10/09/2007
Hace una generación o un poco más, el pueblo Huaorani de la cuenca amazónica de Ecuador había sobrevivido a las numerosas prisas colonialistas por extraer los recursos naturales, pero cuando las bolsas de petróleo fueron descubiertas en sus territorios, la destrucción étnica y del medio ambiente la sucedió. Por aquel entonces el pueblo Huaorani vivían libres como seminómadas cazadores recolectores, sin embargo ahora son forzados a vivir en tierras contaminadas y en reservas indígenas bajo el control militar que ampara a las transnacionales petroleras.
En este contexto de devastación es donde la compañía sueca Skanska opera en la cuenca amazónica ecuatoriana. Skanska, una de las mayores constructoras del mundo, dirige operaciones con otras multinacionales petroleras en el bosque tropical ecuatoriano a pesar de la resistencia local, las condiciones ilegales y el hecho de que sus operaciones causen un terror ecológico y una evidente destrucción cultural. El pueblo Huaorani es uno de los pueblos indígenas cuya existencia es amenazada en la región en la que Skanska se ha hecho notoria por méritos propios.
Tradicionalmente, el pueblo Huaorani es un pueblo nómada de la selva que viven de la caza y la recolección, y los expertos creen que han vivido en la cuenca amazónica ecuatoriana desde hace miles de años. La historia de su cultura es difícil de documentar, sin embargo su forma de vida sostenible no ha dejado huella en el medio natural. Esta falta de evidencias de la historia cultural indígena ha comprometido los derechos sobre el territorio de los pueblos indígenas alrededor del globo y ha ocasionado que su derecho a existir sea cuestionado por las políticas y los juegos económicos que tienen intereses en sus territorios. A día de hoy, el pueblo Huaorani es condenado a vivir al borde de la aniquilación por las consecuencias de la explotación petrolera en Ecuador. Tras unas luchas intensas por conseguir un reconocimiento político como pueblos indígenas, hace pocos años el pueblo Huaorani ha recuperado autonomía y territorio amparado por las leyes nacionales y convenios internacionales (como el 169 de la OIT de NNUU concerniente a los derechos de las poblaciones indígenas)
Sin embargo, a pesar de esta victoria y del hecho de que su territorio fuera reconocido por la UNESCO reserva de la biosfera, dentro de sus límites se está llevando a cabo una desenfrenada explotación petrolera. Las actividades de la industria petrolera en la región amazónica de Ecuador a menudo son ilegales y las compañías han ocupado brutalmente la selva aprovechando la amplia corrupción y la ausencia de regulación en las concesiones. La cooperación de Skanska con la petrolera Petrobras en PNY es un claro ejemplo de este tipo de abusos.
Guerra de baja intensidad
Para circunnavegar en el derecho a la autonomía de los Pueblos Indígenas, la industria petrolera ha emprendido estrategias de guerras de baja intensidad. Se usan varias vías de manejo de poder para combatir, dividir y manipular a la población local. El ejercicio de poder de la industria petrolera sobre el pueblo Huaorani de la cuenca amazónica se manifiesta en la rampante militarización y paramilitarización de la región, en la manipulación de las organizaciones indígenas y el uso de las amenazas y la violencia.
Redes y organizaciones como Oilwatch y Acción Ecológica que luchan contra la explotación petrolera en ecosistemas sensibles y en territorios indígenas, han enseñado como las compañías petroleras proceden típicamente a estafar a pueblos indígenas como los Huaorani. El pueblo tribal (con poco o ningún contacto con la “civilización”) ha sido engañado para llegar a acuerdos con las compañías petroleras firmando contratos con huellas dactilares cuando no podían leer, escribir o entender el español – una práctica que es, por supuesto, completamente ilegal.
Según Alicia Cahuiya, líder de AMWAE, organización de mujeres Huaorani, “el pueblo Huaorani ha sido engañado por las compañías de forma muy diferentes” Cuenta como las compañías han dado utensilios como pelotas de fútbol, ropa y golosinas a cambio de perforar petróleo en sus territorios. “Las compañías a menudo han comprado a comunidades con pequeños regalos” dice Cahuiya “porque los vecinos no entienden qué pasa cuando los representantes de las compañías vienen a llamar. Más tarde, cuando la gente se enferma por la contaminación causada por la extracción de petróleo y empiezan a protestar, los militares arremeten a favor de la compañía Obviamente, estamos preocupados – han establecido controles militares alrededor de todo el territorio y si algo pasa, no podemos entrar ni salir de nuestras comunidades sin que ellos lo aprueben e incluso las agencias gubernamentales no siempre nos dejan pasar”
Cuando la licenciada en ciencias políticas Hanna Dahlström y yo investigamos la industria petrolera y los trabajos de Skanska en la región amazónica de Ecuador, nuestra visión de este tipo de manipulación, control y violencia ha sido ratificada. Socializando con los trabajadores de Skanska mientras encubierto nos las apañábamos para ser invitadas a uno de los campos petroleros de Skanska en el Bloque 18, lugar que la sueca Skanska comparte con Petrobras. Fuimos llevadas al campo petrolero en un jeep de Skanska acompañadas por el director regional Milton Díaz y un guarda fuertemente armado que se siempre acompaña al jefe en sus viajes al campo petrolero. Díaz explicó que “los indios pueden ser violentos a veces y hay grupos rebeldes en la zona”
En el jeep Díaz recibió una llamada en la que le informaban que la situación en el campo no era buena. Justo cuando estábamos en la destartalada carretera hacia los campos, tuvimos que parar por un corte que hubo en la carretera. Era uno de esos días en los que los moradores protestaban contra la explotación. Díaz hizo llamada tras llamada, y nos explicaba irritado que ellos se veían obligados a llamar a refuerzos “para negociar con la gente” Volvimos a la base administrativa de Skanska en la ciudad petrolera del Coca donde “disfrutamos”de vino y comida mientras esperábamos noticias de la tensa situación.
Racismo colonial
El discurso colonial racista penetra en la base administrativa de Skanska – una finca de lujo – detrás de sus muros, puertas y guardias de seguridad. En la tarde-noche, tras nuestro viaje frustrado a los campos petroleros, hubo una fiesta en la piscina para los directivos de Skanska y Petrobras. Los directores discutían “las demandas irrazonables de la población local” y sobre los altos impuestos que las compañías estaban obligadas a pagar “en estas repúblicas bananeras” Compararon a la población local con pueblos incapaces de desarrollarse.
La producción del campo del bloque 18 bajó por unos días, después oímos decir a Díaz que los problemas con la población local “se habían resuelto” y las operaciones se habían reanudado. Lo que no dijeron es como habían resuelto la situación.
Más tarde, abogados del FDA recibieron información de una fuente segura sobre violaciones a los DDHH y a los derechos ambientales de los moradores.
Industria de muerte
No queda mucho de lo que fue la amazonía ecuatoriana y de los lugares donde los grupos indígenas como el pueblo Huaorani habían vivido por cientos, o miles, de años. Según Oilwatch, más del 70% de la región está controlada por la industria petrolera entre las cuales encontramos a Skanska. Para facilitar las técnicas y las infraestructuras que las petroleras necesitan en la cuenca amazónica, Skanska es uno de los pilares de lo que quizá sea la industria más diabólica que podemos definir solo con una palabra: MUERTE.
Manuela Omari Ima, nueva dirigente de la organización de mujeres Huaorani, AMWAE, tiene experiencias de primera mano en las devastadoras cosecuencias de la explotación petrolera. “Los pueblos indígenas de la amazonía ecuatoriana han sido diezmados en tan solo unas pocas décadas” dice. “El pueblo Huaorani lo conformaban alrededor de dieciséis mil individuos a finales de los años 60, época en la que se inicó la explotación petrolera. A día de hoy, no hay más de mil individuos No sé cuánto más podemos sobrevivir bajo estas condiciones. Quizá la industria nos sobreviva – viendo cual ha sido la suerte de otros pueblos en la amazonía. A lo mejor la tierra no tendrá nada cuando las compañías se vayan”
En total, un estimado de 90% de los pueblos indígenas en la región amazónica de Ecuador ha sido arrasado en pocas décadas, según el FDA. La contaminación de la industria petrolera, las relocalizaciones forzosas, la violencia militarizada y las enfermedades de la civilización naciente son los factores determinantes de estos procesos de extinción.
A día de hoy se da una importante resistencia contra la explotación petrolera en la selva ecuatoriana y en el territorio indígena Huaorani. Junto al pueblo Huaorani y otras comunidades locales hay muchas redes que luchan contra la devastación industrial en la región. Algunas de ellas son Oilwatch, Acción Ecológica y el Frente de Defensa de la Amazonía. Sin embargo, según Omari Ima, la existencia del pueblo Huaorani y otros pueblos tribales está condenada, a menos que los estragos ocasionados por la codicia de las materias primas cesen inmediatamente.