Fuente: Rebelión
En el marco de los 30 aniversarios de la Unidad Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), más de 700 delegados/as provenientes de diferentes lugares del país, realizaron el III Congreso Nacional de este partido político, en la ciudad de Guatemala, los días 24 al 26 de agosto, bajo el lema: “30 años forjando la unidad”. El Congreso contó con la presencia ilustrativa de delegaciones de fuerzas de izquierda e indígenas de Uruguay, Brasil, Ecuador, Venezuela, Cuba, Nicaragua y El Salvador.
Guatemala, en sus casi dos siglos de vida republicana, prohijó el maligno tumor de la sistemática exclusión de las grandes mayorías, que ahora, no sólo sobrepasó en capacidad destructiva y en tamaño al propio Estado, sino que se constituye en el cáncer más feroz que carcome el presente y futuro del país.
¿Un pueblo enfermo?
Desde el Estado ladinocéntrico se institucionalizó el racismo en contra del indígena con la finalidad de anular del imaginario colectivo la dignidad y la identidad policromática de Guatemala. El forado de la amnesia en el genoma del guatemalteco es tan profundo que este pueblo esquilmado reniega de sus genes mayas, y niega al indígena campesino el derecho a tener derechos. Convirtiendo sutilmente el desprecio al indígena en una virtud ciudadana. Un pueblo que se niega a sí mismo, es un pueblo enfermo. Y un pueblo enfermo, por más sueños que tenga, difícilmente podrá despegar.
Desde la colonia, el racismo en contra de las y los indígenas sirvió para legitimar el despojo de las tierras y propiedades de las y los originarios. El interés de la Corona y de los gestores y beneficiarios del Estado republicano estaba centrado en las tierras, bienes naturales y la fuerza laboral del indígena y campesino. Y, para conseguir dicho interés, tanto la Corona como la República, estigmatizaron y declararon sus enemigos a los “indios”. Y, sólo entonces, los invasores se distribuyeron las tierras con indígenas incluidos.
Quienes encabezaron la “independencia” (1825) sin cambios revolucionarios, establecieron el Estado republicano para preservar y acrecentar sus privilegios, sin independencia para los pueblos indígenas. Actualmente el 2% de hacendados/empresarios acapara el 90% de las tierras de cultivo del país, mientras decenas de miles de indígenas y campesinos son triturados como esclavos en la extracción del azúcar y de agrocombustibles, con la complicidad silenciosa del Estado, sin que existan derechos que los asistan.
Una vez que la élite criolla estableció el proyecto de Estado nación, recurrió y recurre al sistema educativo, adoctrinamiento religioso, medios masivos de información comercial, servicio militar obligatorio y a los partidos políticos tradicionales para inutilizar y empobrecer el cuerpo y la mente de las y los guatemaltecos, y saquear sus bienes. Este proceso del colonialismo interno fue tan letal que terminó convirtiendo a las víctimas en defensores y reproductores de los vicios de sus verdugos. Las consecuencias de cinco siglos de colonialismo sobre las grandes mayorías rurales y urbanas en Guatemala son sólo superables por la imaginación cinematográfica sobre el desastre.
Intentos inconclusos
Ante este sistemático despojo, casi al final de la primera mitad del siglo XX, el pueblo de Guatemala emprendió un proceso Revolución Agraria encabezado por Jacobo Árbenz. Pero, cuando dicho proceso daba sus primeros frutos en su primer quinquenio, fue abortado por un golpe de Estado militar promovido por el gobierno de los EEUU, desde Honduras (1954), seguido de una brutal persecución contra campesinos e indígenas, hasta obligarlos a organizarse militarmente y defenderse desde la clandestinidad. Así nacieron los cuatro grupos guerrilleros (EGP, ORPA, PGT y FAR) conformados mayoritariamente por indígenas, quienes, mediante sabotajes, intentaron frenar la rearticulación política y económica de los terratenientes, en una guerra interna que duró 36 años y costó cerca de 250 mil muertos que claman justicia desde las calles y veredas de Guatemala.
En 1996, ante las condiciones internas y externas desfavorables para los alzados en armas, la URNG (que se había articulado como fuerza política en 1982) aceptó firmar los apoteósicos Acuerdos de Paz que prometía resolver las históricas causas de la guerra.
Ya han pasado cerca de 16 años, pero aquella “firma” de promesas sólo dio tiempo y condiciones para la brutal consolidación de la plutocracia cleptómana que ahora esquilma incluso las pequeñas parcelas de indígenas y campesinos empobrecidos para los monocultivos de palma, caña y hule. Mientras, millones de niños, jóvenes y adultos indígenas, campesinos/a y ladinos/as, deambulan como zombis esperando el “arrebatamiento bíblico” que también tarda en llegar. De esta manera, la élite criolla y ladina, con la complicidad de la indiferencia de las y los buenos guatemaltecos, hicieron de esta “República” un país habitado por una multitud de muertos en vida, convirtiendo a las y los despojados en deshabitados.
Electoralmente la URNG logró prácticamente poco. En su mejor momento tuvo dos diputados, y actualmente sólo cuenta con uno. La estigmatización mediática por su origen y por sus líderes, y la vertical metodología política aplicada en la organización evitó que este partido se convirtiera en un verdadero instrumento político para la liberación del país por la vía electoral.
En las últimas elecciones, cediendo a la presión internacional que veía en Dña. Rigoberta Menchú a un Evo Morales para Guatemala, la URNG aceptó participar como Frente Amplio, bajo la candidatura de Menchú. Pero, esta Compañera, cuya súbita figura se debió a la industria mediática, no sólo padece un déficit de conciencia revolucionaria, sino que, al no ser producto de un proceso sociopolítico asambleario, de abajo hacia arriba, carece de legitimidad social y electoral.
Acuerdos y retos del III Congreso Nacional de la URNG
Frente a esta situación límite del país, las y los delegados en el III Congreso Nacional de la URNG asumieron el compromiso de reinventar a la URNG en sus contenidos programáticos, sujetos y métodos de lucha. Entre los principales acuerdos y retos están:
Refundación de Guatemala. Las izquierdas clásicas casi siempre se plantearon la meta de “la toma del poder” como un fin último. Pero, los procesos de transformaciones emergentes desde el Sur evidencia que el poder no se toma, sino que se construye de manera asamblearia, de abajo hacia arriba. La finalidad de la construcción del poder es la refundación de los estados republicanos, excluyente e inexistente para las grandes mayorías. La refundación no sólo implica cambio del ordenamiento jurídico vigente (incluida la Constitución Política) y de las instituciones estatales, sino, ante todo, es una asunto de cambios en los proyectos de vida. Esto significa repensar el país entre todas/os para que nadie se sienta excluido/a. Este es el proceso constituyente que Guatemala está obligado a emprender si de veras desea solventar sus dolorosas historias inconclusas. Para ello, el III Congreso acordó la conformación de una escuela sociopolítica móvil permanente que atienda en y a todos los rincones del país.
Indígenas, mujeres y jóvenes como nuevos sujetos políticos.
Para sociedades mayoritariamente indígenas como la de Guatemala, la propuesta marxista leninista continúa siendo otro método de colonialismo occidental y de subalternización. Después del intento de José Carlos Mariátegui, no ha existido aún ningún otro esfuerzo por repensar el marxismo occidental desde las situaciones de Amerindia. Urge un trabajo serio para desoccidentalizar a Marx desde las categorías de comprensión y análisis de los pueblos de Abya Yala. Si las izquierdas clásicas sólo asumían la categoría de clase para comprender y emprender procesos de lucha, ahora, esa vía es inviable. No sólo porque este mundo carece de obreros proletarios, sino porque los principales actores de los procesos de transformación en los diferentes rincones de Guatemaya y de Abya Yala somos, ante todo, indígenas, mujeres y jóvenes. Ante todo, nos identificamos como tales y actuamos en consecuencia. Es difícil que alguien en Guatemala se abstraiga de los genes mayas. Y, renegar de la identidad es un signo de enfermedad, y un pueblo enfermo no puede hacer revolución.
Instrumento político de los movimientos sociales.
La URNG no ha logrado ampliar su base social, en buena medida, porque se intentó aplicar la lógica del mando militar (aprendida en la lucha armada) desde las estructuras. Y, ante la ineficacia inmediata, la mayor parte de los exguerrilleros/as se refugiaron en la apatía y la indiferencia (muchos en el pentecostalismo). Por ello, las y los delegados del III Congreso exigen socializar a la URNG en los movimientos sociales. Apropiarse de las agendas y luchas sociales de los diferentes sectores y organizaciones sociales e indígenas del país debe ser la estrategia, decían. Se planteó con contundencia concertar alianzas con los movimientos sociales más beligerantes de Guatemala y del exterior. Esto requiere que las y los militantes de la URNG que aún no están activos dentro de los movimientos sociales actuales de Guatemala, si de veras desean acelerar los procesos de cambio, deben involucrarse en las fuerzas sociales e indígenas vivas del país. En otras palabras, la URNG debe convertirse en el instrumento político de lo movimientos sociales para la liberación plurinacional.
Entre los acuerdos más internos están: democratizar la democracia dentro de la URNG mediante mecanismos de decisión y control asambleario, depurar a los dirigentes desvinculados de las bases y dinamizar el partido mediante una permanente correlación horizontal entre dirigentes nacionales y los núcleos locales, crear espacios en los medios alternativos de comunicación para socializar los procesos y propuestas de la URNG, entre otros.
Bajo estos y otros retos la URGN se lanza hacia su nueva fase para consolidarse como un verdadero y legítimo instrumento de lucha y de liberación política para las grandes mayorías de excluidos y empobrecidos del país. La tarea es ardua, pero no imposible. Así lo demuestran los pueblos del Sur. De no asumir estos retos, la URNG será superada por otro instrumento político emergente desde los movimientos sociales actuales, porque la desgracia y el dolor de las mayorías, y los vientos del Sur, no dan tiempo para esperar.