Fuente: Programa de las Américas
Silencio y velas. Alrededor de una mesa, en una cocina abierta hacia un amplio patio engalanado con plantas y árboles, mujeres de todas las edades y varones muy jóvenes colocan hierbas en pequeñas bolsitas que sellan con el calor de las llamas. Murmullos, risas y velas; un ambiente místico, espiritual, para una tarea colectiva que celebra la vida. La sede de CONAMURI[2] es un sitio apacible que combina el trabajo con la intimidad, como la vida campesina que de algún modo reproduce.
Las militantes están preparando alimentos para la feria de comidas y productos agroecológicos Jakaru Porã Haguã (“Para que podamos comer bien”, en guaraní), que pequeños productores y productoras de varios departamentos realizan en el centro de Asunción. El tiempo de trabajo es pausado y se interrumpe con relatos, opiniones, miradas y silencios. Del círculo emana una energía que invita a integrarse. “Las mujeres poseen el 8% de la tierra pero producen el 80% de los alimentos y son quienes pasan más hambre”, se lee en un cartel.
La casa de María tiene un fondo extenso donde antes criaba cerdos, una de las principales actividades en los Bañados, la zona inundable de la capital donde tres generaciones le fueron ganando espacio al río desafiando los asiduos desbordes. Nos ofrece agua fresca y vamos acomodando sillas en las que se arrellanan mujeres del barrio, entre ellas Carmen, fundadora de CODECO[3], y Patricio, el único varón del grupo.
De a poco empiezan a relatar las novedades de los Bañados, en particular las temidas obras del proyecto Franja Costera que amenaza “urbanizar” un barrio de 150 mil habitantes que gracias al trabajo de los vecinos ahora es apreciado por la especulación inmobiliaria. La última inundación, dos meses atrás, fue la excusa para que las autoridades renovaran las amenazas de desalojar miles de viviendas. María señala la calle donde vive, que sería el límite trazado por el municipio para expulsar y derribar.
Las dos organizaciones, la rural integrada por campesinas e indígenas, y la urbana formada por los sectores populares de Asunción, son muy diferentes pero tienen varios aspectos en común: la vocación de resistencia comunitaria al avance del capital sobre sus vidas (léase soja y agrotóxicos o especulación inmobiliaria), estar integradas mayoritariamente por mujeres y abrirse al trabajo con varones jóvenes.
Análisis sin concesiones
“Con la feria buscamos establecer un nexo entre la ciudad y el campo”, suena una voz desde el círculo. “A través de nuestra comida y de los alimentos orgánicos volvemos a relacionar lo rural y lo urbano, un vínculo que el avance del agronegocio está destruyendo”. La población rural supera el 40% pese a la incontenible expansión de los cultivos de soja que han expulsad,o desde 1989, cuando cayó la dictadura de Alfredo Stroessner, a una parte considerable de los campesinos de sus tierras: en la década de 1980 el 60% de la población paraguaya vivía en el campo.
Los sucesivos gobiernos, incluyendo al del progresista Fernando Lugo (2008-2012), destinaron el 70% del presupuesto para agricultura a subsidiar a los grandes agroexportadores. Las familias agricultoras reciben sólo el 5% del gasto público y de ellas sólo el 15% accede al crédito[4]. Quince organizaciones campesinas y sociales lanzaron una campaña contra Monsanto en el día mundial de la alimentación, durante el encuentro Heñoi Jey Paraguay (Germina de nuevo Paraguay). Desde la caída de Lugo, en junio de 2012, se aprobaron siete nuevos cultivos genéticamente modificados.
Las grandes organizaciones campesinas están muy debilitadas y su capacidad de convocatoria es mínima. “La hegemonía de los viejos movimientos campesinos se terminó”, dice Perla, desde un rincón, abriendo el grifo de opiniones. “Nosotras no nos debilitamos porque nos vinculamos a lo nuevo que surge en la ciudad, como las ferias, y porque incorporamos jóvenes”, agrega María. Carina tercia: “Nuestras dirigentes no se pelean por cargos ni por dinero, son sinceras”.
Vuelve María: “No vendemos a las mujeres, no hacemos pactos, no vamos a negociar, no nos vendemos”. Y para que no queden dudas remata: “Somos la organización que tiene menos proyectos con el Estado”. Y otra vez Carina: “Lo que tiene realmente conocimiento y claridad es lo que da poder”. En el ambiente flota la crítica a dirigencias que nadie nombra, quizá por el dolor o porque siguen siendo compañeros.
Ña Cefe (doña Ceferina), fundadora de CONAMURI, reflexiona muy serena: “Hay un vicio por negociar, y salen con el maletín cargado”. Lentamente el panorama se aclara: muchos dirigentes campesinos y sindicales ocuparon cargos de confianza en el gobierno de Lugo y abandonaron las bases. Ellas no lo hicieron. El no haberse “vendido”, las legitimó y las instaló en el centro de la resistencia al modelo encabezado por el presidente colorado Horacio Cartes.
“El sector de izquierda en Paraguay tiene un proceso muy corto”, reflexiona Alicia. “Hay mucho enredo, mucho autoritarismo, muchos vicios del capital. Vicios de la derecha dentro de la izquierda”[5]. La joven dirigente de CONAUMURI pone un ejemplo: los partidos como el Frente Guasú, que aglutina a la mayor parte de la izquierda, dejaron de ser espacios de representación de los movimientos. “Lo único que se pensaba allí era en el poder y quién iba a ser candidato o candidata[6]”.
En su análisis, la sequía afectó a miles de campesinos que debieron emigrar, desaparecieron comunidades enteras, dice Alicia, al punto que “no había nada para comer en el campo”. Lugo nunca les concedió audiencia, pero el Frente Guasú tampoco. El 6 de mayo, un mes antes del golpe parlamentario, los movimientos denunciaron al Frente en un comunicado diciendo que actuaba peor que la derecha. Lugo y la izquierda estaban aislados de los movimientos. “Y en eso vino el golpe”[7].
Las mujeres de CONAMURI han construido un análisis propio de la realidad social y política, que incluye una precisa autocrítica de las organizaciones campesinas. Entre las 23 organizaciones y movimientos sociales entrevistados en el libro “Golpe a la democracia”, el análisis de las mujeres destaca porque no se limita a señalar a la derecha golpista y a los grandes terratenientes, sino que también aborda los problemas y deformaciones en el campo popular.
Resistir la especulación inmobiliaria
Recostada en una silla María no oculta su indignación. Las obras del megaproyecto Franja Costera avanzan imparables. Ya se construyó el Parque del Bicentenario y la Avenida Costanera, aunque pocos parecen entender la relación entre las obras y la mayor inundación de las últimas décadas. Su casa está en el límite de las zonas que serán desalojadas para “urbanizar” los Bañados.
Los humedales entre la ciudad formal y el río Paraguay fueron poblados desde la década de 1950 por campesinos expulsados por la expansión de la ganadería. Son las zonas inundables de Asunción, donde viven 150 mil personas, entre el 15 y el 20% de los habitantes de la capital. El 60% tienen menos de 20 años, el 85% está asentado en terrenos fiscales y solo el 15% tienen título de propiedad[8].
Todo lo que tienen los barrios de los Bañados, calles, capillas, alumbrado público, grifos de agua, puestos de salud, centros sociales y escuelas, fue construido en base a la ayuda mutua. Para adecuar los barrios, “se han tenido que hacer muchas ferias de comida, se han tenido que vender muchas rifas, organizado muchas polladas o tallarinadas, se han debido realizar numerosos torneos, colectas”[9]. En los mapas oficiales no aparecen esas 17 mil familias, pero se destacan las obras en construcción.
Desde 2007, al calor de la expansión del modelo financiero que en el campo se traduce en monocultivos y en las ciudades en especulación inmobiliaria, se reflotó un viejo proyecto que los vecinos aún no conocen en su totalidad, y del que se van enterando a medida que las obras avanzan. Franja Costera propone “recuperar” 1.000 hectáreas del Bañado Norte y 1.000 del Bañado Sur. En el Sur se propone crear un parque industrial y construir un nuevo puerto.
En el Bañado Norte quieren rellenar la mitad para “inversiones privadas”, que incluyen: 82 hectáreas para campo de golf y resort, 20 para un parque telemático, 22 para un centro de convenciones, 113 hectáreas para áreas residenciales. Además están las 500 hectáreas de la reserva ecológica decidida a espaldas de la población, porque allí se detienen aves migratorias provenientes de Canadá. La reserva rodea al exclusivo Club Mbiguá.
El Parque del Bicentenario fue inaugurado bajo el gobierno de Lugo y en 2012 se estrenó la Avenida Costanera, cuatro carriles sobre un gigantesco terraplén al borde del río, varios metros por encima de las viviendas más pobres de la ciudad. Los vecinos molestan. Cuando la municipalidad entregó 22 hectáreas a la empresa de servicios sanitarios, consideró que allí había sólo siete familias, ignorando que en realidad eran 420 familias con más de 20 años en la zona[10].
Se trata de emprendimientos de lujo como el Centro de Eventos Talleyrand Costanera[11] o el Complejo Barrail[12], torres para oficinas y resdiencias, bancos, supermercados y todo tipo de negocios con el atractivo adicional de la vista a la bahía. En suma, la especulación urbana toma por asalto los Bañados poniendo en serio riesgo el futuro de sus habitantes.
“¿Dónde nos vamos a ir si llevamos toda la vida en este lugar?”, estalla María. Carmen, Ada y Patricio muestran la misma convicción. CODECO nació hace 12 años vinculada al trabajo local de la iglesia de base dirigida por los jesuitas de Fe y Alegría. Allí se formó Carmen y una parte de los vecinos que trabajaron por mejorar el barrio y ahora pelean para no ser trasladados. “El gran avance de las obras de la franja se dio bajo el gobierno Lugo; como era un gobierno amigo la gente bajó la guardia”, dice una vecina.
CODECO agrupa once barrios, cada uno con su comisión vecinal que se consideran comunidades, y la asociación de recicladores que cuenta con 50 socios y socias que ahora trabajan con motocarros. La coordinadora abarca entre seis y siete mil familias y, como sostiene Ada, las mujeres son las que sostienen tanto la organización como las propias familias”. De las 30 personas que forman el núcleo de la coordinadora, 26 son mujeres que se reúnen todas las semanas además de mantener sus reuniones en los barrios y con la administración.
“Hay una relación entre sostener la familia y sostener la lucha y la organización” reflexiona Ada. Ellas salen a reciclar residuos, trabajo en el que colabora toda la familia, y son ellas las que sostienen los animales domésticos, consiguen comida para los cerdos y venden el cartón reciclado. “Ellos están más alejados de la vida comunitaria, prefieran trabajar fuera como cuidadoches o en la construcción, mientras ellas se encargan de los hijos que trabajan con los padres después de a escuela”.
Apostar a una nueva cultura política
“Cuando empezamos a trabajar con varones fue muy complicado”, dice Perla. “Por eso trabajamos sólo con varones jóvenes”. La decisión responde a “la esperanza depositada en que estos procesos generen nuevas relaciones de género y es en la juventud donde se construyen”[13]. Perla sostiene que “las metodologías con la juventud son más vivenciales, como los campamentos, los intercambios, las prácticas”, y es en la convivencia cotidiana donde aparece, o no, lo aprendido.
Las militantes de CONAMURI defienden un “feminismo popular y campesino” que trabajan intensamente en sus cursos internos, en particular en los Cursos de Formación para las Pytyvõhára (facilitadoras o educadoras). En los cuadernos de formación sostienen que el género es una construcción histórica “que incluye a mujeres, varones y a las diferentes opciones sexuales y por eso hablamos de géneros en plural”[14].
No luchan contra los hombres sino contra el patriarcado, y se autodefinen como “anticapitalistas, antipatriarcales y socialistas”. Proponen construir nuevas relaciones entre mujeres y hombres, democratizar el trabajo doméstico, participar en espacios de poder y de toma de decisiones y “avanzar en nuestra autonomía individual, económica y política para poder tomar nuestras propias decisiones”.
La autoeducación, el autocuidado y la autoestima alimentan el orgullo por la organización de las mujeres que pertenecen a CONAMURI. Esa fuerza les ha permitido superar “las campañas de otras organizaciones contra CONAMURI”, como dice una de las mujeres mientras coloca hojas en las bolsitas en la cocina de la organización. Perla va más lejos: “Desde que incorporamos jóvenes, los discriminan, les dicen que van a CONAMURI porque no tienen el perfil para ser dirigentes”.
Un par de jóvenes mueven la cabeza y asienten. “En las grandes organizaciones no nos dan participación a los jóvenes, y vemos que a CONAMURI no la manejan entre dos o tres sino todas juntas”, dice uno de ellos. Ña Cefe recuerda que esos mismos “machos viejos” que mandan en las organizaciones se les burlaban en 1998 cuando se separaron para formar CONAMURI. “Qué van a hacer estas viejas amargadas”, les decían.
Recuerda que el maltrato que sufrieron las forzó a retirarse de la MCP[15]. “No estamos contra el hombre, queremos ir del brazo. Con Lugo todos los dirigentes campesinos se candidatearon, se pelearon entre ellos por cargos y perdieron sus bases”, insiste Ña Cefe. “La dirigencia también entró en crisis por haber hecho una lectura muy liviana del gobierno progresista. Ahora el movimiento campesino no es más hegemónico, mientras la dirigencia perdió el control de las bases y la capacidad de análisis”, reflexiona Perla.
Entre los movimientos paraguayos predomina un clima de confusión y desarticulación, de crisis e incertidumbre en un escenario dominado por el avance avasallador de la derecha, con proyectos de privatizaciones, de favorecer aún más a los grandes propietarios rurales y a los grandes especuladores inmobiliarios.
Predomina, también, una sensación de que algo se ha agotado, de que ya no se puede seguir transitando los mismos caminos que mostraron tantos límites. CODECO apuesta por los jóvenes. En 2012 hicieron un curso de comunicación radial cuando la parroquia del barrio les ofreció la radio comunitaria. Participaron 30 chicos y chicas y 10 se quedaron iniciando un programa radial con apoyo de una mujer de la organización.
“Suelen ser hijos e hijas de personas de CODECO, algunos participaban con sus madres en las reuniones y actividades. Entre ellos son amigos y como todos trabajan no tienen problemas en asumir responsabilidades”, explica Ada. La experiencia de CONAMURI, aunque son organizaciones muy distintas, es similar. El ingreso masivo de mujeres jóvenes y de base, y el ingreso de varones, a menudo hijos de militantes, está generando un profundo cambio en la cultura política.
En pocos años realizaron un “ejercicio de distribución del poder”, mediante un proceso de debates y capacitación interna realizado por ellas mismas en base a la historia del Paraguay, de las luchas campesinas, de la dictadura. En las familias trabajan fuerte con hijos e hijas, pero también con sus parejas, aunque a veces se producen rupturas. Magui Balbuena, fundadora y referente de CONAMURI, me explicó años atrás que estaba dejando el lugar central que había ocupado en la organización. Su hija Martha adelantó que estaban empezando a integrar varones.
Hay algo en las organizaciones donde predominan mujeres y jóvenes que las hace diferentes. Por algo la mitad de los zapatistas tienen menos de 20 años y muchísimas son mujeres. Son los sectores menos “maleados” por la cultura política hegemónica. En los Bañados atravesaron conflictos con un varón de la organización que lo vienen superando en base a crítica, autocrítica y confianza en el otro. Manejan el conflicto de otros modos, “incorporando al otro”.
La experiencia en CONAMURI “es grandiosa” dice una mujer que trabaja con grupos de mujeres. “Se autoregulan, se autocontrolan, de forma educativa, sin agresión sino con responsabilidad y compromiso; aunque duela nos decimos las cosas de frente”. Confianza, verdad y espíritu de comunidad hacen que los conflictos no separen. “No se guardan las críticas porque s se guardan luego estalla y todo se rompe”. No hay un tempo reloj, sino los de cada persona.
En algún momento habrá que nombrar esta nueva cultura política que comienza a abrirse paso en espacios donde el individualismo y el machismo están bajo control. Por ahora alcanza con reconocer que algunos movimientos, no institucionalizados, con fuertes vínculos con las bases, comunitarios y con formas de trabajo bastante horizontales, están renovando la cultura política. Un paso imprescindible para redoblar las resistencias.
Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe cada mes para el Programa de las Américas (www.cipamericas.org)