Corporaciones estadounidenses, mercenarios privados, Washington y el Fondo Monetario Internacional están usando la crisis en Haití para lucrar, promover impopulares políticas neoliberales y extender el control militar y económico sobre el pueblo haitiano.
Tras la desgracia del terremoto que destruyó buena parte de la infraestructura y de los servicios públicos, los haitianos han dependido de sus compatriotas para realizar las tareas de socorro y han trabajado juntos para rescatar de los escombros a sus vecinos, amigos y demás seres queridos. Un informe de IPS News en Haití explicó que “al día siguiente del terremoto no había violencia generalizada. Ni armas, ni cuchillos, ni ladrones fueron vistos por las calles repletas de familias que cargaban sus pertenencias. Las personas manifestaron su enojo y su frustración con tristes cantos que resonaron a lo largo de la noche, no con sus puños.”
Bob Moliere, un dirigente del popular partido político Fanmi Lavalas, murió a causa del terremoto. Su esposa, Marianne Moliere, luego de enterrar a su marido dijo a IPS News que “no hay vida para mí porque Bob era todo. Perdí todo. Todo está destruido. Ahora estoy durmiendo en la calle, porque no tengo casa. Pero cuando consigo agua, la comparto con otros. O si alguien me da fideos, los comparto con mi familia y con otras personas.”
No es este tipo de solidaridad, surgido como consecuencia de la crisis -y de la tardía y desordenada respuesta de la comunidad internacional-, en el que se ha centrado la mayoría de los medios corporativos de comunicación de Estados Unidos. Por el contrario, como un eco de la cobertura y de los pedidos de militarización de Nueva Orleans tras Katrina, los medios más importantes hablan de los saqueos y de la necesidad de seguridad para proteger la propiedad privada.
Un pedido de Erwin Berthold -propietario de la tienda Big Star Market, en Petionville, Haití- refleja esta preocupación por el lucro por encima de la gente. Berthold habló con el Washington Post sobre su supermercado y dijo que “adentro tenemos todo limpio. Estamos listos para abrir. Sólo necesitamos algo de seguridad. Por lo tanto, manden a los marines, ¿okey?”
Esa militarización ya está en marcha. Esta semana Estados Unidos va a mandar al país miles de tropas y de soldados. El gobierno haitiano ha cedido a Estados Unidos el control del aeropuerto de la capital. Brasil y Francia ya han presentado quejas porque en el aeropuerto los aviones militares estadounidenses tienen prioridad sobre otros vuelos.
El presidente venezolano Hugo Chávez respondió al despliegue de tropas estadounidenses. “Leí que están llegando 3.000 soldados, marines armados como si fueran a la guerra. Allí no hacen falta armas, por Dios. Doctores, medicinas, combustible, hospitales de campaña, eso es lo que Estados Unidos debería mandar,” dijo Chávez. “Están ocupando Haití en silencio.” El presidente venezolano prometió enviar al país la cantidad de gasolina que fuera necesaria para la producción de electricidad y el transporte.
Una historia heroica en el patio trasero de Washington
En la cobertura de los más importantes servicios de prensa hay poca mención sobre cómo el gobierno de Estados Unidos y las corporaciones contribuyeron al empobrecimiento de Haití en un principio, creando la situación económica de pobreza que hace que los desastres como éste sean tan extensos. Tampoco hay mención de la histórica lucha del país contra el imperialismo y la esclavitud. Fidel Castro señaló en una reciente columna que “Haití fue el primer país en el que 400.000 africanos, esclavizados y traficados por europeos, se levantaron contra 30.000 amos blancos en las plantaciones de azúcar y café, haciendo así la primera gran revolución social en nuestro hemisferio… El más ilustre general de Napoleón fue derrotado allí. Haití es un producto neto del colonialismo y del imperialismo, de más de un siglo del empleo de sus recursos humanos en las formas de trabajo más duras, de intervenciones militares y de la extracción de sus recursos naturales.”
En un artículo escrito para el Guardian Unlimited, el profesor universitario Peter Hallward criticó a Washington por su responsabilidad en haber creado en Haití el sufrimiento que ahora promete aliviar. “Desde que Estados Unidos invadió y ocupó el país en 1915, todo intento político serio para permitir que la gente de Haití pasara (en una frase del ex-presidente Jean-Bertrand Aristide) ‘de la miseria absoluta a una pobreza digna’ ha sido violenta y sistemáticamente impedido por el gobierno de Estados Unidos y por algunos de sus aliados. El propio gobierno de Aristide (elegido por alrededor del 75% del electorado) fue la última víctima de tales interferencias al ser derrocado en 2004 por un golpe, internacionalmente patrocinado, que dejó varios miles de muertos y a muchos ardiendo de resentimiento. Posteriormente, las Naciones Unidas han mantenido en el país una amplia y enormemente cara fuerza de estabilización y pacificación.”
Brian Concannon, director del Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití, explicó a Hallward la raíz de la superpoblación de los barrios que fueron tan fuertemente golpeados por el terremoto, en la ciudad de Puerto Príncipe. “Esta gente llegó allí porque ellos o sus padres fueron intencionalmente expulsados de las zonas rurales por políticas de asistencia y de comercio específicamente diseñadas para crear en las ciudades una gran fuerza de trabajo cautiva y, por lo tanto, explotable; por definición, era gente que no iba a poder pagar casas resistentes a los terremotos.” Crisis no naturales como ésta hicieron que el terremoto fuera mucho más devastador.
El capitalismo del desastre llega a Haití
Tal como Naomi Klein probó rigurosamente en su libro La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, a lo largo de la historia “mientras la gente se tambaleaba por desastres naturales, guerras y trastornos económicos, sabios políticos y líderes industriales implementaron vilmente políticas que nunca hubieran sido aprobadas durante tiempos de menor confusión.” Esta presión para aplicar impopulares políticas neoliberales comenzó en Haití casi inmediatamente después del terremoto.
En una conversación grabada por Democracy Now!, Klein explicó que el desastre en Haití fue creado por la naturaleza, por un lado; y por otro, “es empeorado por la pobreza que nuestros gobiernos han sido cómplices en profundizar. Las crisis por desastres naturales son tanto peores en países como Haití porque existe erosión del suelo, dado que la pobreza implica que la gente construya de manera muy, muy precaria. Así, las casas directamente se desmoronan porque están construidas en lugares donde no debería construirse. Todo esto está interconectado. Pero tenemos que tener absolutamente claro que esta tragedia, que es en parte natural y en parte no natural, bajo ninguna circunstancia debe ser utilizada para, uno, endeudar aun más a Haití y, dos, hacer aprobar impopulares políticas corporativas en favor de nuestras corporaciones.”
Luego del desastre en Haití, Klein señaló que la Heritage Foundation “uno de los líderes en la defensa de explotar los desastres para hacer aprobar sus impopulares políticas en favor de las corporaciones,” publicó, después del terremoto, una declaración en su sitio web que sostenía que “además de proveer de inmediata asistencia humanitaria, la respuesta de Estados Unidos al trágico terremoto en Haití ofrece oportunidades para reformular en Haití un gobierno y una economía largamente disfuncionales y también para mejorar la imagen pública de Estados Unidos en la región.”
El mercenario grupo comercial Asociación Internacional de Operaciones de Paz (IPOA, por sus siglas en inglés) ofreció de inmediato sus servicios para proveer de “seguridad” a sus compañías miembro en Haití, según Jeremy Scahill. A horas del terremoto, escribió Scahill, el sitio web de IPOA anunció que “tras los trágicos eventos en Haití, algunas compañías miembro de IPOA están disponibles y preparadas para proveer a las víctimas del terremoto de una amplia gama de servicios cruciales de socorro.”
Kathy Robinson, una ejecutiva de la revista Fortune 500 y, anteriormente, de las Compañías Goldman Sachs, escribió sobre el desastre del terremoto en Haití. “Los empresarios líderes con quienes me he estado reuniendo han visto suficiente desilusión y sufrimiento,” narró. “Lo que Haití necesita es desarrollo económico y la formación de una verdadera clase media. […] Hay muchas cosas que estamos planeando en relación a la creación de nuevas e innovadoras maneras de usar la ayuda internacional y el apoyo gubernamental para promover la inversión privada.”
El 14 de enero, el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció un préstamo a Haití por 100 millones de dólares, para las tareas de socorro. Sin embargo, Richard Kim escribió en The Nation que este préstamo fue adicionado a los 165 millones acumulados por créditos, con condiciones “que incluyen el incremento de los precios de la electricidad, la negativa a pagar aumentos a los empleados públicos a menos que estén ganando el salario mínimo y el mantenimiento de baja inflación.” Este nuevo préstamo de 100 millones de dólares tiene las mismas condiciones. Kim escribió que “frente a esta última tragedia, el FMI todavía está usando la crisis y la deuda como palanca para forzar las reformas neoliberales.”
La última cosa que Haití necesita en este momento es más deuda; lo que necesita son subsidios. Como escribió Kim, según un informe del Centro de Política Internacional (CIP, por sus siglas en inglés), en 2003 “Haití gastó 57.4 millones de dólares en servicios de la deuda, mientras que la asistencia externa total para educación, salud y otros servicios fue sólo de 39.21 millones.”
En medio del sufrimiento y de la angustia posteriores a la catástrofe, muchos haitianos se reunieron para consolarse y ayudarse entre sí. El periodista David Wilson, en Haití durante el momento del terremoto, escribió sobre los cantos que siguieron al desastre. “Aquí, en un cruce de calles, cientos de personas se han reunido para cantar, aplaudir y rezar; fue anoche, cerca de las nueve, poco más de cuatro horas después de que el terremoto hubiera devastado la capital de Haití.” Un joven haitiano-estadounidense comentó a Wilson sobre los cantos; “los haitianos son diferentes,” dijo. “La gente en otros países no haría esto. Es el sentido de comunidad.”
Si estos elementos de los esfuerzos de “socorro” continúan en la variante explotadora, es esta comunidad la que probablemente será aplastada aún más por el capitalismo del desastre y el imperialismo.
Mientras que los líderes y las instituciones internacionales están hablando sobre cuántos soldados y cuántos dólares están comprometiendo en Haití, es importante notar que lo que Haití necesita son doctores, no soldados; subsidios, no préstamos; un sector público fuerte, en lugar de una privatización al por mayor; y una crucial solidaridad con las organizaciones comunitarias y con la gente, para apoyar la autodeterminación del país.
“No necesitamos soldados,” dijo a Al Jazeera quien fuera Ministro de Defensa durante el gobierno de Aristide, Patrick Elie. “Aquí no hay una guerra.” Además de criticar la presencia de soldados, comentó sobre el control que ejerce Estados Unidos en el principal aeropuerto. “La elección sobre lo que aterriza y lo que no aterriza y las prioridades de los vuelos, deberían ser determinadas por los haitianos. De otra manera, es una toma por la fuerza y lo que puede ocurrir es que las necesidades de los haitianos no se tengan en cuenta y sólo se considere la forma en que un país extranjero define las necesidades de Haití o el intento de imponer su propia agenda.”
Benjamin Dangl es el autor de The Price of Fire: Resource Wars and Social Movements in Bolivia (El precio del fuego: guerras de recursos y movimientos sociales en Bolivia, AK Press) y el libro próximo a publicarse Dancing with Dynamite: Social Movements and States in Latin America (Bailando con dinamita: movimientos sociales y estados en América Latina, AK Press). Benjamin es el editor de TowardFreedom.com, una mirada progresista sobre los acontecimientos del mundo, y de UpsideDownWorld.org, un sitio web sobre activismo y política en América Latina.