Argenitina: No a la mina

 

 

Una pequeña ciudad de la Patagonia es el corazón de la lucha antiminera de Argentina. Hace diez años votó contra un proyecto de oro y plata, y –como hace una década– se movilizó para reafirmar su rechazo a la cuestionada actividad.

Esquel es una pequeña ciudad a los pies de la Cordillera de los Andes, en la Patagonia de Argentina. Cordones montañosos, lagos de azul profundo, paisajes de postal. Dedicada al turismo, en 2003 fue noticia nacional por ser el primer lugar en rechazar la megaminería de oro y plata. Plebiscito mediante, el 81 por ciento de los votantes dijo “no” a la actividad. Fue un hito en la lucha socioambiental de Argentina y fue ejemplo para decenas de nuevas asambleas de vecinos que se oponen al extractivismo. A diez años de aquella jornada, Esquel celebró y miles de personas marcharon por sus calles. El “no a la mina” (eslogan de 2003) sigue vigente.

En 2002 la población de Esquel se enteró por los medios de comunicación que una empresa canadiense (Meridian Gold) explotaría a cielo abierto un proyecto de oro y plata, con uso de cianuro, a sólo diez quilómetros de la ciudad y donde nacían los cursos de agua que alimentaban a la población. La compañía tenía el apoyo del gobierno de provincial.

En Argentina aún resonaba la crisis de 2001 y el proceso de asambleas barriales.

En Esquel, ante el avance minero, se dio la confluencia de la Asociación de Vecinos de Esquel (AVE), de académicos de la Universidad Nacional de la Patagonia y personas sin pertenencia a organizaciones ni partidos políticos.

En Argentina se sabía muy poco de la minería. El proyecto más importante (llamado Alumbrera, en la provincia norteña de Catamarca) era publicitado como una bendición y aún no resonaban las críticas a la actividad.

“El gobierno provincial y el Intendente trataron desactivar cualquier posibilidad de cuestionamiento hacia el proyecto minero, instaló en los medios la idea que la mina se hacía sí o sí”, explicó Gustavo Macayo, militante y uno de los abogados de la Asamblea.

Con una población de 30.000 personas, comenzó un proceso de asambleas que llegó a reunir (a fines de 2002) a más de 600 vecinos. Y surgieron los primeros llamados de atención: el cianuro, las explosiones, el peligro de contaminación, el enorme consumo de agua de este tipo de actividad.

Y comenzaron a marchar por las calles de la ciudad.

El 24 de noviembre de 2002 fue la primera marcha, masiva, algo poco común para Esquel. El 4 de diciembre se repitió con más fuerza. Miles de esquelenses  movilizados por el rechazo al proyecto.

En febrero de 2003, el Concejo Deliberante aprobó la realización de un plebiscito para que la población se expida. La primera vez que ese tipo de votación se desarrollaría en Argentina.

“Verano de 2003, la desocupación hacía estragos y la minera prometía trabajo. Pensaron que el ‘sí a la mina’ ganaba”, recordó Alejandro Corbeletto, de la Asambleas de Vecinos Autoconvocados de Esquel.

Los dos partidos políticos más importantes del país (Peronismo y Unión Cívica Radical) apoyaron a la empresa minera e impulsaron el voto por el sí.

Los vecinos fueron solos, pero organizados.

El domingo 23 de enero de 2003, el 81 por ciento de los votantes dijo “no” a la minería.

La aplastante votación dio fortalezas y nuevos logros: El gobierno provincial aprobó la Ley 5001, que prohíbe la minería en toda la provincia, el Concejo Deliberante de Esquel sancionó la ordenanza que declara a Esquel “municipio no tóxico y ambientalmente sustentable” y la Justicia ordenó la prohibición total de realizar trabajos mineros sin que antes se hayan cumplido todos los recaudos exigidos por la Ley Provincial 4032 de Impacto Ambiental.

Quizá el logro mayor: se multiplicaron las asambleas socioambientales en toda la provincia y en el país. “El efecto Esquel”, fue bautizado por la socióloga Maristella Svampa, que acompaña a las asambleas y estudia las consecuencias del extractivismo. Svampa remarca que Esquel tuvo un efecto positivo para las luchas sociales, es tomada como referencia, y también aclara que también es tomada como “caso de estudio” por gobiernos y empresas: tratan de interpretar qué sucedió en Esquel y así evitar que sus proyectos mineros sean frenados.

Argentina minera

En la década del 90 se sancionó en Argentina la ingeniería legal para el desarrollo de la megaminería (leyes 24.196 y 24.228, que otorgan beneficios económicos a las empresas). En 1994 comenzó la construcción del yacimiento Bajo la Alumbrera, de capitales suizo-canadiense. En la actualidad están en marcha otros 13 proyectos: Cerro Vanguardia, San José-Huevos Verdes, Manantial Espejo, Martha y Espejo (Santa Cruz); Veladero, Casposo y Gualcamayo (San Juan); Pirquitas y El Aguilar (Jujuy); Salar del Hombre Muerto (Catamarca), Campo Quijano (Salta) y Andacollo (Neuquén). San Juan cuenta con dos proyectos en construcción: Pachón y Pascua Lama, el primer megayacimiento binacional, en manos de la Barrick Gold.

La Secretaría de Minería de Nación informó en enero de 2012: “Histórica inversión de riesgo. 1.031.600 metro perforados. Se perforó un 41,3 por ciento más que en 2010 y un 664 por ciento con respecto al inicio de 2003. Permite promover nuevos emprendimientos productivos”, destacó la Secretaría (“metros de perforaciones” es la forma en que se mide la actividad exploratoria).

El comunicado remarcó que “el récord histórico ratifica a la Argentina como uno de los países con mayor dinámica en esta actividad”. Y explicó que ”el fuerte aumento de la actividad exploratoria generó la aparición de nuevos emprendimientos, el país ya cuenta con más de 600, en todo concepto”. Y detalló que las principales provincias con proyectos mineros son Santa Cruz, San Juan, Salta, Catamarca, Jujuy, Mendoza, Neuquén y La Rioja.

Según datos oficiales del informe 2009 “La minería en números”, en 2003 había sólo 40 proyectos mineros. En 2009 ya eran 336 (840 por ciento) y en 2012 llegan a 600: un 1500 por ciento más que en 2003.

La Red Asistencia Jurídica (Redaj) presentó a fines de 2011 ante la Defensoría del Pueblo de la Nación el relevamiento “Informe preliminar sobre vulneración de derechos y conflictividad socio-ambiental minera”, en el que focalizó en la megaminería. Contabilizó 121 proyectos en “exploración avanzado” (en los que ya se conocen las ubicación y calidad de las reservas pero aún no se resuelve la solvencia económica para dar inicio a la explotación). Encabezan la lista Santa Cruz (36 proyectos), Salta (17), Chubut (14), San Juan (11) y Jujuy (ocho). Le siguen Neuquén (siete); Mendoza, La Rioja y Río Negro (seis cada una) y Catamarca (cuatro).

“La instalación de transnacionales mineras implica diferentes conflictos sociales, jurídicos y ambientales, entre los que destacamos la utilización intensiva de químicos de alta toxicidad y el consumo masivo de agua y energía, situación que coloca a la actividad en una condición estructural de tensión con las poblaciones y actividades económicas locales”, advierte el informe.

Argentina cuenta con 5000 kilómetros de cordillera. En una centenar de pueblos existen asambleas socioambientales que, en su mayoría, integran la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC). Siete provincias limitan algún aspecto de la megaminería (Tucumán, Mendoza, La Pampa, Córdoba, San Luis, Tierra del Fuego y Chubut).

Soledad Sede, de la Redaj, afirmó que “el avance minero tiene directa vinculación con la violación de derechos humanos, observamos que ante cada intento de instalación se produce una alta conflictividad social que llevan años sin resolverse”.

Diez años

En Esquel se mantuvo el proceso organizativo y de movilización. Y no por casualidad: los gobiernos provinciales (primero el gobernador Mario Das Neves, ahora Martín Buzzi) intentan derogar la Ley 5001 y habilitar la minería. El proyecto de Esquel, pese a la prohibición, sigue en pie de otra minera canadiense: Yamana Gold.

A una década de aquella jornada, el lunes 18 amaneció con la ciudad empapelada con las boletas de la votación del 2003. “Voto por el NO al emprendimiento minero”, explicita la opción que eligió el 81 por ciento de los votantes. En las principales avenidas fueron repintados los cárteles de rechazo a la actividad y el jueves comenzó una muestra de fotos que recorre la década de lucha. También colgaron pasacalles en forma de sobre gigante con una palabra: “No”. Viernes y sábado hubo una decena de charlas sobre los impactos de la minería, los hidrocarburos no convencionales, la extracción de uranio y el raconto de actividades productivas sustentables que podrían realizarse en la provincia (pero que no cuentan con apoyo estatal).

El sábado 23, desde las 15, la plaza San Martín (la principal de Esquel) comenzó a llenarse de vecinos. Hubo música, discursos, cortaron una torta gigante (realizada por chicos de una escuela) y cantaron tres murgas.

Una de ellas, llamada “La 23” y conformada para la ocasión, hizo un repaso sobre los diez años de lucha e hizo llorar a muchos de los asistentes: “Nunca me pasó con una mina que quisiera que se fuera tan clarito, quiero verte perderte, para que la esperanza vuelva a renacer. Nunca fue tan esperada una retirada, lo gritan desde el balcón, lo repiten los vecinos desde el Ceferino hasta la Cañadón (barrios populares de Esquel). Cuando ya no quede nada, ni pizzas ni empanada, ni una piedra ni un botón, va a quedar una bandera como la primera: no es no. La vecina abre la ventana a la mañana, para respirar mejor y gritarle a Yamana (la minera): ¡váyanse a la puta que los parió!”.

Luego partió la movilización, a caminar las calles de la ciudad. En cada esquina se sumaban vecinos. Los organizadores calcularon unas 6000 personas (mucho para una población de 35.000). Gran cantidad de banderas: “No es no”, “sí a la vida, no a la minería”, “fracking y minería son riqueza para pocos y contaminación para muchos”, “aquí se respira lucha”. Y los estandartes de los pueblos indígenas de la zona (Mapuche-Tehuelche).

Había muchas remeras negras y blancas con la frase “diez años de lucha, la montaña sigue en pie gracias a su gente”.

Marta Sahores, del grupo fundador de la Asamblea de Vecinos, lloraba: “Vienen los recuerdos de hace diez años. Todos estamos más grandes, hemos luchado mucho, y acá están nuestros hijos y nietos y estamos todos por lo mismo. Emociona toda esta unión y confirmar que la mina acá no se instalará. Somos cada vez más”.

La marcha recorrió casi veinte cuadras. La caía la noche. Los vecinos se seguían sumando a cada cuadra. Desde las ventanas aplaudían, los autos tocaban bocinas.

Cuando la marcha volvió al punto de partido, la plaza, se leyó el documento final: “Creemos que la verdadera democracia es esta, la que construimos cada día comprometidos de verdad con nuestra propia historia y no participando un domingo cada tanto en un ritual electoral con el que algunos consiguen llegar a un puesto de poder con el que hacen lo que se les antoja, como si nuestros votos los convirtieran de repente en condes y marqueses de la política (…) Creemos en el amor al prójimo, al vecino, al compañero, a la compañera. Creemos en que los pueblos organizados desde sí mismos tienen mucho que enseñar y que aprender”.

Los vecinos de Esquel sufrieron persecuciones, amenazas y despidos laborales por oponerse a un proyecto que estaba gestado por el poder (económico y político). También padecieron descalificaciones, se los llamaba (tanto funcionarios como medios de comunicación con publicidad minera): “Ilusos”, “poco realidad”, “no quieren el progreso”. Y, claro, les decían que iban a perder las elecciones.

El comunicado de la Asamblea de Vecinos previo al 23 cuestionaba el modelo vigente en Argentina: “Consideramos que el 23 de marzo de 2003 es una fecha emblemática para la historia de Esquel y se inscribe en la historia de las resistencias al modelo neoliberal”.

Una semana después, el documento final iba por más: “No parece que hayamos sido tan ilusos ¿no? Sino miren, ¿qué es este día? ¿No es el día de la dignidad? ¿No es el día que recuerda como un pueblo con mayoría de desocupados, en un lugar lejano de la cordillera, le dijo no al soborno falso de  fuentes de trabajo y de riqueza? La dignidad existe señores, y también es un derecho humano”.

A diez años de aquellas jornadas, Esquel volvió a decir “no” a la minería y el mensaje sigue repicando en las luchas socioambientales de Argentina.