Fuente: Prensa Libre
Hay pocas noticias tan buenas como la del segundo aniversario de la resistencia de La Puya. Para quienes no lo saben, este es el movimiento de resistencia pacífica iniciado por los pobladores de San José del Golfo y San Pedro Ayampuc para impedir que una compañía minera —que pretendía explotar oro y plata en esos municipios a partir de engaños, irregularidades y permisos dudosos— se instalara en su vecindad. Estas mujeres, hombres, niñas y personas de la tercera edad se organizaron para impedir la entrada al terreno que ocupa la minera. En vez de descansar y convivir en familia, invierten sus horas libres en hacer turnos en el camino de tierra que lleva al portón de ingreso ¡desde hace dos años! Pero eso no es lo más admirable. A pesar de saber que hay ilegalidades en la forma en que la compañía consiguió sus licencias y que el Gobierno protege los intereses de la compañía, mejor que los de la ciudadanía guatemalteca, mantienen una impecable acción de resistencia pacífica. Nunca se debilitaron ni se dividieron. No se acobardaron cuando una de sus líderes sufrió un ataque armado que le dejó una bala incrustada cerca de la columna vertebral. Tampoco les amedrentó comprobar que la Policía se movilizaría únicamente para proteger a los mineros. Jamás cayeron en las provocaciones a la violencia de los trabajadores de la minera cuando estos les insultaban y gritaban. Los señores, las damas y la juventud de La Puya mantuvieron, siempre, la cordura y la integridad.
La guinda en el pastel del segundo aniversario es que la compañía contratista, que rentaba maquinaria a la minera, decidió retirar su equipo del sitio. Según dice la carta que envió el director de la contratista a los señores de las comunidades en resistencia, la minera incumplió sus compromisos de pago. Además de manifestar explícitamente su respeto a la posición de los pobladores, la contratista pide permiso a los pobladores para retirar la maquinaria con su acompañamiento. Esa carta es la mejor prueba de que se pueden alcanzar acuerdos razonables cuando las dos partes son educadas y respetuosas.
Interesante contraste ofrece el señor representante de la Cámara de Industria, quien dio declaraciones a elPeriódico, en las que tilda a los miembros de la resistencia de “revoltosos”, habla de “maquinaria secuestrada por seudolíderes” y afirma que “la mina permanece”. ¿Será que el señor Zepeda se ha tomado la molestia de revisar los antecedentes, la Evaluación de Impacto Ambiental, las dudas de los vecinos y los “inconveniente legales” que tiene esta mina, que él defiende como suya? Parece que le cuesta comprender que —aquellos que él tacha de revoltosos— son guatemaltecos y guatemaltecas pacíficas, en el legítimo ejercicio de defensa de sus derechos. ¿Qué haría el señor Zepeda si estuviera en su lugar? No creo que escogería un puñito de oro por el agua de sus hijos.
Yo me quito el sombrero ante la inteligencia y valentía de sus líderes; y ante la perseverancia, la unidad, la solidaridad y la alegría de todos los miembros de “la resistencia” de La Puya.