el-campo hacia metas difíciles como seguridad y justicia, le dan una visión critica de proyectos políticos que no tienen que lidiar con las mismas pruebas.
Se inclina hacia mí y sus ojos brillan con orgullo de los muchos años que ha estado en este proyecto. “Mira, ” dice, “hay muchos pensadores, muchos escritores, mucha gente que tiene ideas muy lindas acerca de como re-imaginar este mundo. Pero el problema es que ellos no pueden ponerlos en práctica, y para mi es porque ellos no tienen la base correcta, su base es débil. Nosotros siempre empleamos la práctica, nuestras teorías siempre implican práctica. Nosotros siempre mantenemos la teoría y la práctica en juego una con la otra, y nuestra teoría viene de la misma gente que lo practicó: el pueblo indígena de Guerrero.”
Al día siguiente se acaba el agua en el cuarto que estoy rentando en San Luís, y tuve que subirme al techo a llenar el tanque de agua con una manguera. Hace un calor abrasador allá arriba y el cielo sobre mi esta seco y de un azul ardiente. El calor trata de absorber todos los sonidos pero aun así, el pueblo se las sabe para ser ruidoso. El mismo carro viaja alrededor de las calles como cualquier día, proclamando los mismos anuncios de tortillas a domicilio desde unos baratos parlantes soldados a su techo. Un niño en motoneta esquiva los huecos en el pavimento y toca su bocina eléctrica que hace el mismo molesto sonido de una alarma de carro. Y un hombre viejo y marchito se sienta en un parche en la sombra y toca una melodía en el acordeón una y otra vez, aún cuando no hay transeúnte que le de ninguna propina.
O sea, es un pueblo como tantos otros en Mexico. Y entonces ¿porqué?, no puedo evitarlo pero me pregunto mientras me sacudo el sudor de mis ojos y espero que el tanque se llene, ¿porque es que aquí, algo como la Policía Comunitaria, ocurrió?
Quizás sea algo acerca de Guerrero mismo, la región, el estado. Este no es un sitio donde estas ideas simplemente cayeron del cielo; es un estado donde maestros se convirtieron en guerrilleros armados. El ejemplo mas prominente en San Luís Acatlán es Genaro Vasquez, un antiguo maestro de este mismo pueblo quien formo una organización guerrillera llamada “Asociación Cívica Nacional Revolucionaria”, ACNR, que llevó a cabo varias operaciones en los 60’s y 70’s, mas famosa por el secuestro de un ejecutivo de la Coca Cola y su liberación solamente después que nueve prisioneros políticos fueran liberados y asilados en Cuba. Genaro fue eventualmente capturado en el mismo pueblo donde nació, mientras huía de un accidente automovilístico, y murió asesinado o de sus heridas mientras estuvo en custodia policial. Hoy existe una secundaria en San Luís que lleva su nombre, y simpatizantes de la Policía llevan camisetas con su imagen. Genaro Vasquez es un héroe local y un antecedente político de la Policía Comunitaria.
“Esta en nuestra sangre,” explica el Dr. Jorge Vasquez, un sobrino de Genaro, el legendario guerrillero. “La sangre de nuestros antepasados y de nuestra familia. Queremos cambiar a la gente, promover un cambio en toda la sociedad, tomar las ideas de La Policía Comunitaria y extenderlas a las áreas de salud y pobreza, y de incluir estos problemas como parte de nuestras metas.”
Luego me siguió contando acerca de un recien-inaugurado centro de salud de la mujer indígena en San Luís que va abrir en diciembre del 2010. Jorge y otros en el pueblo tienen visiones mas grandes, mas allá de solamente establecer la Policía como una fuerza de seguridad. Ellos quieren llevar la idea al siguiente nivel, y usando la Policía como modelo y punto de partida, resolver problemas como salud, pobreza y educación.
Verdaderamente, mientras el estado mexicano se revuelca en medio de una violenta guerra a las drogas que apenas puede contener, mucho menos ganar, este experimento, esta “recuperación” que es la Policía Comunitaria y el C.R.A.C., puede probar ser mas valioso que a simple vista. Especialmente desde el punto de ventaja a los Estados Unidos, que cuenta con la población penitenciaria mas grande del planeta, un modelo de justicia que busca no excluir pero re-integrar a la persona condenada, por eso me llama mucho la atención.
Quería conocer a alguien que realmente haya estado en el programa de “re-educación” de la Policía Comunitaria, y después de preguntar a varias personas, me presentaron a un hombre en sus 30’s que trabaja como vendedor ambulante y quien pidió no se le nombrara.
“Nos mandaron a limpiar escuelas de niños y secundarias, a quitar las piedras en las carreteras…” explica el hombre, “y mientras estamos en la re-educación, los guardias nos hablaban, y los coordinadores de La Policía venían y nos hablaban también, acerca del porqué estábamos ahí, porqué fuimos sentenciados, y de qué se trataba todo. Eso es mejor que la cárcel regular, donde ni siquiera sabes porqué estas ahí, y donde nadie viene a hablar contigo.”
El hombre fue condenado por venderle marihuana a un menor y sirvió dos meses de servicio comunitario en dos pueblos diferentes antes de ser liberado por su buen comportamiento.
“La Policía es buena,” dice, detrás de su puesto, “mucha gente alrededor habla mal de ellos, pero eso es porque no los conocen. Yo nunca me sentí solo cuando estaba cumpliendo mi sentencia, y ya no lo voy a hacer de otra vez [vender marihuana]… hay gente que habla mal de ellos, pero eso es porque no los conocen. Son una muy buena organización.”
Una de las razones por las que se les habla a los prisioneros mientras están participando en su “re-educación” es un asunto de auto-conservación por parte de los individuos que están trabajando como Policía Comunitaria. Después de todo, no son oficiales de policía profesionales, y luego que cumplan con su tarea, regresaran a ser simples campesinos como el resto. Alguna gente me contó que algunas veces prisioneros en el pasado amenazaban a sus guardas, diciendo “Cuando todo esto acabe, te voy a encontrar y te voy a matar.” Por eso, cuando los guardas hablan y entablan amistad con los prisioneros, también es una manera de asegurarse de que no existan resentimientos cuando los prisioneros se van, y usualmente la gente que esta siendo re-educada se van como amigos de la misma gente que los estaba vigilando.
¿Y qué es lo que sucede cuando miembros de La Policía Comunitaria misma son acusados de un crimen?, “Entonces, consideramos un castigo mas duro,” explica Pablo Guzman, uno de los coordinadores actuales de La Policía, y quién tiene la responsabilidad por la clases de sentencias que son alcanzadas. “Ellos son juzgados en un nivel mas elevado, y entonces consideramos una transgresión de ellos, de mucha mas gravedad. Si uno de ellos comete un crimen, es castigado mucho mas severo que una persona regular.” Esto se levanta en crudo contraste con los Estados Unidos y un sinfín de países, donde oficiales de policía son juzgados en un estilo opuesto – son castigados menos severo – cuando han cometido una ofensa.
Mientras estados atraves del mundo se encuentran atados por recursos, y una anchas hordas de la humanidad descubren que están viviendo en un mundo sin ley y sin gobierno, quizás proyectos como La Policía Comunitaria y el C.R.A.C. provean un camino hacia adelante, un ejemplo para la gente que siga cuando se enfrenten a los mismos problemas graves que la gente del Guerrero rural tuvo que enfrentar hace quince años. El proyecto del C.R.A.C.-P.C. no es perfecto, de ninguna manera, y nadie involucrado (o diría) que lo fuera. Pero una cosa es cierta: el crimen en la zona ha disminuido mas de 90%, y por si fuera poco, la dificultad ahora es de mantener personas que continúen ser involucrados cuando los problemas aparentemente se han acabado. Y entonces, a mediano plazo por lo menos, La Policía Comunitaria ha triunfado, uno puede viajar libremente entre pueblos, aún cuando oscurece, y todos dicen que se sienten mas seguros que en el pasado, Mientras la violencia causa estragos en otras regiones en Mexico, por lo menos las municipalidades que participan en La Policía Comunitaria pueden sentirse seguros cuando duermen por la noche.