La comunidad chilena y aymara de Quillagua, con unos 100 habitantes que luchan por sobrevivir sin agua, fue el epicentro del terremoto de 7,7 grados que sacudió la zona norte del país y que dejó dos muertos, 155 lesionados, 15.000 damnificados y 4.000 casas severamente dañadas.
"El pueblo está en extinción y esto puede ser el golpe fatal", dijo a IPS en Santiago un conmovido Alonso Barros, abogado de la comunidad de Quillagua, ubicada en la comuna de Tocopilla, en el límite de las regiones de Tarapacá y Antofagasta, 1.650 kilómetros al norte de Santiago. Según la Oficina Nacional de Emergencias de Chile (Onemi), el terremoto comenzó a las 12:40 hora local (15:40 GMT) del miércoles 14 de Noviembre, tuvo una magnitud de 7,7 grados en la escala de Richter y duró aproximadamente 40 segundos.
La Onemi informó de dos personas muertas a causa de desplomes: Leontina Espejo, de 88 años, y Olga Ortiz, de 54 años, que fallecieron mientras recibían atención médica.
La fuerza policial fue la primera en dirigirse a las zonas afectadas para prestar ayuda. Los ministros de Vivienda, Salud y Obras Públicas también tenían previsto llegar en horas de la tarde. La presidenta Michelle Bachelet viajará al lugar este jueves.
La directora de la Onemi, Carmen Fernández, indicó que cuatro camiones con viviendas prefabricadas de emergencia partieron a la zona del sismo y un avión de la Fuerza Aérea será despachado este jueves por la mañana con más ayuda.
La fuerza del terremoto se sintió con diversa intensidad desde el extremo norte hasta la zona central del país, abarcando las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Coquimbo y Valparaíso, ésta última situada a 120 kilómetros al oeste de la capital chilena. También se percibió en los vecinos países de Bolivia y Perú.
En la escala de Mercalli, que mide los daños, el terremoto osciló entre II grados en Valparaíso, y VIII grados en el municipio de Tocopilla, de 22.807 habitantes. Otras ciudades de la región de Antofagasta, como la urbe homónima, María Elena, Calama, Mejillones y Baquedano alcanzaron VII grados.
Los principales daños los sufrieron las viviendas frágiles, principalmente de adobe, y otras construcciones antiguas, cuyos muros y cornisas cedieron.
En algunos sectores se cortó el suministro de electricidad y se saturaron las redes telefónicas fijas y móviles. El hospital de Tocopilla presenta daños y las autoridades evalúan el traslado de pacientes hacia otros centros asistenciales.
Se produjeron derrumbes menores en los yacimientos Chuquicamata y Radomiro Tomic de la estatal Corporación Nacional del Cobre (Codelco). Una de las imágenes más impactantes mostradas por la televisión chilena fue la cornisa del nuevo hotel Radisson de Antofagasta aplastando a un par de automóviles.
El Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada informó que el sismo no reunía las condiciones necesarias para generar un tsunami, lo que tranquilizó un poco a la población que habita las grandes ciudades costeras del norte, como Arica, Iquique y Antofagasta, aunque no dejaron de verse escenas de pánico.
"La situación en Quillagua (donde se registró el epicentro a 59 kilómetros de profundidad) es de extrema gravedad", dijo a IPS Nancy Yánez, co-directora del Observatorio de los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Yánez se refería, entre otras cosas, a la dramática escasez de agua que afecta a esta comunidad de unas 60 familias, dado que el poblado se ubica aguas abajo del río Loa, sobreexplotado principalmente por empresas mineras de la región.
"No tienen agua potable. Un camión aljibe les lleva agua dos veces por semana. La poca agua que lleva el río está contaminada con metales, por lo que no pueden dedicarse a la agricultura. Sus habitantes viven de ‘pololos’ (trabajos esporádicos) que hacen de vez en cuando en zonas aledañas. Pero tienen un gran orgullo por su tierra, no quieren dejarla", relató a IPS el abogado Barros.
Actualmente, la comunidad está haciendo los trámites necesarios para que el Estado les reconozca sus derechos sobre el territorio que habitan desde tiempos ancestrales, según lo que establece la Ley Indígena de 1994.
Pero, según Barros, han tenido dificultades en el proceso debido a que el terreno que demandan es muy extenso y de gran interés público y privado por sus recursos minerales.
Con los títulos de propiedad, los indígenas pretenden hacer frente a las mineras que asedian el lugar para explotar sus aguas subterráneas sin su autorización, dijo Barros.
Al igual que decenas de otras comunidades indígenas del norte, ésta intenta identificar los sitios de interés turístico y las actividades de desarrollo productivo que pueden explotar para no tener que emigrar a otras zonas.
Según Barros, un proyecto que ven con esperanza es el Parque Arqueológico que pretenden crear para aprovechar los últimos descubrimientos realizados en sus terrenos.
El 11 de este mes, el diario El Mercurio de Antofagasta informó que investigadores de la Universidad Católica del Norte hallaron en terrenos de Quillagua tres poblados ancestrales abandonados, expedición en la que participó el propio Barros.
"El turismo es la oportunidad de la comunidad, pero no sé cómo será la situación después de este terremoto", ya que las informaciones preliminares indican que gran parte de las viviendas están derribadas, concluyó.