Fuente: Yes! Magazine
Vicente Addiego frente a su casa en la cooperativa BANREP, donde ha vivido por 35 años. Foto por Silvia Leindecker | |
Es un movimiento social y una cooperativa de vivienda. Un programa masivo de auto ayuda para personas pobres y una nueva forma de vida para miles. Con 20.000 familias miembro viviendo en hogares de propiedad cooperativa en 400 comunidades a lo largo del país, es una de las federaciones cooperativas más grandes y más radicales de las Américas.
La Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda de Ayuda Mutua (FUCVAM) es también uno de los movimientos sociales mejor organizados de Uruguay. En marzo último, los miembros de la Federación lideraron las demostraciones contra la visita al país del presidente George W. Bush, marchando durante cinco días para cubrir cerca de 200 kilómetros desde la capital de la nación, Montevideo, hasta la hacienda presidencial donde el presidente de EE.UU. se reunió con su contraparte uruguaya, el presidente Tabaré Vázquez.
Los dos conceptos—vivienda y activismo político—pueden no parecer socios naturales. Pero el principio de FUCVAM de promover la autonomía en sus organizaciones afiliadas se traduce en un compromiso social más amplio.
La experiencia cooperativa
Fabián Ramírez, de 31 años, extiende su mano para ayudarnos a subir por las escaleras improvisadas que dan al segundo piso de una casa de tres dormitorios.
Muchos miembros de la cooperativa no tenían ninguna experiencia previa antes de comenzar a trabajar en sus casas, pero todos lo hacen juntos e invierten la misma cantidad de horas. “Si sabes algo de construcción, mejor aún,” dice Ramírez. Cualquiera sea tu experiencia, “hay trabajo para todos.”
Ramírez, su esposa y su joven hijo son miembros de una cooperativa de vivienda de 40 familias en uno de los barrios de clase obrera de Montevideo. Como los otros afiliados de la Federación, están construyendo sus hogares con sus propias manos. Durante los últimos 30 meses, cada familia ha invertido más de 20 horas semanales en la construcción, y su trabajo al fin está fructificando.
Ramírez muestra con orgullo los pisos de madera colocados hace poco por ellos mismos. Señala por la ventana a un grupo de edificios vecinos, sus techos incrustados de piletas de agua, las cuales, dice Ramírez, actuarán como aislantes contra las temperaturas extremas, manteniendo a sus hogares frescos en los veranos calurosos y tibios durante los helados inviernos uruguayos.
Aunque a la cooperativa le falta sólo un mes para ser completada, Ramírez todavía no sabe en cuál hogar vivirán él y su familia; eso será decidido por sorteo el próximo mes. El sistema está diseñado para asegurar que todos trabajen con el mismo rigor en todas las casas.
Una vez que terminan con los hogares, los miembros de la cooperativa planean construir un espacio común y una guardería para el uso gratuito de los miembros de la cooperativa.
Las casas son propiedad de la cooperativa, no de los individuos o las familias, pero cada familia posee el derecho legal de utilizar su hogar. Ese derecho puede ser heredado a las siguientes generaciones, o intercambiado por el dinero y las horas de trabajo que invirtieron en la comunidad, pero no puede ser vendido.
Los miembros cooperativos no sólo son trabajadores o residentes. Son también administradores y organizadores. Todas las decisiones se realizan democráticamente en reuniones semanales que continúan incluso después de terminada la construcción.
La idea de construir viviendas cooperativas podría parecer inusual en otros lugares, pero no aquí en Uruguay. Ramírez ha vivido en la misma cooperativa desde que tenía siete años. Ahora que está empezando su propia familia, está construyendo un hogar en la Cooperativa de Vivienda y Familia (COVIFAM), una cooperativa no muy diferente a la que había habitado de niño. Ambas cooperativas son miembros de la FUCVAM, la cual se constituye en el núcleo de una de las experiencias cooperativas de vivienda más importantes, democráticas y autónomas en el Hemisferio Occidental.
Miembros de la cooperativa construyendo sus hogares en la Cooperativa de Vivienda y Familia. Foto por Silvia Leindecker | |
Construyendo un Movimiento
El movimiento de vivienda cooperativa tuvo su inicio en Uruguay como reacción frente a una crisis de vivienda en aumento. Las presiones populares desembocaron en la creación del Plan Nacional de Vivienda de 1968, el cual abrió nuevas oportunidades de vivienda para los ciudadanos uruguayos. El plan proporcionó el marco legal para la tenencia cooperativa de la propiedad, y creó el Fondo Nacional de Vivienda y Urbanización, al retener un 1 por ciento de cada salario uruguayo, con la obligación para los empleadores de pagar el mismo monto.
El nuevo fondo les permitió a algunos trabajadores conseguir préstamos y comprar sus propios hogares. Pero con el empleo precario existente durante los difíciles tiempos económicos que alimentaban la amenaza del default, muchos uruguayos corrieron el riesgo de perder las casas que recién habían adquirido y terminar justo donde habían comenzado. La respuesta: viviendas cooperativas, que podrían tomar los préstamos colectivamente, minimizando los riesgos individuales mientras fomentaban la solidaridad entre sus miembros.
“La propiedad colectiva funciona como un paraguas bajo el cual los miembros pueden cubrirse en clima tormentoso,” dice metafóricamente el Presidente de FUCVAM, Mario Fígoli. “Si pierdo mi trabajo, y por unos meses no tengo los fondos para pagar mi cuota mensual del préstamo, mis colegas cooperativistas pagarán por mí hasta que tenga un trabajo una vez más. Entonces se los devolveré.”
FUCVAM nació menos de dos años después de la aprobación del Plan de Vivienda. Surgió de un movimiento sindical uruguayo bien organizado y de un movimiento cooperativo en rápido crecimiento, con el fin de ayudar a proveer los medios para adquirir sus propios hogares a las familias de bajos ingresos, de clase trabajadora.
Cada cooperativa afiliada recibe ayuda de la Federación y un equipo asesor técnico. “Ninguna cooperativa ha fracasado jamás,” dice Fígoli. “No es fácil para un grupo de personas que recién se han conocido el desarrollar un proyecto de autogestión, porque se nos ha enseñado a valorar el individualismo Pero ésa es la riqueza del modelo cooperativo de vivienda: transformar a un individuo en un ciudadano.” (El término autogestión no tiene traducción directa al inglés. El término incorpora los conceptos de gestión propia a través de la toma de decisiones autónoma democrática de base).
“Cada uno de nosotros llega a la cooperativa tan sólo por una razón. Necesitamos una vivienda,” dice Fígoli, que también ha sido un residente de una cooperativa afiliada desde finales de 1970s. “Pero una vez que nos involucramos en el proceso, las dinámicas de la autogestión crean un cambio cultural en la gente.”
El cambio es evidente cuando visitas alguna de las cooperativas.
“¿Todos aquí se conocen entre sí?” pregunto mientras camino a través de un gran complejo de departamentos de una cooperativa afiliada a FUCVAM de cerca de 200 familias, justo calle abajo de COVIFAM.
“Por supuesto,” dice nuestro guía, Vicente Addiego, que ya tiene más de 70 años y ha vivido en una cooperativa de vivienda del otro lado del pueblo por cerca de 35 años. “Todos se tienen que reunir frecuentemente. Tienen que administrar todo esto.”
Pasa un vecino y nos saluda. Otro se detiene para ayudarnos con indicaciones. Percibes la sensación de que se cuidan entre sí.
Pasamos por el gimnasio, el centro recreativo, la guardería, un área común, una biblioteca, campos deportivos y patios de recreo. Todo ha sido construido por los residentes, gestionado por ellos, y es gratuito para los miembros de la cooperativa. Algunas cooperativas más grandes incluso poseen sus propias clínicas de salud gratuitas.
Tal vez este hábito de solidaridad comunitaria explica el hecho de que la FUCVAM continúe siendo uno de los movimientos sociales más activos de Uruguay.
Foto por Silvia Leindecker | |
Décadas de lucha
El activismo político de la FUCVAM podría parecer arriesgado para un grupo cuyo financiamiento depende casi enteramente del gobierno. Pero el programa de financiamiento de vivienda de Uruguay ha sobrevivido a las tormentas políticas, en parte porque, como lo señalan los activistas de la vivienda, los préstamos se financian con los salarios de los trabajadores.
La verdadera autonomía de la Federación fue puesta a prueba tan sólo dos años después de su fundación, cuando en Uruguay tomó el poder una dictadura represiva que perduró 12 años. Decenas de miles fueron encarcelados y torturados, y la FUCVAM no fue la excepción. Cientos de activistas de la Federación fueron perseguidos, y el gobierno trató de prohibir las asambleas cooperativas, mientras disminuían los préstamos para las nuevas cooperativas e incrementaban las tasas de interés desde un 2 por ciento hasta llegar incluso hasta el 9 por ciento. A pesar de la represión, los miembros de la FUCVAM pronto emergieron como la vanguardia de la lucha contra la dictadura, a medida que la movilización hacía erupción a lo largo de todas las comunidades unidas por la FUCVAM.
“Puedes cerrar la puerta de un sindicato, pero no puedes echar a 7.000 familias de sus casas,” dice Fígoli con una sonrisa.
Luego de la caída de la dictadura en 1984, la FUCVAM se enfrentó a las amenazas del gobierno de poner fuera de la ley al estilo de propiedad cooperativa. En los 1990s, se opusieron a una reestructuración de los préstamos. La Federación está conduciendo ahora una “huelga de pagos:” sus cooperativas afiliadas están reteniendo el reembolso de pagos sobre todos los préstamos importantes. La huelga tiene la intención de forzar al gobierno a convenir la reestructuración de los préstamos previos basados en los salarios de los trabajadores y a rechazar las tasas de interés exorbitantes impuestas a las cooperativas de la Federación durante la dictadura. Como resultado, de acuerdo a Addiego, el actual gobierno uruguayo de izquierda, Frente Amplio, está anunciando a las nuevas cooperativas tan solo una miserable asignación de préstamos en comparación con gobiernos anteriores.
Aprendiendo del pasado
No todo es perfecto en la Federación. No a todos los miembros les gusta el activismo político de la FUCVAM, y la Federación ha descubierto que los jóvenes se resienten contra su cooperativa por las largas horas de construcción y las numerosas reuniones en las cuales sus padres tienen que participar.
Como resultado, ahora la FUCVAM alienta a la familia entera—desde la niña o niño más pequeños hasta la abuela o abuelo más ancianos—para que se involucren en su cooperativa desde el principio mismo, ya sea ayudando en la construcción, cuidando a niños menores, o atendiendo una guardería o un programa para adolescentes. FUCVAM tiene un centro de capacitación donde se dictan talleres sobre políticas sociales y gestión cooperativa, organización y administración para sus miembros. Recientemente han lanzado un programa de entrenamiento para maestros comunitarios basado en las enseñanzas del autor de “Pedagogía de los Oprimidos”, Paulo Freire, mejor conocido por su trabajo innovador en la educación popular para combatir el analfabetismo.
“Creemos que nuestro modelo es uno de las muchas expresiones del trabajo de Paulo Freire” dice Fígoli, “y que es completamente replicable en cualquier lugar del mundo.”
Parece que Fígoli no está muy errado. Con la ayuda del Centro Cooperativo Sueco, FUCVAM está colaborando con los movimientos cooperativos de vivienda de base a lo largo de las Américas. Representantes de la Federación están actualmente en Venezuela para intercambiar experiencias y habilidades con los Comités de Tierra Urbana. Por toda América Central, la Federación ha apoyado a las luchas locales brindando talleres que explican el particular estilo de la FUCVAM de vivienda cooperativa. En otros lados, tales como en Bolivia, FUCVAM ha ayudado a grupos locales para formar directamente sus propias cooperativas de vivienda.
Addiego nos lleva a través del pueblo para mostrarnos su cooperativa, BANREP, donde viven todavía un impresionante 90 ciento de las 40 familias originales.
“Cuando llegamos aquí, todo esto era arena,” dice apuntando al patio verde y a los gruesos árboles en frente de su casa. Su pasión es contagiosa, y le pedimos que resuma sus tres décadas y media de cooperativismo con FUCVAM.
“No es fácil,” responde rápidamente, “pero vale la pena.”
Michael Fox escribió este artículo para una serie sobre Libera tu espacio, en la edición de invierno 2008 de YES! Magazine. Michael es un periodista independiente radicado en Sudamérica. En 2006, fue escritor del equipo de Venezuelanalysis (www.venezuelanalysis.com) y corresponsal de la Free Speech Radio News. Traducción por Guillermo Wendorff. |