Monica Chuji es una activista indígena Kichwa de la Amazonía ecuatoriana. Fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, que redactó el borrador de la nueva Constitución de Ecuador, por el partido Alianza País del presidente Rafael Correa. Antes de su elección a la Asamblea, Chuji fue la Secretaria de Comunicación y vocera de Correa. En septiembre, rompió con Correa y dejó la Alianza País, como culminación de meses de conflicto creciente entre el presidente y los movimientos sociales e indígenas de Ecuador.
El bombardeo por parte de Colombia de un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano el 1º de marzo y las movidas para confiscar las propiedades de los banqueros responsables de la crisis económica de 1999-2000 han fortalecido el apoyo a Correa. Pero las disputas entre el presidente y la izquierda acerca de temas sociales, económicos y ambientales han ido en aumento. Los movimientos sociales se sintieron impactados cuando Correa declaró el estado de emergencia en noviembre de 2007 y reprimió violentamente las protestas en las instalaciones petroleras de la ciudad amazónica de Dayuma. En julio, Alberto Acosta, un antiguo aliado de los movimientos sociales, rompió con Correa. Ex ministro de Minas y Petróleo, Acosta renunció como presidente de la Asamblea Constituyente debido a diferencias de procedimientos y políticas con Correa. A lo largo del mes pasado, hubo recientes signos de acercamiento entre los dos veleidosos amigos.
La Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) y otros grupos critican el apoyo de Correa a la minería de gran escala y los megaproyectos de desarrollo. Los movimientos sociales no tuvieron éxito en su lucha por la inclusión de resguardos constitucionales que reconocieran a las comunidades un derecho al “consentimiento previo” antes de que los proyectos de minería o explotación petrolera tengan lugar en sus tierras. Otro tema de presión es el proyecto Manta-Manaus, que construiría infraestructura multimodal de transporte entre las costas brasileras y las ecuatorianas, causando destrucción masiva de la selva amazónica. Los miembros indígenas de la Asamblea también chocaron contra los aliados de Correa en su intento de declarar al Kichwa como segunda lengua oficial del Ecuador. La disputa se saldó con un compromiso de hacer del Kichwa “una lengua oficial de las relaciones interculturales” junto con el Shuar, pero las implicancias de esto no son claras.
La CONAIE es el movimiento social más fuerte de Ecuador. Jugó un papel clave en el derrocamiento del presidente Jamil Mahuad en enero de 2000 y lideró exitosas luchas nacionales contra el Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos y la multinacional Occidental Oil. Pero la organización fue sacudida por las divisiones internas durante el mandato del ex presidente Lucio Gutiérrez, quien co-optó a algunos de los líderes más antiguos de la organización. Ahora, la CONAIE y otros movimientos sociales están luchando para volver a movilizarse contra las políticas de un presidente que cuenta con altos niveles de popularidad y un discurso izquierdista.
¿Por qué dejó Alianza País?
Es importante señalar el contexto en el cual llegué a ser parte de Alianza País. Comenzó cuando yo era Secretaria de Comunicación y vocera de Rafael Correa. Me sentí atraída al proyecto de Alianza País porque vi que el presidente y su partido estaban respondiendo a las demandas populares durante la campaña. Se trata de demandas históricas de cambio que primero surgieron de los sindicatos. Después de 1990, vinieron del movimiento indígena, que estuvo entre los primeros en proponer una reforma estructural del estado ecuatoriano. Proponían una Asamblea Nacional Constituyente como la única forma de reformar al estado ecuatoriano. Después se sumaron otras fuerzas: mujeres, campesinos, afro-ecuatorianos, la comunidad LGBT y, muy importante, los ambientalistas. Muchas de las demandas del movimiento indígena ya giraban, por supuesto, alrededor de temas territoriales y ambientales vinculados a los recursos naturales.
¿Cómo han interactuado estos movimientos con el Presidente Correa?
El régimen de Correa se ha beneficiado con todo esto. Ha recogido esta acumulación de demandas históricas sociales y políticas. Otros presidentes han hecho esto, como Lucio Gutiérrez, quien rápidamente quebró esta alianza [entre el gobierno y el movimiento social]. Rafael Correa también está usurpando este capital [político], estas demandas, y está empezando a avanzar. Entre estas demandas, por supuesto, estaba la Asamblea Constituyente, para transformar al país y terminar con el neoliberalismo. Los movimientos sociales y el movimiento indígena propusieron una Asamblea y un estado plurinacional como un modelo que rompería con el neoliberalismo. Muchos de nosotros comenzamos a identificarnos con este proyecto. Entonces es cuando decido unirme al gabinete de Correa.
Cuando decidí dejar el gabinete y presentarme para la Asamblea Constituyente, dejé en claro que me focalizaría en la defensa del medioambiente, los recursos naturales, las soberanías, la comunicación, los derechos colectivos, una reforma política estructural general.
¿Cómo eran sus relaciones con Correa en este punto?
Bastante buenas. Siempre tuvimos un acuerdo de que yo nunca tomaría una tarea sólo porque soy indígena. Yo nunca me prestaría a eso de manera que el presidente pudiera decir “este gabinete es diverso porque tenemos una mujer indígena”. Estaba entusiasmada porque había una posibilidad de contribuir y construir un tipo diferente de sistema de comunicaciones. No continuar con la misma y vieja imagen folklórica a la que estamos acostumbrados. Pero nos separamos en buenos términos, aunque el presidente siempre tuvo un cierto resentimiento del movimiento indígena luego de que no apoyaron su campaña presidencial.
Algunas veces me decía “Ustedes los de la CONAIE son sólo el 2%”. Yo le respondía “No puede juzgar, descalificar y subestimar un movimiento histórico cuando usted sabe que el movimiento indígena, liderado por la CONAIE es una fuerza política muy fuerte”.
No se puede juzgar a la CONAIE basándose en los resultados de las elecciones de un solo año. [El candidato presidencial de la CONAIE en 2006, Luis Macas, recibió sólo el 2.18% de los votos.]
Exacto. Y yo siempre se lo dije muy respetuosamente. Pero él siempre tuvo dudas. Lo mismo con los ambientalistas, a quienes llamó “un grupo de extremistas”. Y él hizo campaña con un discurso ambientalista fuerte. Así que, si bien me fui en buenos términos, también vi que él estaba empezando a abrir su gabinete a oportunistas, gente que estaba entrando por la puerta de atrás. Esto empezó a quedar claro luego de su segundo mes en la presidencia. Me di cuenta de que no podía tener mucha influencia dentro del gabinete y pensé que podía tener un mayor efecto en la Asamblea.
En este punto, ¿había algún tipo de consenso general en el gabinete?
No había una pluralidad o una idea clara de hacia dónde estábamos yendo. Pero pensé, bueno, el presidente es el que está a cargo de esto y quizás él está cambiando de dirección. Empecé a ver los efectos de este corrimiento cuando llegué a la Asamblea. Empecé a ver una continuación de la misma vieja línea y del modelo extractivista. No había cambio en este tema. En realidad, había una radicalización más profunda: “aquí llega la minería de gran escala, punto. Seguiremos extrayendo petróleo, punto.” No había una discusión acerca de una economía post-petróleo.
¿Hubo algún momento anterior durante esta administración en el que estos temas hayan estado más en debate?
Sí, cuando yo estaba en el gabinete había discusiones. En ese momento había muchísimo apoyo de Alberto Acosta. Por ejemplo, había una propuesta del Ministerio de Agricultura de plantar 20.000 hectáreas de palma africana. Dije “Esta no es una alternativa para este país. La palma africana es un monocultivo que pone en peligro la diversidad agrícola y la soberanía alimentaria.” Y Alberto Acosta sostuvo la misma línea. Empezamos a ser una minoría dentro del gobierno.
Otro ejemplo claro es ITT. Los pueblos Taegheri y Taromenane [que están voluntariamente aislados] viven en la zona de Ishpingo-Tambococha-Tiputini. Este es el territorio del pueblo Huaorani. Los pueblos indígenas de Ecuador, de acuerdo con los tratados internacionales y la constitución de 1998, pidieron que esta área fuera protegida. El presidente, que es muy inteligente, dijo “Genial. Dejemos el petróleo bajo tierra y veamos cuántos países nos aportarán los $500 millones por año que perderemos.” Sabía que eso sería muy difícil de lograr.
¿La nueva constitución ayudará a proteger estas áreas?
El mismo tipo de doble discurso siguió en la Asamblea. Tenemos un artículo que establece “La explotación en áreas protegidas está prohibida. Pero, en circunstancias excepcionales, el Presidente de la República, con el permiso del Congreso, puede explotarlas”. Él sabe que tendrá la mayoría política y que se le permitirá explotar el ITT o cualquier otra área protegida. Nos opusimos a esto, pero no pudimos reunir los votos necesarios. La mayoría de la gente en Alianza País es gente que obedece, que tiene ambiciones electorales. Hacen lo que el presidente y el comité ejecutivo [del partido] les dicen.
¿Cuáles cree que son los aspectos más preocupantes de Correa?
La gente se movilizó en Dayuma y fueron reprimidos. Hubo una movilización en Cuenca contra los proyectos de minería y el presidente salió en la radio y dijo “Si veinte de estos ecologistas locos están protestando, llamaré 20.000 o 200.000 residentes para enfrentarlos” ¿Qué es esto? ¿Qué clase de régimen es este? ¿Este es el socialismo del siglo 21?
¿Qué clase de partido es Alianza País?
Desde el comienzo, estaba claro que había dos tendencias dentro de Alianza País. Una izquierda y una derecha. Y los miembros indígenas siempre tuvimos nuestra propia identidad distintiva, aún cuando nos alineamos con la izquierda. Éramos muchos más al comienzo, pero mucha gente se asustó. Pensábamos que nuestros mayores oponentes serían de la derecha, pero resultó que eran gente del interior de nuestro partido.
La gente del presidente llamó infiltrados a muchos de ustedes.
Lo que dije es que él es el verdadero infiltrado. Yo no entré por la puerta de atrás. Yo no infiltré este proceso.
¿Por qué decidió dejar el partido ahora?
Hubo tres momentos en los que casi renuncié. El primero fue durante la represión en Dayuma. Decidí no hacerlo, porque pensé que no tendría influencia estando afuera del partido. La segunda vez fue el día que estábamos votando la constitución de la Asamblea, pero no lo hice porque muchos de mis compañeros me convencieron de que la derecha lo aprovecharía. Pero la tercera vez, con su retórica contra los movimientos sociales y los activistas de derechos humanos haciéndose más extrema, no pude no hacerlo. Se hizo evidente que ahora había dos proyectos políticos: el proyecto de Alianza País y el proyecto original.
¿Por qué apoyó la nueva constitución?
La nueva constitución, aunque de manera limitada, refleja muchas de las aspiraciones populares. Es el producto de una fuerza colectiva. Es un paso adelante en este proceso. Quizás sea el punto de llegada para Alianza País, pero para mí y para el pueblo de Ecuador, es sólo un paso adelante.
¿Cuáles fueron los avances más importantes para los pueblos indígenas?
Un gran punto fue el reconocimiento de los derechos colectivos. El Artículo 57 establece que el gobierno “reconoce y garantiza los terrenos comunales indígenas, sus comunidades, pueblos y nacionalidades de conformidad con la constitución y los acuerdos, convenciones y declaraciones y otros instrumentos internacionales de derechos humanos para la protección de los derechos colectivos.”
¿Seguirá la lucha por el consentimiento previo antes de que se realicen proyectos que afectan los recursos naturales?
Mucho de esto será determinado por leyes secundarias y a través de resistencias y levantamientos pacíficos. Debemos ser protagonistas. El presidente recién estuvo en Brasil negociando el proyecto Manta-Manaus. ¿Fuimos consultados nosotros, los pueblos de la Cuenca Amazónica? No. ¿Tenemos derecho a ser consultados? Sí. Este es otro ejemplo del giro a la derecha de esta administración. Cambiar todo para que no cambie nada de nada. Debemos demandar honestidad, transparencia y pluralismo. Creo que una tiene que ser coherente en la vida, morir con la conciencia limpia.
Daniel Denvir es periodista independiente en Quito, Ecuador, y en 2008 recibió el Premio “Samuel Chavkin” al Periodismo de Investigación, otorgado por el Congreso Norteamericano para Latinoamérica. Es editor en jefe de caterwaulquarterly.com.