Fuente: Programa de las Américas
La vitalidad del movimiento estudiantil argentino lo convierte en un espacio de organización, debate y formación de nuevas generaciones de activistas que, por su compromiso social y político, dedican sus vidas al cambio social junto a los más pobres de la ciudad y del campo.
“Nosotros entendemos la militancia universitaria como una escuela de vida, a través del hacer y de la formación permanente”, explica Esteban, 23 años, estudiante de ciencias políticas, quien participa en el grupo organizador del IV Foro Nacional de Educación para el Cambio Social realizado en Rosario del 8 al 10 de junio.
Lentamente el tímido sol invernal comienza a despejar la densa cortina de niebla que separa el amplio predio de la universidad de las orillas del río Paraná. Construcciones vetustas en un barrio casi marginal es la característica de la Universidad Nacional de Rosario, conocida popularmente como “La Siberia” por el frío húmedo y penetrante que soportan sus estudiantes.
Durante tres días siete mil estudiantes Argentina y de ocho países de la región se encontraron en 17 paneles, 60 talleres, proyecciones de audiovisuales, muestras de fotos, obras de teatro, murgas, debates, festivales musicales y varias intervenciones culturales que incluyeron teatro, mimo y mística. Los grandes encuentros se desarrollaron en una enorme carpa central frente al río y en decenas de aulas y salones de la Universidad.
Una característica destacada del Foro, que se realiza por cuarto año consecutivo, es que lo organizaron decenas de agrupaciones estudiantiles de base, muchas de ellas agrupadas en el Espacio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base (ENEOB), un ámbito escasamente institucionalizado, autónomo y horizontal.
La segunda es que el movimiento estudiantil, en este caso universitario y secundario, se ha convertido en un semillero, o vivero si se prefiere, donde se forman a sí mismos miles de activistas sociales que luego se comprometen con los sectores populares, sobre todo en los barrios periféricos de las grandes ciudades argentinas.
Estos rasgos sobresalientes del movimiento estudiantil consiguieron atraer a numerosos intelectuales y a gran cantidad de docentes que participan en las mesas y debates. También pueden rastrearse en los temas que abordan loa paneles: desde la colonialidad del saber y el conocimiento transformador, que fue el tema de la mesa de apertura, hasta los impactos del modelo extractivo, la Universidad frente al modelo de desarrollo, el software libre, la relación entre cárcel y educación, los problemas de la comunicación alternativa y la vivienda popular.
Muchas mesas abordaron el papel de las mujeres y los jóvenes, con espacial énfasis en los géneros y las sexualidades en los espacios educativos y los aportes de las pedagogías feministas, en cuyos debates se destacaron los grupos Pañuelos en Rebeldía y el Colectivo Feminista Malas Juntas, entre otros.
Un grupo de ingenieros, desafiando la lógica corporativa de su profesión, organizaron un debate sobre las inundaciones que suelen suceder en Rosario y otras ciudades del país, que siempre afectan a los más pobres, y cuestionaron el papel de su profesión por descuidar esta realidad cuando planifican obras. Todo en el clima festivo que caracteriza cualquier encuentro juvenil.
Un encuentro autogestionado
“El Foro lo organizamos entre muchos”, intenta explicar Estaban cuando se le pregunta si hay instituciones o fondos del Estado respaldando este enorme encuentro. Recuerda que el primero se realizó en La Plata (Buenos Aires) cuatro años atrás con dos mil personas. Luego se realizaron en Córdoba y Buenos Aires con unas cinco mil personas, y ahora en Rosario, la tercera ciudad argentina.
“Nos coordinamos entre muchos grupos; primero decidimos en un plenario nacional del ENEOB las principales características del Foro, dónde se realiza y cuáles son los temas que articulan los debates, aunque cada agrupación puede organizar los talleres que quiera”. Luego explica que los que llegan de otras ciudades duermen en la Facultad de Psicología, donde hay calefacción, y algunos en hostales y hoteles de Rosario.
Los activistas se encargan de las más diversas tareas, desde la comida hasta la infraestructura. Siempre trabajan en comisiones: las principales son “metodología”, que incluye desde el cronograma, hasta el lugar para dormir, la comida y el festival, las de “seguridad”, “finanzas” y “prensa”. En el ENEOB confluyen unas 25 agrupaciones, algunas integran corrientes políticas nacionales y otras existen sólo en algunas facultades. Las decisiones las toman por consenso.
En Rosario trabajaron durante varios meses unos cien militantes básicamente de dos agrupaciones, “Santiago Pampillón”, del Frente Popular Daría Santillán, y “Socialismo Libertario”, más algunos colectivos pequeños. Contaron con el apoyo del sindicato CTA (Central de los Trabajadores de la Argentina) y de la Universidad pro el grueso de los recursos surgieron del trabajo solidario.
“Luego en cada lugar la gente se organiza para conseguir dinero para el viaje haciendo fiestas y comidas. Además hacemos un gran festival aquí, que es una de las principales fuentes de financiación”, sigue Esteban.
Este año un plenario nacional del ENEOB definió tres ejes de debate: Juventud y Participación Política, La Educación que Queremos y América Latina en la Encrucijada, y sobre esa base la mesa nacional que se reúne cada quince días fue afinando los detalles del Foro. Pero lo más interesante es la propia gente que participa. El promedio de edad son 22 o 23 años y muchos pertenecen a los sectores populares.
Esteban va a los detalles: “La mayor parte de los participantes son del ciclo básico, o sea estudiantes que recién empiezan la Universidad o están saliendo del secundario. Están entrando a un nuevo mundo de debates y de compartir nuevas cosas, que tiene fuerte impacto en sus vidas. Además de estudiantes vienen maestros y profesores que en los colegios organizaron talleres con docentes y estudiantes”.
Si contamos los grupos que organizan talleres y los que no están integrados en el ENEOB, es posible que haya más de cien colectivos de base en el IV Foro. En los intercambios se puede concluir que la mayor parte son personas de izquierda independiente, y todos son militantes de base que no pertenecen a un aparato político institucionalizado. “Esto es puro brazo y pulmón”, se ríe Esteban. “La militancia está pegada a las necesidades de la vida”.
La generación post 2001
Decir 2001, en Argentina, es hablar de la crisis terminal del modelo neoliberal: pobreza y hambre, pero también del nacimiento de una nueva cultura política. Desde comienzos de la década de 1990, en cada facultad, en los más remotos lugares del país, nacieron agrupaciones estudiantiles de base en la que participan cientos de jóvenes. Es uno de los rasgos que diferencian a la Argentina de otros países de la región.
“Creo que el movimiento de la reforma universitaria, que viene de 1918 en Córdoba, inaugura un proceso de politización en las universidades que se fue replicando a lo largo de la historia en la lucha contra las dictaduras y que de otra forma se replica luego de 1983, cuando retorna la democracia”, analiza Emilio Taddei, sociólogo de 44 años, ex militante estudiantil que llegó al Foro para intervenir en la mesa de apertura..
“Como militante de la generación anterior a ésta, la generación de la transición democrática estaba mucho más enclaustrada dentro de los muros de la universidad. Creo que la gran diferencia con esta experiencia es que gran parte de las certezas dentro de los muros se derrumbaron. La comunidad universitaria estuvo en gran medida al margen de las luchas de 2001, en el momento que el pueblo argentino se levantó contra el neoliberalismo”, sigue Taddei.
Cree que existen varias razones para explicar la crisis universitaria. Una de ellas es que “las universidades reprodujeron una parte de las conductas democráticas que se vinieron abajo el 19 y 20 de diciembre de 2001”, cuando la población se levantó contra un gobierno electo que le imponía hambre y extrema pobreza para favorecer al sector financiero.
En segundo lugar, “hubo un fuerte empobrecimiento de los universitarios, lo que los empujó al activismo”. Por eso se cree que este movimiento es mucho más interesante, porque “antes la defensa de la Universidad pública pasaba por la defensa de las condiciones materiales del centro de estudios y de sus trabajadores, pero ahora está más claro que no hay defensa exitosa de la Universidad sin su transformación. Y eso requiere un grado de apertura hacia la sociedad”.
Y concluye su reflexión: “Uno de los elementos novedosos de esta experiencia militante respecto a cuando yo fui militante universitario, es que las carreras técnicas muy volcadas hacia dentro de la Universidad, como ingeniería y agronomía, ahora salen a la sociedad y van a los territorios de la pobreza. Hay una agrupación de estudiantes de ingeniería que viene a hacer un taller sobre las inundaciones en la provincia de Santa Fe y las alternativas. Eso es algo nuevo que lo encontramos en muchas facultades”.
Uno de los pocos estudios sobre el movimiento estudiantil asegura que las agrupaciones históricas, Franja Morada y MNR (radicales y socialistas) perdieron el control de las principales universidades luego de 2001 a manos de una nueva izquierda independiente, que la estructura del movimiento se ha democratizado con la realización de encuentros por carreras y la recuperación de las federaciones locales y una fuerte disputa académica[1].
Se trata de dos procesos paralelos que se pueden resumir en democratización y politización. “La crítica a las estructuras verticales tradicionales y una exigencia de formas organizativas más democráticas, así como un cuestionamiento a favor de una política de ‘poner el cuerpo’, que hace hincapié en el protagonismo y la participación de base”[2].
En segundo lugar, “el sector independiente revaloriza la Universidad como territorio en disputa integrando nuevos planos a la tradicional lucha económico-gremial”, poniendo en el centro la disputa por “la producción y socialización del conocimiento a través de cátedras libros, revistas, encuentros por carrera, foros, grupos de estudio”[3].
Un nuevo estilo de organización que nació en el entorno de 2001, con ideas como autogestión, auto-organización, autonomía y horizontalidad, que no provienen de ningún manual sino de las experiencias de vida. Candela Ureta definió la horizontalidad como principio que “nos permite provocar y hacer estructuras y espacios de participación donde la palabra de todos y todas puede estar presente”[4].
Territorio, violencia y organización social
Si hay algo que no puede ni debe ser idealizado son los territorios donde viven los más pobres, los llamados marginados. Es cierto que son los más interesados en cambiar este mundo y que a menudo han levantado emprendimientos colectivos notables, desde cooperativas hasta pequeños talleres de producción, espacios de estudio informal y centros culturales.
Pero en esos espacios donde el Estado es débil, las mafias del narcotráfico apoyadas en la policía matan, asesinan y reclutan jóvenes para las bandas armadas del crimen. En Moreno, barriada de Rosario, el 1 de enero de 2012 fueron asesinados tres jóvenes: Jeremías Trasante de 17 años, Claudio Suárez de 19 y Adrián Rodríguez de 21. Estaban en la calle, sin hacer nada, y fueron baleados por una banda.
Los tres jóvenes eran militantes del Movimiento 26 de Junio, grupo territorial de Frente Popular Darío Santillán. No es lo común entre los jóvenes pobres pertenecer a un grupo político. Eso permitió que se armara un gran revuelo y se creara una Comisión Investigadora Independiente integrada por periodistas, sacerdotes, abogados y organismos de derechos humanos.
En su texto fundacional, la Comisión asegura que los asesinatos no se tratan de un hecho aislado y comenzó a levantar el velo de la criminalidad: en 2011 fueron asesinados 163 jóvenes en los barrios populares de la ciudad. “En 79 casos la policía y la justicia utilizaron la fórmula ‘ajuste de cuentas’ para dar cierre a las causas”[5].
La Comisión no sólo se propuso presionar para que la justicia actuara, sino también trabajó para mostrar las causas de la violencia. El periodista Carlos del Frade realizó el primer informe de la Comisión a tres meses de la masacre, en el que destacó que el 80% de los jóvenes de los barrios pobres de Rosario no terminan la secundaria y el 80% de los jóvenes asesinados tienen menos de 25 años.
Lograron establecer que las “bandas armadas” están integradas por personas muy pobres que sin embargo “poseen automóviles muy caros, armas sofisticadas y gozan de zonas liberadas” por la policía, o sea actúan con la complicidad y el apoyo de las fuerzas de seguridad por “anuencia, protección o miedo”[6].
Esas bandas son las que disputan los territorios para la venta de drogas. El análisis de la Comisión Investigadora Independiente, tan sencillo como contundente, pone las cosas en su sitio: no puede haber narcotráfico sin algún tipo de protección policial.
Pedro Salinas del Movimiento 26 de Junio y miembro de la Comisión, señala que los objetivos han sido “investigar los hechos y mostrar las causas estructurales que permiten que sucedan. O sea los entramados de complicidad y connivencia entre el sector delictivo territorial, las fuerzas policiales y sectores del poder político y judicial que los amparan”.
“La masacre de Moreno la interpretamos como un avasallamiento de la juventud que habita las barriadas populares que es el sector más desprotegido de la sociedad. La figura del ajuste de cuentas ha sido creada para que ninguna de las investigaciones prospere y oficia como una especie de tranquilizante para las clases medias que durante la dictadura decían ´algo habrán hecho´ en referencia a los desaparecidos y ahora dicen ´que se maten entre ellos´”, asegura Salinas.
En su opinión, “tanto víctimas como victimarios son jóvenes de las barriadas populares, víctimas de disputas por el control del territorio para el comercio de la droga impulsado por grandes traficantes que empujan a los chicos de 10 a 15 años a convertirse en sus soldados, que son los que ponen el cuerpo en esta guerra”.
Los resultados del trabajo de la comisión y del movimiento social son importantes. El ministro de Seguridad de la Provincia destituyó el 70% de los jefes de las comisarías y removió al jefe y subjefe de policía de Rosario. El 29 de mayo, días antes del Foro, el juez dictó sentencia contra los cinco acusados del crimen de Moreno. Además continúa una causa contra dos oficiales de policía y el comisario de la zona donde se realizaron los asesinatos.
Como puede imaginarse, el impacto de estos hechos es muy importante ya que anima a vecinos de otros barrios a organizarse y confirma la idea de que la protesta consigue resultados. “Se nos acercan familiares de chicos asesinados que están seguros que sus hijos fueron muertos por la misma banda y declararon en esta causa”, explica Salinas.
“Para los pobres organizarse es una forma de autodefensa, pero es también un gran riesgo porque no solo están en la mira de la policía, sino de los narcotraficantes que pierden sus territorios y su mano de obra barata porque cada chico que se dedica a la militancia es uno menos que trabaja para ellos”, concluye.
La carpa principal del Foro lleva los sobrenombres de los tres asesinados, Patón, Jere y Mono. Es un homenaje a tres jóvenes que hubieran estado en esa misma carpa si no hubieran sido muertos. Es, también, un modo de mostrar que una parte de los jóvenes universitarios han sellado su vida junto a los más castigados por el sistema.
[1] En las aulas y en las calles, ob cit.
[2] Idem p. 61.
[3] Idem p. 62.
[4] “Revista del III Foro Nacional de Educación para el cambio social”, p. 19.
[5] Comisión Investigadora Independiente en base al diario La Capital, 9 de diciembre de 2011.
[6] Idem.
Recursos
“Comisión Investigadora Independiente del triple crimen de Moreno”, Rosario, junio 2012.
Raúl Zibechi, entrevistas a Emilio Taddei, Esteban Domínguez y Pedro Salinas, Rosario, 8 de junio de 2012.
Espacio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base (ENEOB), “Revista del III Foro Nacional de Educación para el cambio social”, 2012.
María Dolores Liaudat, Santiago Liaudat y Nayla Pis Diez, En las aulas y en las calles, Herramienta, Buenos Aires, 2012.