El mundo según Marie-Monique Robin. De la “guerra sucia” a la comida envenenada

 

La autora de El mundo según Monsanto declaró en dos juicios por delitos de lesa humanidad en Argentina, donde su investigación Los escuadrones de la muerte. La Escuela Francesa ha servido para esclarecer los crímenes cometidos bajo el terrorismo de Estado. Allí accedió a esta entrevista y comentó sobre su nuevo libro, referido a los  contaminantes que intervienen en el circuito de productos alimenticios.

 

Al igual que sus investigaciones más emblemáticas, Notre poison quotidien. Comment l´industrie chimique empoisonne notre assiette (Nuestro veneno cotidiano. Cómo la industria química envenena nuestro plato) nació primero como documental y luego como libro. Durante la primera emisión televisiva, el martes 15 de marzo, alcanzó la mayor audiencia francesa del año para un documental en prime time. La edición en libro, por parte de La Découverte, ha tenido una enorme repercusión en la prensa francesa generando un debate necesario sobre la regulación de los productos químicos. Mientras tanto, el canal franco-alemán ARTE prepara para el 15 de junio la emisión, por primera vez en televisión, de Torture made in USA (2009) y la reedición en DVD de Los escuadrones de la muerte (2003). Evidentemente, se trata de un momento excepcional para repasar una trayectoria periodística ligada temáticamente a la Argentina, no nos íbamos a privar de hacerlo justo cuando la autora volvió a poner los pies en este suelo.

La mala educación

En mayo de 2003 una mujer francesa arriba a Buenos Aires, ha pautado entrevistas con unos militares argentinos para hablar de técnicas antisubversivas. A pesar de haber desempeñado responsabilidades de peso durante el mayor genocidio cometido en el siglo XX en Argentina, ellos pueden recibir cómodamente a la periodista en el living de la casa o en lujosas instituciones castrenses. Ramón Díaz Bessone que estuvo a cargo de los centros de tortura del nordeste argentino, Albano Harguindeguy, ex ministro del Interior y Reynaldo Bignone, el último presidente de facto, ya habían sido beneficiados con las leyes de impunidad otorgadas luego del fin de la dictadura. La franqueza de los entrevistados con la interlocutora es plena. Envalentonados por un contexto de auge del discurso belicista que desde el 11-S reactualizó conceptos obsoletos de la Guerra Fría, explican sin remordimiento y de manera didáctica los métodos utilizados en el plan siniestro del que formaron parte. Ella pregunta y ellos confirman la tesis: La metodología establecida en Argentina para desarrollar un plan sistemático de tortura y desaparición de personas fue enseñada a los militares argentinos por militares franceses, y tuvo como base la experiencia que el ejército francés había adquirido en las guerras de Indochina y Argelia. Ésta es la idea central de la película Los escuadrones de la muerte, sostenida por documentos que prueban la existencia de una misión permanente de asesores militares franceses en Buenos Aires que duró desde 1959 hasta 1981.

Luego de la derrota de Dien Bien Phu en la guerra de Indochina y de los desafíos crecientes en Argelia, el Estado Mayor de Francia había comprobado que el modelo clásico de la guerra, en donde se contaba con la existencia de dos bandos diferenciados (en los que uno provenía del otro lado de la frontera) y con soldados identificados por el uniforme, era ineficiente para contrarrestar la emergencia de los movimientos de liberación nacional en las colonias. Para esto desarrollaron un nuevo sistema militar que permitiera acabar con los grupos guerrilleros  que, como el Viet-Minh o el Frente de Liberación Nacional argelino, se movían como “pez en el agua” con el apoyo de los civiles y diseminados entre la población. En este modelo de “guerra antisubversiva” el objetivo era el enemigo interno, que podía estar en cualquier lado, sin uniforme, camuflado en la sociedad.  La victoria no dependía de la cantidad de armamento sino de un aparato de inteligencia efectivo y por eso apeló a la tortura como su recurso principal.

El modelo fue puesto en práctica integralmente durante la denominada Batalla de Argel, cuyo plan incluyó los siguientes elementos:

-cuadriculación del territorio, para organizar la vigilancia y los arrestos masivos.

-centros de detención clandestinos, para llevar a cabo los interrogatorios.

-uso sistemático de la tortura.

-escuadrones de la muerte, para llevar a cabo las desapariciones.

La reflexión sobre esta experiencia constituyó la base de una nueva doctrina militar francesa, que por estar directamente orientada al esfuerzo contrarrevolucionario fue cosechando adeptos a lo largo del Hemisferio Occidental. En este sentido, el ejército argentino no era el único que valoraba la experiencia francesa. En 1960, el gobierno norteamericano solicitó la incorporación de veteranos de la guerra de Argelia en escuelas militares de Estados Unidos. Así fue cómo desde la Escuela de las Américas, posteriormente reconocida como un semillero de dictadores, las técnicas del modelo francés se enseñaron a soldados de todo el continente. Los escuadrones de la muerte señala también un doble juego por parte del gobierno de Valéry Giscard d´Estaing que asilaba a los perseguidos políticos de las dictaduras de Jorge Videla y de Augusto Pinochet pero secretamente interactuaba con ellas en el sistema coordinado de inteligencia y represión conocido como “Operación Cóndor”.

-Si tuviera que hacer una caracterización general a nivel de la “Operación Cóndor” ¿Cuál fue el aporte estadounidense y cuál fue el aporte francés?

-El papel estadounidense es que aportaron su apoyo dentro de la Doctrina de Seguridad Nacional que tenían para todo el Cono Sur. Esto se sabe muy bien ahora que se desclasificaron muchos documentos. La embajada norteamericana apoyaba y la CIA también estaba metida en esto. El papel de los franceses es más bien del cuadro general en que el que se enmarca este plan. La “Operación Cóndor” es la batalla de Argel a un nivel continental. Con los mismos métodos, la construcción  del enemigo interno, detener a los sospechosos, torturarlos, y hacerlos desaparecer, pero todo a un nivel continental y con la colaboración de los servicios de inteligencia de cada país que era parte de la operación. Ésta es la conclusión de mi documental. Fue un plan que se desarrolló dentro de un marco, la Escuela Francesa, en el cual intervinieron también los norteamericanos que habían desarrollado su propio pasado aprendiendo las enseñanzas de los franceses.

-Desde fines de los años 50 la colaboración de los militares franceses se basaba en intercambios, cursos e información. ¿Cuándo esa preparación pasa por primera vez a la práctica?

-Sostengo que el ensayo, la prueba piloto, fue el Operativo Independencia. Ahí hicieron directamente lo que harían un año después a nivel nacional en el territorio argentino. Tomaron una zona especial, Tucumán y aplicaron al pie de la letra las enseñanzas de los franceses. Entraron en las casas y sacaron a distintas personas, las llevaron a una escuelita que era un centro de detención clandestino, ya torturaban y desaparecían, todo después del primer decreto de aniquilamiento de la guerrilla firmado por Estela Martínez de Perón. Entonces después, cuando vino el golpe de estado de 1976, esto se aplica a nivel nacional. La división territorial ya había empezado en los 60. Se dividió el territorio en una cuadriculación por zonas, subzonas, sectores, etcétera, así que cuando llegó el golpe ya estaba todo listo, se fue cada uno a su sector asignado. Fue muy rápido porque estaba todo preparado desde los años previos, como lo reconoció el dictador Videla. No fue como en Chile, en donde había rumores de golpe de estado pero el propio Pinochet se metió muy tarde en esta historia y se dio todo un poco a la loca, digamos. En cambio aquí se sabía desde antes dónde iban a poner los centros clandestinos de detención, habían hecho contactos previos. Por ejemplo, el cónsul de Francia en Tucumán era un tipo de extrema derecha que había colaborado con los alemanes. Él tenía un contacto francés que prestó un hotel utilizado como centro de detención.

Desde 2003 hasta hoy ha habido en Argentina un cambio de época que Marie-Monique Robin, en parte, ayudó a dinamizar. La periodista entrevistó a Albano Harguindeguy una semana antes de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, pero el ex general no se preocupaba en absoluto por su futura condición legal. Sin embargo una de las primeras medidas del nuevo presidente fue impulsar la reapertura de los juicios por violaciones a los derechos humanos, medida que fue complementada con la declaración de inconstitucionalidad de los indultos por la Corte Suprema en 2007. Hasta el momento de difusión del documental, la admisión de las torturas y las desapariciones por parte de los propios ejecutores había sido muy excepcional. El valor central de Los escuadrones de la muerte es el de exponer con sus palabras el uso sistemático de estos recursos extremos, que es en definitiva lo que los constituye como delitos de lesa humanidad, y por lo tanto los vuelve imprescriptibles. Actualmente hay 746 causas elevadas a juicio oral y público en todo el país, Marie-Monique Robin ha participado en tres, en donde sus declaraciones bajo juramento amplían la información presentada en el libro y en el documental. Díaz Bessone y  Harguindeguy son parte de un conjunto de 820 procesados por crímenes de terrorismo de Estado, Bignone, mientras tanto, cumple prisión perpetua.

Escenarios de ficción

Las enseñanzas fundamentales de la “doctrina francesa” están vertidas en el libro La guerre moderne (1961), del teniente coronel Roger Trinquier. Este manual que refiere al uso de la tortura en los interrogatorios circuló ampliamente entre los militares del Cono Sur y también de los Estados Unidos. En Los escuadrones de la muerte, el general John Johns y el coronel Carl Bernard, veteranos de Vietnam que hoy militan contra la tortura, sostienen que en la “Operación Fénix”, murieron un mínimo de 20.000 personas y que fue diseñada tomando este libro como modelo. Sin embargo, el método de guerra concebido en Argelia alcanzó una mayor difusión al verse reflejado en obras de ficción. El caso más paradójico es el de la película La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo. Filmada en 1965, tuvo escasa circulación en Francia porque denunciaba el uso de los secuestros, torturas y desapariciones por parte del ejército colonial. Las restricciones no impidieron que dos años más tarde fuera proyectada en la Escuela Naval argentina para enseñar a reproducir los métodos que el film repudiaba. El 27 de agosto de 2003 su título volvió a ser tenido en cuenta por la dirección de “Operaciones especiales y de conflictos de baja intensidad”  del  Pentágono, esta vez para reconsiderar la estrategia norteamericana en Irak. Alrededor de cuarenta personas entre civiles y militares se convocaron para debatir, en una función exclusiva, los desafíos que el ejército francés enfrentó durante esa particular guerra de guerrillas.

Pero hubo también obras de ficción que los asesores franceses incluían como lectura obligada en los cursos internacionales, dándoles la misma importancia que a los manuales o los tratados de doctrina militar. Las más difundidas eran las del novelista Jean Lartéguy, autor de Les Mercenaires (1963), Les Centurions (1964) y Les Prétoriens (1964), muy conocidas por los generales argentinos. Según Ramón Díaz Bessone: “Fue un complemento a esa experiencia, que nos hizo pensar cómo se desarrolló la guerra revolucionaria en Argelia, que después debimos enfrentar nosotros en la Argentina”. Las Fuerzas Especiales de Estados Unidos incorporaron estas novelas como material de estudio durante la guerra de Vietnam y todavía hoy son citadas en análisis académicos de contrainsurgencia. En Les Centurions, aparece por primera vez el modelo de “la bomba de tiempo” que se usa como un argumento a favor de la tortura en un debate  reavivado desde los atentados del 11 de setiembre. Marie-Monique Robin abordó el tema en el documental Torture made in USA, hasta ahora sólo difundido en internet.

-¿Cómo aparece el modelo de “la bomba de tiempo”, imaginado por Jean Lartéguy, en los debates, todavía presentes, sobre el uso de la tortura?

-Es un argumento que siempre aparece. Nació de los franceses en Argelia, lo repitieron también los militares argentinos durante la dictadura y todavía está vigente en Estados Unidos, lo usó Rumsfeld cuando era ministro de Defensa. En inglés se lo llama the ticking bomb scenario y consiste en que se puede torturar a un terrorista, entre comillas, porque se supone que tiene información sobre una supuesta bomba, que va explotar en un supuesto lugar en un supuesto día. Para salvar la vida de las potenciales víctimas hay que sacarle información por todos los medios y por eso se puede usar la tortura en este tipo de caso. Para Torture made in USA entrevisté a Larry Wilkerson, que era el brazo derecho de Collin Powell. Es un coronel que además es republicano, no se trata de un izquierdista. Él me dijo que es una tontería, que ese escenario nunca se va a dar. Y si se da una vez, excepcionalmente, eso no significa echar al suelo todos los principios. Es decir, puede existir en películas de ficción o en este programa de televisión, 24 horas que es una plaga internacional, pero si no, no existe en ningún lado. Nunca vas a tener a la persona justa, en el momento justo, que tiene la información justa. Es una falacia.

-¿Cuál ha sido el papel de 24 horas en la propagación de este discurso?

-Es una serie que nació luego de los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York. Antes del 11 de Septiembre, casi nunca se hablaba de tortura en la televisión estadounidense. Si se hacía, aparecía como denuncia. Se ha dado un giro importante y ahora hay más y más ficciones, programas y películas. Pero no a las dos de la mañana, sino en prime time24 horas es un ejemplo. Yo nunca había visto este programa pero lo vi para mi trabajo. Es increíble. ¡En cada número torturan! Y es un programa muy visto por los jóvenes y te parece que al final todo eso es algo habitual. Están adoctrinando la idea de que la tortura es algo normal.

Viaje a la semilla

En muchas entrevistas, Marie-Monique Robin, habla de sus padres. Campesinos, creyentes, católicos de base comprometidos con su comunidad. La visión de ellos influenció considerablemente en su formación  y no hace falta entrar en un diálogo muy profundo para que ella mencione su origen familiar como la motivación de sus investigaciones. Es por esto que la problemática agrícola, las creencias, los pecados de la Iglesia y la lucha por la justicia han sido parte de los temas abordados en su vasta producción. Conversaciones con sus padres le permitieron comprender la perspectiva de los veteranos de Argelia, abordar la teología integrista francesa y sobre todo, comprender los dramáticos cambios en la relación del hombre con el medio ambiente luego de la posguerra. Comenzó a desarrollar este tema con la película Los piratas de la vida (2005), que trata sobre el patentamiento de seres vivos -las semillas, particularmente- como una forma de apropiación de los recursos del Tercer Mundo. Siguió con Trigo: ¿crónica de una muerte anunciada? (2005), en donde rastrea la domesticación del cereal por parte de una humanidad que redujo las variedades genéticas con la introducción de los OGM. La preocupación por la biodiversidad marcó su rumbo nuevamente hacia el sur, para mostrar cómo se desvanecía el espejismo del oro verde en Argentina, la soja del hambre (2005). El país que empeñó la mitad de su territorio fértil en el monocultivo transgénico enfrentaba las consecuencias ambientales del combo sorpresa de Monsanto: la semilla y el herbicida Roundup Ready.

Habiendo ya trazado el identikit del acusado, Marie-Monique Robin continuó esta línea de investigación y buscó evidencias a lo ancho del planeta para armar el prontuario de la multinacional líder de los organismos genéticamente modificados. En su versión fílmica, El mundo según Monsanto (2008), se proyectó en más de treinta países acompañado del respaldo apasionado de organizaciones campesinas locales, incluyendo a la del pueblo natal de la autora. La versión en libro tuvo más de dieciséis traducciones y fue calificada por la socióloga canadiense Louise Vandelac como “el thriller de los tiempos modernos”.

-Ha realizado dos documentales en donde se refiere al cultivo de soja transgénica en Argentina ¿cómo ve hoy este problema?

-El problema de la soja es muy grave. Yo estoy contenta porque por lo menos se tomó conciencia.  Cuando vine en 2009 para presentar el documental y el libro de Monsanto, hasta me entrevisté con la ministra de Salud del Gobierno de Cristina Kirchner. Había una conciencia de que la sojización es una catástrofe en todos los campos, ya lo dije en 2005. A nivel ecológico, por ejemplo, el desmonte en Santiago del Estero; a nivel de salud pública debido a la contaminación ambiental con pesticidas; a nivel de seguridad alimentaria porque la soja avanza contra los cultivos alimenticios como el arroz, las lentejas, y todo lo demás. La aplicación de retenciones fue, según lo veo yo, una manera de frenar un poco este desarrollo loco de la soja.

-¿Por qué es tan difícil poner un límite contra el avance de este tipo de cultivo?

-Bueno, primero que nada se necesita mucha información. Mi documental se pirateó bastante para esto. Hay que buscar una solución por todos lados, pero se necesita una consideración global para decir en algún momento “no queremos seguir así” porque si no el país de las vacas y de la leche se va a quedar sin vacas y sin leche. Lo bueno es que cuando estuve aquí nos reunimos con la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, luego ellos empeñaron una acción legal y ahora hay jueces que han tomado la decisión de, por lo menos, prohibir fumigaciones a menos de 1500 km de las casas. Antes fumigaban hasta en la puerta de las escuelas. Estuve en una donde los niños estaban enfermos y vomitando, era totalmente increíble. Entonces, habría que dar información y apoyar cuando se toman decisiones para poder frenar el fenómeno. Pero para mucha gente no es una preocupación porque no entiende bien lo que está en juego. La soja transgénica está acabando con la agricultura, es la última etapa de la “Revolución Verde”. Es un modelo muy concentrado en donde hay empresas que siembran y empresas que fumigan, con capitales  derivados de fondos de inversión llamados pool de siembra. No tiene nada que ver con la agricultura familiar, que para mí es la única que puede garantizar la seguridad alimentaria.

¿Qué comemos hoy?

Si con El mundo según Monsanto se trataba de afilar una línea de investigación, acotada a una compañía, Notre poison quotidien, amplió su objeto de estudio comenzando por lo más cercano: los agrotóxicos y sus consecuencias en la salud de los campesinos. Algo que Marie-Monique Robin conoce de primera fuente, puesto que cuatro de los cinco miembros de la cooperativa agrícola de su padre han desarrollado algún tipo de cáncer. “Los pesticidas son venenos”, recuerda el libro, y los presenta como el primer ingrediente de un cóctel insalubre que consumimos en nuestra ingesta diaria. Además de tomar a los herbicidas como el punto de partida de un circuito que contamina la producción de alimentos a escala industrial, la autora se detiene también en otros ejemplos como el aspartamo y el bisfenol A. Con especial atención, ubica la lupa en el funcionamiento de las herméticas instituciones que evalúan los criterios de exposición a los riesgos químicos, susceptibles al poder de lobby de las corporaciones. Un esfuerzo adicional está puesto en función de desenmarañar el complejo sistema de normas que regulan la circulación de componentes industriales incorporados en los alimentos. Con la intención de guiar al consumidor para comprender la letra chica de estas regulaciones, Notre poison quotidien es una proclama para reapropiarse del contenido de nuestro plato.

-¿Notre poison quotidien profundiza la línea de investigación de El mundo según Monsanto?

-Empecé con el documental para saber si Monsanto era una excepción en la historia de la industria, es decir, si había más empresas químicas que han mentido, manipulado o escondido datos. Con el crecimiento de la producción industrial, se calcula que hay cien mil moléculas químicas que han sido lanzadas después de la Segunda Guerra Mundial y que están esparcidas por todos lados. La mayoría de la gente no sabe cómo son regulados esos productos químicos por las compañías o por el Estado. Según la Organización Mundial de la Salud, en los países “desarrollados”  hay actualmente epidemias de cáncer, de problemas de reproducción como la infertilidad, de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y de obesidad.  La pregunta que me hice es si existe una relación entre estas epidemias y la expansión de productos químicos.

-¿Cuál fue su conclusión?

-La respuesta es que sí, nos estamos envenenando todos los días. Yo me enfoqué nada más que en los productos que entran en contacto con la cadena alimentaria: los pesticidas, los aditivos que se utilizan en la transformación industrial de los alimentos y los plásticos. Es terrible, por eso estoy convencida de que si queremos salir de este modelo hay que apoyar la agricultura biológica. En Europa hay un gran movimiento para acabar con la agricultura química industrial. Si no, se calcula que dentro de diez o quince años una de cada dos personas va a tener cáncer. Actualmente estamos en una de cada tres. En este momento, en los países europeos, ya hay como 15% de las parejas con problemas para tener niños y el porcentaje aumenta cada año. La obesidad es una plaga internacional. No  tiene que ver solamente con la mala comida. Se sabe, por ejemplo, que hay moléculas obesógenas que traen obesidad si la madre está expuesta durante el embarazo, cuando se produce la formación de los órganos del feto. Hay moléculas que se utilizan en los plásticos o en los pesticidas que adquieren una función de hormonas. Se los llama perturbadores endocrinarios porque mimetizan las hormonas. A partir de experimentos que se hicieron con animales se concluye que si tienes una rata embarazada y la expones a una de esas sustancias a un nivel muy bajo, como la cantidad de los residuos de pesticidas que encuentras en tu comida, la segunda generación va a tener obesidad y cáncer de la próstata, el cáncer que más se ha extendido junto al cáncer de mama.

-Frente a temas científicos que están tan ligados a intereses comerciales es habitual encontrar una biblioteca a favor y una en contra de cada producto ¿cómo hizo usted para discernir entre tanta información?

-La literatura científica está contaminada con estudios que no tienen ningún valor. Cuando empiezas con la búsqueda, te das cuenta de que la biblioteca a favor está armada con artículos pagados por la industria. Si pones en PubMed, que es una base de datos científicos, “cáncer” más “pesticidas” salen miles de artículos. Entonces estás en el problema de cuál escoger. Pero si haciendo tu trabajo encuentras al científico que te parece en verdad riguroso, de tal universidad o de tal laboratorio y que no tiene conflicto de interés, vas construyendo una red de contactos que te ayudan a discernir de la propaganda. Una de las estrategias de la industria, es pagar laboratorios para manipular datos sin incurrir en falsificación. Cuando se trata de saber si una molécula tiene efectos secundarios, malos o no, construyes el diseño del estudio de manera tal que no vas a ver ningún efecto. Esto es muy habitual en los medicamentos o en productos aditivos como el aspartamo, un edulcorante sintético que se utiliza en Coca-Cola Light. Todos los estudios pagados por las empresas dicen “no hay ningún problema” mientras que los científicos sin ninguna relación con la industria han encontrado distinto tipo de problemas, no graves, pero problemas. Se han publicado estudios en donde se da dos veces en el día aspartamo a cinco personas y ahí se acaba la investigación. Es como si para verificar si el cigarrillo da cáncer de pulmón haces un ensayo con diez personas, le das un paquete de cigarrillos durante todo el día y después vemos lo que pasa. Los científicos llaman the funding effect a esta injerencia de los intereses corporativos en los resultados de una investigación. Las mismas publicaciones científicas como The Lancet, Nature, Science, se han dado cuenta de esto. Ahora piden que cuando un científico propone un artículo para publicar  declare su conflicto de interés si tiene uno. Al inicio del artículo puede decir “yo soy pagado por Monsanto” y entonces lo tienes en cuenta. Antes se desconocía pero ahora hay once diarios científicos que han establecido eso. Por lo menos es algo.

Lucas Palero es Periodista. Vive en Mendoza, Argentina.