No hay duda que el movimiento político Lavalas se oponía al modelo neoliberal de desarrollo que hoy se está implementando en Haití. La insistencia del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo sobre los ajustes estructurales que incluyen la eliminación de tarifas a las importaciones y exportaciones, la venta de industrias y negocios que estaban en manos del estado, el mantenimiento de un salario mínimo y una dependencia obsesiva en el sector privado como motor del desarrollo económico fue llamado: “el plan mortal.”
El mayor obstáculo al plan de las Instituciones Financieras para Haití era la democracia misma, la forma en que el movimiento Lavalas representaba los intereses de la mayoría de los pobres y el presidente, que eligieron dos veces, Jean Bertrand Aristide. El gobierno se negó a privatizar industrias fundamentales como la Compañia de Telefonos (Teleco) y la compañia electrica (EDH) y mientras las instituciones financieras insistían que los programas sociales fueran cortados, el partido Fanmi Lavalas se beneficiaba de estos negocios del estado para invertir en alfabetización y proveer millones de comidas subsidiadas para los pobres. Por primera vez en la historia, Haití tenía una red de protección que protegía contra la extensa hambre y malnutrición. A pesar de las objeciones de la instituciones financieras y la élite económica depredadora de Haití, el salario mínimo se dobló dos veces, durante el primer y segundo término de Aristide, para la fuerza laboral peor pagada del hemisferio. No es coincidencia que ambos términos de Aristide fueron segados por un golpe.
Deberia de estar muy claro, incluso para el más casual observador, que esto fue una de las razones mayores del golpe de febrero del 2004 -que no sólo derrocó al presidente sino que removió a más de 7,400 oficiales elegidos en puestos desde municipales a nacionales a través de todo Haití. No fue menos que un intento de destruir el movimiento mayoritario de haitianos pobres y su derecho a establecer, a través de elecciones, sus propias prioridades de desarrollo económico basadas en soberanía y justicia social. La administración Bush y el Partido Republicano apoyaron a la élite haitiana para derrocar al gobierno constitucional y orquestrar la “transición.”
Lejos de la mitologizada “rebelión popular,” mencionada frecuentemente por los bien pagados reporteros de la media corporativa, el derrocamiento de la democracia en Haití el 2004 fue violento, y perpetrado por las antiguas fuerzas militares y los comandantes de los escuadrones de la muerte que, hicieron una matanza. La minoría pagada por la élite rica que salió a la calle para dar la impresión de una rebelión popular no fue capaz de tirar abajo el gobierno, por eso lanzaron los perros de guerra bien cuidados que tenían en la vecina República Dominicana. No fue diferente que los recientes acontecimientos en Honduras: resultó en un presidente secuestrado desde su casa contra su voluntad en el medio de la noche y forzado en un avión mientras el crimen comenzaba para asegurar el triunfo de los conspiradores.
Los dos años que siguieron al golpe del 2004 en Haití dejaron bien claro cuales fueron las intenciones de las Organización de Estados Americanos, de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional. Todos bendicieron al regimen instalado por los Estados Unidos que tomó el poder y desató una campaña sin precedente de ejecuciones sumarias, episodios regulares de disparar manifestantes desarmados y de arrestos arbitrarios. Todo esto hecho en el nombre de “restaurar la democracia.” Fue un período de groseras violaciones de derechos humanos cometidas bajo la protección de las Naciones Unidas que con éxito oscureció y ocultó lo que ha sucedido hasta nuestros días.
Confrontando miles de asesinados, encarcelados y forzados al exilio, el movimiento Lavalas pudo elegir a Rene Preval su nuevo presidente el 2006. Su esperanza era que el podría detener la represión, liberar prisioneros políticos y permitir el retorno de Aristide a Haití. Lo que no podían saber es que él ya había firmado en favor del proyecto cínico de destruir al movimiento popular como preparación para llevar a Haití de nuevo al campo de desarrollo económico neoliberal y al “plan mortal” que tanto ellos habían confrontado.
A pesar de más de $4,000 millones de dólares en ayuda internacional desde el golpe del 2004, la vida en Haití se hizo peor, al tiempo que la élite depredadora estuvo libre de exprimir tanta ganancia como pudiera de la población desesperada. Con limitada inversión, la élite usaría su monopolio en la importación de alimentos para robar los más de 1.500 millones de dólares que familiares y amigos envían anualmente desde el exterior a sus familiares y seres queridos en Haití en un esfuerzo para mantenerlos vivos. Un arreglo “dulce” para los monopolistas que se aseguraban que la redestribución de la riqueza caía en sus bolsillos, incluso cuando las protestas públicas contra la creciente miseria y hambre aumentaban en abril del 2008.
Todo el tiempo el movimiento Lavalas y los pobres se mantuvieron activos demostrando contra el golpe y demandando justicia y el regreso de Aristide. Sus líderes fueron desaparecidos forzosamente, como en el caso de Lovinsky Pierre-Antoine en agosto 12, 2007, o forzados a pudrirse en la cárcel como Ronald Dauphin, o a sucumbir al mal trato como en el caso del Padre Gerard Jean-Juste en mayo 27, 2009. Todavía otros han sido cortejados por Preval y ofrecidos posiciones de autoridad bien pagadas dentro de su gobierno si le dan la espalda a su historia y al movimiento Lavalas.
Después vinieron las muy retrasadas elecciones al senado en abril y junio del 2009 donde se le asentó el golpe final a Lavalas. El partido Fanmi Lavalas sería excluido de participar en las elecciones por una tecnicalidad, no porque existiera posibilidad de que ganara si entraba de nuevo en la arena política. A pesar de esto Lavalas boicoteó las elecciones y lo hizo tan efectivamente que se volvieron una broma de acuerdo a cualquier valoración de participación democrática. No fue más que un rechazo colectivo a Preval y a la comunidad internacional.
Matar, encarcelar, exilar, dividir, excluir y comprar tanto como pudieron se presentó como la estrategia a largo plazo para destruir a Lavalas y para hacer aparecer a Haití como historia triunfante de éxito neoliberal en el Caribe. Aún, la mayoria pobre de Haití es una fuerza elástica y esperanzada. Espera que con la elección de Obama, como primer presidente con sangre africana de los Estados Unidos, la política exterior de los Estados Unidos hacia Haiti de un giro. Pero no cambió. Se esperaba, al menos hasta que esta en su visita en junio visitó la maquila de Andy Apaid apoyante del golpe y promotor del modelo neoliberal, que el nombramiento de Hillary Clinton como Secretaria de Estado haría una diferencia. Se esperaba que el nombramiento de Bill Clinton como Enviado Especial a Haití de las Naciones Unidas, señalaría un cambio, hasta que él hizo todo lo posible por ignorar las peticiones que se le hicieron, frecuentemente, durante sus breves visitas de los últimos dos meses. En cambio él si habló de coordinar la ayuda a las ONGs en preparación a la institución del nuevo “plan mortal” como fue postulado por el consejero económico de las Naciones Unidas, Paul Collier, el mismo plan mortal neoliberal de los 80 de Reagan para la cuenca del Caribe. Ignorando la historia y poniéndole su nombre y anunciándolo como nuevo a una prensa acrítica, que no sabe mejor.
Las instituciones financieras anunciaron el pasado junio que le perdonaron 1200 millones de dólares en deuda a Haití, la mayor parte había sido adquirida por ex dictadores y sus socios en la élite rica, quienes habían sido esponsorados por los Estados Unidos. Debe de ser tranquilizador irse a la cama en la noche, en un mar de terrible pobreza, pero sabiendo que uno es el “motor del desarrollo económico del mundo y que uno no se equivoca nunca.”
Ahora viene el acto final del retorno oficial de Haití al neoliberalismo: justamente esta semana el Parlamento haitiano legisla al trabajador haitiano como peor pagado del hemisferio. Votan en una sesión cerrada el “doble salario mínimo” de 3.75 dólares al día, cerca de 38 centavos americanos la hora en una jornada normal diaria de 10 horas. La “ventaja comparativa” de Haití bajo la política económica neoliberal se solidifica, se trata de trabajo barato que mantiene el precio bajo del trabajo en el hemisferio y en el mundo. La ventaja de Haití desde Reagan ha sido mantener los salarios bajos en el hemisferio, la haitiana es la más barata fuerza laboral y contra ella tienen que competir otras fuerzas laborales de la región. Debería de servir de consuelo saber que aunque uno nunca puede ganar suficiente dinero como para salir de la pobreza, aún trabajando jornadas de 10 horas, al menos uno está cumpliendo un pequeño papel en la mantención del precio del trabajo “suficientemente bajo” como para que los manufactureros de ropa y sus socios en la élite reciban buenas ganancias. Puede uno dormir en las noches sabiendo que el Congreso de los EEUU tiene tanta esperanza, como uno, en que la legislación que asegura a los manufactureros de ropa de los EEUU regalías de impuestos, pagen los bien ganados $3.75 dólares por día que el Parlamento haitiano acaba de aprobar.
Todo lo que queda de la plataforma para Haití de la ex dama de las ONGs y presente Primer Ministro, Michele Duvivier Pierre-Louis, es sentarse en el teatro con Bill Clinton para anunciar “formalmente” que el período de incubación del nuevo-viejo Plan Mortal ha terminado y que este ha nacido con renovada esperanza en Haití. Los cuerpos están enterrados y la sangre ha sido lavada por lo que ahora Haití puede doblar la hoja con respecto al movimiento Lavalas y esos que en la mayoría pobre han tenido la audacia de pensar que las elecciones significan que ellos pueden elegir una alternativa. Cualquier analista que valga su sal y entienda la historia haitiana no apostaría, sin embargo, a que la situación ha terminado.
Vale repetir las palabras del presidente haitiano elegido democraticamente y derrocado el 2004 y aún en exilio en Sudáfrica, Aristide, que una vez dijo: “”Pèp pa achte libète ak demokrasi nan mache” o “El pueblo no compra su libertad y democracia en el mercado.” En el mundo de hoy, cualquier cosa parece posible, con un Demócrata en la Casa Blanca y otro en el Congreso -especialmente uno que debe su éxito a la plataforma de “Cambio en el que usted pueda creer en.” La lección para los pobres del mundo sigue siendo la misma; cuando hablamos del Partido Democrático no confundir esperanza con cambio, especialmente si eso es todo lo que vas a recibir por tu jornada de 10 horas.