Cuando el legítimo presidente de Honduras, Manuel “Mel” Zelaya, expatriado por la fuerza durante el golpe de estado del pasado 28 de junio, apareció de repente en la embajada de Brasil en Tegucigalpa el 21 de septiembre, el presentador de televisión partidario del golpe Rodrigo Wong Arévalo informó que el presidente y sus acompañantes se aprovecharon de las cómodas y gratuitas instalaciones que el edificio tenia para ofrecer. El reporte de Wong Arévalo incluía una fotografía de Zelaya durmiendo en dos sillas con su sombrero de vaquero sobre su rostro; lujos adicionales disfrutados por los huéspedes de la embajada durante los últimos tres meses y medio incluyen olores de gases tóxicos y ruidos ensordecedores cortesía de soldados y policías Hondureños estacionados fuera de la sede diplomática, quienes de acuerdo con el General participe en el golpe de estado Romeo Vásquez Velásquez solo están allí para proteger las personas que se encuentran dentro de la sede diplomática.
El Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH) está menos convencido de la obligación de los militares y policiales de velar por la seguridad, y voluntarios de CODEH, en colaboración con la UNICEF, han asumido la responsabilidad de suministrar alimentos y otros artículos básicos a la embajada de Brasil tres veces al día desde septiembre 21 con lo cual se pretende evitar que elementos letales terminen en la comida del Presidente. Todos los artículos pasan por una inspección policial, aunque la última palabra sobre lo que ingresa y lo que no está a cargo de un Coronel; el hecho de que el proceso de inspección es filmado por policías no identificados que utilizan pasamontañas apunta a la existencia de pruebas de la confiscación de bolígrafos por los auto-nombrados protectores de la embajada.
Me enteré de este tipo de protección por parte de los militares hondureños y la policía en noviembre cuando traté de llenar una solicitud de parte de mi amigo Andrés Thomas Conteris de Democracy Now! en Español para obtener un bolígrafo – él todavía continua acompañando a Zelaya en el interior del edificio. CODEH amablemente ofreció sus servicios de transporte principalmente para ingresar un paquete con tres bolígrafos Bic y luego, cuando esta fue confiscada, para solamente un bolígrafo Bic; la frustración de este envío fue acompañada por una recomendación de Alex Palencia, voluntario de CODEH, para que tratara de encontrar un bolígrafo que no se pareciera a una bolígrafo.
Según Palencia, los militares justificaban la prohibición de estos objetos por la propia seguridad de los invitados de la embajada ya que los podrían utilizar para causarse daño entre si. En cuanto a la petición de Conteris de un cortaúñas, esta posible arma únicamente llegó a la embajada después de ser lanzada a una caja con comida en el último minuto, una opción que no estaba disponible para artículos tales como una almohada para Zelaya — el visto bueno de los militares llegó después de varios meses — y un cambio de zapatos para los ocupantes de la embajada. Restricciones de accesorios para dormir y caminar fueron, evidentemente, justificadas con el argumento de que no eran alimentos; esta lógica se complicó un poco cuando el mismo argumento se utilizó para justificar la confiscación de manzanas.
Incidentes arbitrarios que tienen a zapatos como protagonistas no son nada nuevos en la historia militar de Honduras. Lucas Paredes se refiere en su libro de 1958, Drama Político de Honduras, a una orden dada por el General Terencio Sierra, presidente entre 1899-1903, a sus subordinados para matar a todos los transeúntes con zapatos. Paredes se pregunta si Sierra “soñó con forjar una democracia de ciudadanos descalzos o de ser el dictador de un pueblo de ignorantes”; el potencial de la naturaleza antidemocrática que tienen los zapatos fue mientras tanto destacada en los titulares del diario hondureño La Tribuna el 26 de noviembre de 2009, cuando en la segunda página informaba acerca de un reciente susto en el parque central de Tegucigalpa: “Se confunden zapatos con bomba casera.”
El artículo identifica “una bolsa blanca conteniendo una caja con unos zapatos negros” como la fuente de la confusión; a pesar de la falsa alarma, los lectores son tranquilizados porque la policía ha decidido “colocar una cinta para que nadie entrara al lugar, ya que ahora está de moda colocar bombas en distintas zonas para amedrentar a la ciudadanía y evitar que salgan a votar el próximo domingo [noviembre 29].” No está claro por qué el Tribunal Supremo Electoral de Honduras (TSE) – la entidad encargada del recuento de votos – no invocó la caja de zapatos para explicar por qué la mayoría de Hondureños se abstuvo de votar en las elecciones ilegítimas.
Palencia, un músico de Tegucigalpa, cuya propuesta de ópera rock sobre la vida y las hazañas del héroe nacional Francisco Morazán había recibido el estímulo de la administración de Zelaya – desafiando la típica apatía de gobiernos Hondureños por las artes – me informó que las elecciones habían dado lugar a una disminución temporal de las restricciones de entregas a la embajada de Brasil por el hecho de que los inspectores militares fueron dispersados para cumplir con las obligaciones militares y de policía para salvaguardar el proceso electoral. Las obligaciones de velar por la seguridad no parece haberse extendido a otros procesos como la vida cotidiana de los ciudadanos, y en 4 meses en Honduras rara vez vi soldados y policías en otras actividades aparte de estar en las inmediaciones de la embajada o persiguiendo a manifestantes pacíficos por la calle; la seguridad de los que estaban dentro de la embajada estuvo presumiblemente en peligro a raíz del cambio de guardia ya que los nuevos reclutas del interior del país no sabían que las manzanas no constituían alimentos.
En cuanto a la exitosa entrega de una guitarra a la embajada, no estaba claro si esta era parte de un esfuerzo del régimen golpista para alentar a que se Zelaya se concentrase en su talento musical en vez de su carácter político o era parte de un esfuerzo militar para culparlo la próxima vez que los ocupantes de la embajada se quejaran de ser torturados por el ruido. La tradición de implicar a Zelaya en crímenes por los cuales no es responsable ya ha sido establecido por periódicos hondureños afines al golpe – que acusan al presidente legítimo de incitar a la violencia, esto a pesar de que él no es quien inserta porras policiales en las vaginas de mujeres que protestan el golpe – y ha sido fielmente reproducidas por reputables periódicos extranjeros como The Guardian, que ofrece el siguiente sub-título para un artículo del 16 de diciembre esctito por Rory Carroll: “Ola de secuestros y asesinatos continúa a pesar de golpe de estado contra Manuel Zelaya y la elección de un nuevo gobierno.”
Carroll se abstiene de describir en el artículo cómo el golpe de estado contra Zelaya podría haber evitado el asesinato en diciembre del oponente al golpe de estado y defensor de derechos de los homosexuales Walter Trochez. Carroll, sin embargo, describe cómo el “gobierno de facto, encabezada por Roberto Micheletti, termina cortantemente protestas en favor de Zelaya con una represión que dejó miles de detenidos, cientos de golpeados y un número desconocido de muertos,” lo que esencialmente significa los muertos son culpa de la represión, mientras que Micheletti es sólo responsable de terminar la protesta. En cuanto a los culpables de la ensordecedora música que se escucha en las primeras horas de la mañana en la embajada, el jefe de las fuerzas armadas de Honduras Romeo Vásquez riendo me informó en una entrevista en noviembre que la música que sólo se produce en los alrededores de la embajada se deriva de la canción “Las Mañanitas,” tocada con guitarra cada vez que un soldado o policía cumple años; él no explico si las luces que brillan hacia el interior del edificio durante la noche o el dispositivo acústico de largo alcance que había sido transportado de un lado para otro en frente de la embajada en una camioneta de la policía mientras emitía un ruido estridente también formaba parte de la celebración.
Conteris de Democracy Now! en Español ha reportado celebraciones de cumpleaños de una manera diferente dentro de la sede diplomática brasileña, donde los pasteles que se han permitido ingresar han sido chuzado con armas policiales y militares. Voluntarios del CODEH han confirmado los malos tratos a los alimentos por parte de los guardias y su tendencia a convertir los tacos en puré durante la inspección – un proceso que involucró a dos perros detectores de drogas antes de la muerte de uno de ellos “debido al estrés” – y, además, me han proporcionado una lista de objetos cuya entrada a la embajada ha sido en un momento u otro negada. Además de las almohadas, los bolígrafos, las manzanas, y los zapatos, hay otros artículos:
mantas, cepillos de dientes, leche, hojas de afeitar, naranjas, baterías, vitaminas, medicamentos, chaquetas, lociones, pantalones, papel de estaño, dispositivos de memoria USB, cacahuates, papel, chocolate, jugos, refrescos en lata, CDs, radio, tarjetas de Año Nuevo para Zelaya [las cuales fueron finalmente permitada la entrada junto con su hija], cigarrillos [los que se dice la policía negocia con los huéspedes de la embajada a precios inflados], secador de pelo, champú, medias, cortinas, colchones, sacos de dormir, gomas, alcohol, pasteles, marcadores, sacapuntas, sombreros, grapas, bebidas energéticas, placas de vidrio, cucharas y tenedores de metal, tamales, cargadores de teléfonos celulares, crema de afeitar, y Biblias.
Palencia, el voluntario del CODEH, identificó una contradicción entre la mención militar de que ninguno de los objetos anteriores podían ser calificados como alimentos y las declaraciones bíblicas populares que dicen que el hombre no puede vivir sólo de pan. Respuestas sobre lo que era realmente necesario para la supervivencia del hombre, se ofrecieron el 19 de diciembre cuando no se permitió la entrada de agua a la embajada, pero el embajador de Estados Unidos en Honduras, Hugo Llorens, fue autorizado para ingresar; Palencia explicó que mientras tanto el bloqueo sobre la Biblia por un régimen que constantemente alardea de su proximidad a Dios ha sido simplemente una forma de castigar al Padre Andrés Tamayo, sacerdote Salvadoreño que había vivido durante más de dos décadas en Honduras y que antes de recibir amenazas de muerte por su oposición al golpe de estado ya estaba acostumbrado a recibir amenazas de muerte por su oposición a la tala ilegal de arboles y otras prácticas destructivas al medio ambiente. [Tamayo salió de la Embajada en noviembre, regresando a El Salvador.]
Libros que los militares dejaron ingresar a la embajada incluyeron ”El Espíritu de las Leyes” de Montesquieu, que fue el regalo de Navidad de Palencia para Zelaya pues este había sido uno de los títulos preferidos del héroe nacional Morazán. Micheletti, el presidente del golpe de estado, sin embargo, podría haberse visto más beneficiado que Zelaya de una explicación sobre la separación de poderes en un Estado – dado que mientras fue presidente del Congreso, convenció a la Corte Suprema de Justicia para que lo autorizara a participar en las primarias de las campañas presidenciales del 2008, algo expresamente prohibido por la Constitución de Honduras.
También está prohibido por la Constitución la expatriación de cualquier ciudadano Hondureño (artículo 102), el cual las fuerzas armadas violaron con el secuestro de Zelaya y su posterior envio a Costa Rica a fin de evitar la encuesta que le preguntaría a la opinión publica sus opiniones acerca de amendar la Constitución. Vásquez, el general a cargo del golpe de estado, sin embargo, me aseguró en noviembre de sus compromisos militares para defender la ley y del hecho de que “somos soldados democráticos”, aunque no pudo proporcionar una explicación convincente de por qué es antidemocrático pedir a la población si deseaba reescribir el documento constitucional que había sido sistemáticamente explotado de todos modos por la élite política y militar del país.
En cuanto a otros obstáculos para poder escribir dentro de la embajada, estos incluyen la prohibición de permitir el ingreso de bolígrafos. La Administración de Seguridad en el Transporte de EE.UU. no ha logrado hasta el momento aprovechar esta oportunidad para complicar aún más los viajes aéreos con el argumento de que los instrumentos de escritura son potenciales armas, pero un breve estudio de los escenarios históricos en los que el argumento se ha empleado – tales como sanciones de las Naciones Unidas contra Iraq y el bloqueo israelí de Gaza – sugieren que no es más que una excusa para simbólicamente degradar los castigos. En el caso del régimen ilegal de Honduras, sin embargo, el triunfo de negar a las personas la posibilidad de escribir sobre circunstancias en papel es menos impresionante cuando se tiene en cuenta que los huéspedes de la embajada de Brasil en Tegucigalpa poseen computadoras portátiles con acceso a Internet.
Belén Fernández ha estado reportando de Honduras desde julio. Su libro “Café con Hezbolá”, una bitácora basada en un viaje a través del Líbano poco después de la guerra de 2006, será publicado pronto. Ella puede ser contactada en belengarciabernal@gmail.com.