La represión contra los Indignadxs es un mensaje para asegurar que no se permitirá la continuación de las protestas, pero los activistas se niegan a ser silenciados.
CIUDAD JUÁREZ – El 15 de octubre, hubo una respuesta mundial al pedido de “Occupy Wall Street”de que las personas se unieran y formaran parte del movimiento. Ciudadanos de todas las condiciones sociales que se identifican como parte del famoso 99% respondieron al llamado estableciendo campamentos, y llevaron a cabo distintas acciones en espacios públicos (y privados) en todo el mundo.
En Ciudad Juárez, México, un grupo de activistas de diversas organizaciones, colectivos e inclinaciones políticas se unieron y decidieron que ellos también se organizarían en respuesta al llamado, bajo el nombre “Indignadxs de Juárez”.* Realizaron dos eventos en concurrencia con la convocatoria del 15 de octubre, pero no pudieron establecer un campamento permanente, al estilo del movimiento “Occupy”.
“Aquí, en Juárez, es peligroso manifestarse, no existen las condiciones [para ocupar]”, dijo Gero Fong, activista local e Indignado. “Una de nuestras intenciones era establecer un campamento permanente pero, dado el número de personas, no fue posible”.
En lugar de acampar, los Indignadxs de Juárez convocaron a una serie de acciones. El 1 de noviembre, volvieron a reunirse para realizar una manifestación que incluiría teatro callejero, y durante la cual pegarían simbólicamente unas 9000 cruces de papel en distintos puntos de la ciudad, en memoria de las más de 9000 personas asesinadas aquí desde el año 2008.
La respuesta policial ante la manifestación del 1 de noviembre se transformó rápidamente en un escándalo nacional. La policía golpeó y arrestó a 29 personas, entre los que había activistas, sus seguidores, y periodistas.
“Me arrojaron al suelo, y entre 10 y 15 oficiales comenzaron a golpearme”, dijo Gerardo Solís, un maestro de escuela secundaria que fue arrestado frente a la estación de policía mientras exigía conocer los nombres de los detenidos. Fue encarcelado con los demás durante la noche. “Me metieron preso con el resto de los compañeros, y adentro me dijeron que me iban a desaparecer, que tienen asesinos que trabajan para ellos, que me iban a desaparecer, que ya sabían que soy maestro y dónde trabajo, y que irían a buscarme”, dijo Solís.
La noche siguiente, los detenidos fueron liberados bajo una fianza de US$40, aproximadamente. En los días posteriores, hubo cada vez más claridad acerca del motivo por el que la policía había reprimido a los manifestantes con tanta intensidad.
“Aquí la población se siente indefensa, y creo que están llevando a cabo una represión preventiva”, dijo Fong. El ataque colectivo y público contra los manifestantes debe entenderse en el contexto de la militarización que viene padeciendo Juárez desde principios de 2008, cuando se desplegaron 7500 soldados en la ciudad, seguidos por miles de efectivos de la policía federal.
“Creo que se está tomando a Ciudad Juárez como una ciudad experimental, es el primer lugar [en México] que ha sido militarizado, aquí es donde comenzaron los asesinatos, donde se ha experimentado con una serie de políticas binacionales, y ahora, lo que intentan hacer es aplicar políticas represivas con el claro objetivo de introducir el miedo entre los que se manifiestan, y dar el ejemplo de que aquí no habrá protestas”, dijo Fong, que aún lucía un ojo morado a causa de la golpiza que recibió por parte de la policía.
Los activistas juarenses de larga trayectoria dicen que es la primera vez, en casi veinte años, que se golpea y arresta de una vez a tantos camaradas, en un claro acto de control policial con fines políticos.
“[La policía] mostró su fuerza contra quienes no debía hacerlo, contra nosotros, los que queremos que la ciudad esté en paz”, dijo Elizabeth Flores, quien ha estado involucrada en movimientos en Juárez desde principios de los años 90. “No hacen esto contra los delincuentes, contra los que están cometiendo delitos en este momento”. Flores señaló al sistema económico, el desempleo, la militarización y la impunidad como las causas fundamentales de la violencia a la que hacen frente los Indignadxs de Juárez.
Cuando se le preguntó por qué los Indignadxs de Juárez están en las calles, el doctor Arturo Vásquez Peralta respondió sin dudarlo, con palabras afiladas y gesto duro: “Nueve mil muertos en Ciudad Juárez. Falta de investigación sobre esos nueve mil muertos. Falta de voluntad para esclarecer esas nueve mil muertes”. Para Peralta, la respuesta a la manifestación del 1 de noviembre es la suma de políticas que se han venido utilizando en Juárez durante años: un mensaje para asegurar que no se permitirá la continuación de las protestas, bajo amenaza del uso de violencia.
A pesar de ello, en su primera reunión tras ser liberados de prisión, los Indignadxs de Juárez decidieron que se manifestarían nuevamente el 26 de noviembre, con cruces y engrudo en mano. Le pregunté a Julián Contreras, un activista de la comunidad, cómo es organizarse en este tipo de ambiente.
“De acuerdo con su lógica, dada la escala de la represión que hubo en esta ciudad, ya deberíamos estar escondiéndonos bajo la cama, temblando de miedo, pero eso no es lo que está sucediendo”, dijo Contreras.
“Hemos llegado a un nivel tan alto de violencia, en el que se corta en trozos a las personas y se los esparce por toda la ciudad, y sabemos que esto es una estrategia de Estado: pueden matar a tu familia, a tus hermanos, a tus parientes políticos, a tus amigos, pueden desaparecerte”, dijo, “y sigues saliendo a la calle porque sabes que no hay otra opción, porque lo que está bajo amenaza no eres tú, sino la comunidad entera”.
El hecho de que las condiciones en Juárez sean muy difíciles ha provocado una mayor unidad entre grupos y movimientos, explica Contreras, quien señala que los zapatistas, anarquistas, socialistas, estalinistas, trotskistas, social demócratas, ONG, organizaciones de derechos humanos y cristianos se han unido para manifestarse. “Eso, a nivel nacional, es inconcebible”, añadió.
A pesar de esta unidad, Fong clasifica al movimiento de Juárez como uno de fuerza cualitativa, no cuantitativa. “En números, éramos 3000 en nuestro momento más fuerte, cuando marchamos porque habían disparado contra un estudiante durante una marcha por la paz”, dijo Fong. “Desde ese momento, nuestro movimiento ha oscilado entre unas diez y cien personas, aumentando y disminuyendo, aumentando y disminuyendo”.
Para Fong, Contreras, Flores y otros, no hay dudas de que, más allá de que expresarse puede llevar a la muerte, continuarán levantándose y resistiendo la militarización y el paradigma económico dominante”.
“No hemos logrado crear un movimiento masivo, pero sí un movimiento importante que denuncia cosas que muchas personas no están dispuestas a denunciar a causa del miedo”, concluyó Fong.
*Indignadxs es una manera de referirse a los que participan en el movimiento, sin hacer distinción de género. Fue utilizada ampliamente para designar a los que participaron de los campamentos de protesta en España, anteriores a “Occupy Wall Street”.