El 24 de enero, a los 86 años de edad, ha fallecido Don Samuel Ruiz García. Miles de personas, sobre todo indígenas llegados de las comunidades del rincón más olvidado de la patria, cómo lo definieron los zapatistas en 1994, han desfilado frente al féretro del hombre que durante cuarenta y un años (1959 -2000) ha sido obispo de San Cristóbal de las Casas.
“¡Queremos obispos al lado de los pobres!” gritaban los fieles en la plaza frente a la catedral de la ciudad durante los tres días de ceremonias. Obispos al lado de los pobres como fue Tatic Samuel (padre Samuel en lengua maya tzotzil), un religioso políticamente progresista pero que, hay que decirlo, en las cuestiones morales como el aborto o la homosexualidad se mantuvo siempre en línea con la posición del Vaticano.
Ordenado obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas en 1959, durante sus primeros años de episcopado Don Samuel miró el mundo a través de la lente conservadora y paternalista de la Iglesia Católica romana.
“Los indígenas me convirtieron”, ha afirmado muchas veces el Tatic, que en el curso de los años ’60 y ’70 atravesó, a pie, a caballo, en jeep o en burro, el inmenso territorio de su diócesis, que va de las montañas de los Altos de Chiapas a las comunidades de la Selva Lacandona. Ver con sus mismos ojos la realidad de los indígenas chiapanecos, la explotación que padecian de parte de los finqueros, la miseria y el hambre, cambiaron profundamente la conciencia del joven obispo.
En Samuel Ruiz, El Caminante, Carlos Fazio cuenta de cuando Don Sam llegó, después de días de camino a caballo, cerca de San Pablo Chalchihuitán, dónde encontró una comunidad desesperada: todos los niños habían muerto de sarampión y viruela. Los padres fueron cuatro veces a la ciudad para pedir ayuda médica, que nunca llegó.
“Don Samuel nos ha contado que le ha tocado ver a los peones cargar al finquero en sus espaldas. Aquí las conquistas de la revolución mexicana no llegaron”, me ha contado una integrante del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba), fundado en 1989 por el mismo Ruiz.
Fueron estos tipos de experiencias que convirtieron a Don Samuel, empujándolo dentro de aquella corriente de la iglesia católica conocida como Teología de la Liberación. En 1962 Don Ruiz participó en el Concilio Vaticano II y, seis años más tarde, en la Conferencia de Medellín del Celam (Conferencia General del Episcopado latinoamericano). Aquí se cristalizó la nueva conciencia episcopal latinoamericana, “el camino libertador del continente”, en las palabras del mismo Samuel. El obispo pasó a las comunidades indígenas el mensaje social y revolucionario de la palabra y de la vida de Jesús, buscando en la Biblia la justificación para que sus fieles hicieran conciencia de su realidad social y se organizaran. Delante de sus fieles no afirmó, como sus predecesores, que la justicia llegará después de la muerte, sino que hay que buscarla en la tierra.
Después, cuando en los ’80 sus fieles, una vez concienciados, decidieron formar el EZLN, Don Samuel se disoció de la elección de la lucha armada: aunque, a la luz también de las experiencias de las guerrillas centroaméricanas, la diócesis de San Cristóbal no rechazaba la idea de un cambio radical en Chiapas por medio de una insurgencia armada, la consideraban como un peligroso “camino a la muerte”.
Antonio Gutiérrez de la Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, durante su intervención en la catedral de San Cristóbal, ha subrayado la importancia de la obra de Don Samuel en la toma de conciencia política de las comunidades chiapanecas: “Hiciste lo que tenías que hacer. Tatic Samuel, aquí quedamos todavía tus hijos, tus hijas. Nosotros seguiremos caminando, vamos a seguir luchando por nuestros derechos, por la paz y la justicia. Claro, si no nos hubieras enseñado, si no hubieras vivido con nosotros no sabríamos defendernos. Si no hubieras venido a Chiapas, seguiríamos viviendo como esclavos, ciegos y subordinados por el mal gobierno”.
Considerar la obra de Don Samuel como la causa del levantamiento zapatista, como hacen muchos, es sin duda excesivo, pero no se puede negar que difícilmente esto se habría dado sin su paso por la Selva Lacandona.
Según el Centro Nacional de Comunicación Social, cuando Manuel Camacho Solís, comisionado por el presidente Carlos Salinas, preguntó a Don Samuel si fuera el responsable de la rebelión zapatista, así contestó: “Lo que yo he hecho es llevar una luz, la luz de la fe a los indígenas de la diócesis y se lo voy a explicar en forma gráfica: si en este cuarto no hubiera luz, nos tropezaríamos y nos golpearíamos en nuestro caminar a oscuras. Pero si alguien nos alumbra (y sacó una lamparita de mano que traía consigo) podemos ver los obstáculos y caminos alternativos para no tropezarnos. Lo que yo he hecho es alumbrar con la luz de la fe. Los caminos que recorran quienes ahora tienen nueva luz no son marcados por mí sino escogidos por mis fieles de acuerdo con sus propias y anteriores experiencias. Me consta que intentaron antes de rebelarse resolver sus problemas por caminos pacíficos. Pero nadie los escuchó ni les hicieron caso. Si después de tratar de crear conciencia durante más de 30 años mis catequistas no buscaran caminos de recuperación de su dignidad, ancestralmente ultrajada, me sentiría el obispo más frustrado de mi pastoral.”
La luz que Tatic Samuel ha llevado a las comunidades indígenas de Chiapas ha perjudicado los intereses de muchos, los mismos que hoy expresan profunda pena por su muerte. “Admiraba a Samuel Ruiz – comentó el Presidente de la Republica Felipe Calderón – por haber sido un gran mexicano, comprometido con la gente más pobre del país, con los indígenas. Un hombre fiel a sus ideas, a sus creencias, a sus valores, hasta el último día. Le hará falta al país”. El gobernador de Chiapas Juan Sabines Guerrero, el mismo que apoya grupos paramilitares como el Ejercito de Dios, que marcha por las calles de San Cristóbal de las Casas exigiendo la detención de Samuel Ruiz y de los integrantes del Frayba, ha acompañado el feretro del ex obispo hasta su entierro.
“El grotesco desfile de personajes de la vida política local y nacional frente al féretro de Don Samuel no es para honrarlo, sino para comprobar, con alivio, que ha muerto” escribe la Comandancia del EZLN en el comunicado que ha seguido la muerte de Ruiz. “Incluso desde mucho antes de nuestro alzamiento en 1994 – continúa el comunicado – la Diócesis de San Cristóbal padeció el hostigamiento, los ataques y las calumnias del Ejército Federal y de los gobiernos estatales de turno. […] Los gobernadores de Chiapas hostigaron a quienes en la diócesis de San Cristóbal se opusieron a sus matanzas y al manejo del Estado como si fuera una hacienda porfirista.”
La Comandancia no se equivoca: el hostigamiento en contra de Don Samuel empezó mucho antes el enero de ’94, también a través de explícitas amenazas de muerte. Fueron muchos los que trabajaron para quitar terreno al obispo liberacionista, apoyados por los medios de comunicación que orquestaron una intensa campaña mediática de desprestigio: “instrumento de Marcos” y “obispón rojo” fueron unos de los apodos de Ruiz. De toda forma, sus principales opositores estuvieron dentro de la Iglesia católica: en los ’90, Samuel Ruiz García debió enfrentar duras críticas hacia su trabajo y repetidas intentonas de removerlo de Chiapas por parte de las cúpulas del Episcopado Mexicano y el nuncio papal Girolamo Prigione Pozzi.
En enero de 2004, Samuel Ruiz escribió una carta pastoral en la que decía: “La pregunta que Dios nos hará al final de nuestra existencia será: ¿De qué lado estuvimos? ¿A quién defendimos? ¿Por quién optamos? Preguntas que nadie, ni los poderosos, podrán eludir al final de su vida”.
El lado donde estuvo Don Samuel fue el del pueblo, abajo y a la izquierda. Como Hélder Cámara en Brasil, Juan Landázuri en Perú, Jesús Silva Enríquez en Chile y Óscar Arnulfo Romero en El Salvador. “Cuando yo muera resucitaré en mi pueblo”, dijo una vez Don Romero.