Rio de Janeiro: control de los pobres para el negocio Olímpico

Fuente: Programa de las Américas

Una favela en Río de Janerio.

La realización del Mundial de Fútbol en Brasil en 2014 y de los Juegos Olímpicos en Rio de Janeiro en 2016, reavivó el debate sobre la seguridad pública, en un país donde existe una guerra no declarada en las favelas entre la Policía Militar, grupos parapoliciales y narcotraficantes, que tiene a los pobres como principales víctimas.

“La realidad que enfrenta la policía en las favelas de Rio es semejante a la de las tropas de la OTAN en Afganistán”, asegura Kaiser Konrad, director de la página Defesanet, especializada en temas militares1. Y agrega que se trata de uno de los Teatros de Operaciones más complejos del mundo ya que tiene características de terrenos de combate tan diversos como la selva y la montaña. “El peligro que corre un occidental al transitar en ciertas áreas de Kabul es el mismo que enfrenta un policía o un militar que pase por las zonas calientes de Rio”, remata Konrad.

“En las favelas de Rio”, argumenta el analista militar, “los narcotraficantes han cavado zanjas y colocado obstáculos de cemento, barricadas de piedras para imposibilitar la entrada del caveirao“. Se trata de un vehículo blindado del tamaño de un autobús que usa la Policía Militar para ingresar a las favelas. Al igual que sucede en los barrios pobres de Haití, donde el ejército brasileño encabeza la Misión de Estabilización de la ONU (MINUSTAH), los militares utilizan excavadoras para liberar las calles, siendo la primera vez que esa “ingeniería de combate” es usada por la policía en Brasil.

La comparación de lo que sucede en las favelas de Rio de Janeiro con la realidad de Kabul o de Puerto Príncipe, la capital de Haití, revela los intentos de la derecha conservadora por criminalizar la pobreza, concentrada en las 750 favelas donde viven 1,5 de los seis millones de habitantes de Rio. La sensación de que se libra una guerra escaló varios puntos el 17 de octubre, apenas dos semanas después que Rio fuera declarada sede de los Juegos Olímpicos 2016, cuando un helicóptero de la policía fue derribado por disparos desde el Morro dos Macacos (Cerro de los Monos) .

Los cerros se poblaron hace más de 50 años, allí vivían trabajadores pobres en condiciones de gran precariedad: sin agua, luz, saneamiento, hospitales y muchas veces sin escuelas. Hoy en Rio son asesinadas 20 personas por día, ya que la ciudad se convirtió, según la socióloga Vera Malaguti, en un “laboratorio de técnicas genocidas”2. La policía de Rio es la que más mata en el mundo, pero no lo hace por capricho: Brasil es el paraíso del capitalismo salvaje, el país más desigual del mundo, y Rio es un espacio de fuerte especulación inmobiliaria que se intensifica a medida que se acercan los grandes eventos.

El temido BOPE

La violencia en Brasil no sólo es muy alta sino que sigue creciendo. En 2006 hubo casi 50 mil homicidios dolosos (49.145, o sea una tasa de 26,3 por 100 mil habitantes). En el estado de Rio de Janeiro en 2008 hubo 5.717 asesinatos (35,8 por 100 mil habitantes). Pero hubo 5.095 desaparecidos, muchos de ellos enterrados en cementerios clandestinos, por ser víctimas de violencia intencionada3.

Las cifras de la brutalidad policial en Rio son también alucinantes. En 2003 murieron 1.195 personas en acciones policiales, el 65% tenía signos de haber sido ejecutadas (presentaban al menos un disparo por la espalda). “En 2004 fueron 983. En 2005, 1098. En 2006, 1063. En 2007, 1.330. En 2008, 1.137. Estamos hablando de 6.806 muertos en seis años”4. La inmensa mayoría son jóvenes, negros, pobres de 15 a 29 años que viven en favelas. Una parte mayor fueron asesinados por el BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales) de la Policía Militar de Rio de Janeiro.

“Tropa de elite”, publicado en 2005, fue el primer libro que abordó la actuación del BOPE con una mirada desde adentro. Fue escrito por dos ex miembros del BOPE donde trabajaron cinco años en operaciones especiales y por un ex secretario nacional de Seguridad Pública. En el libro, que fue éxito de ventas e inspiró la película que ganó el Oso de Oro del Festival de Berlín en 2008 y fue la más vista en la historia de Brasil, los autores afirman que el BOPE es “la mejor tropa guerrera urbana del mundo, la más técnica, la mejor preparada, la más poderosa”5.

Aseguran que los israelíes y estadounidenses acuden a Rio para aprender del BOPE y explican las razones de su alta capacidad de combate en que “en ningún lugar del mundo hay posibilidades de practicar todos los días”. Aunque son acusados de desmedida brutalidad, su honestidad es reconocida a diferencia de lo que sucede con la Policía Militar a la que muchos consideran corrupta ya que protege a los narcotraficantes.

El BOPE fue creado en plena dictadura militar, en 1978, pero recién recibió su denominación actual en 1991 para enfrentar los desafíos a la seguridad pública. El BOPE fue concebido como una “máquina de guerra”: “No recibe entrenamiento para lidiar con ciudadanos o controlar a infractores, sino para invadir territorio enemigo”6. Los cánticos con que los adiestran dicen que su misión es “invadir la favela y dejar cuerpos aplastados”. El emblema del cuerpo es un cuchillo clavado en la calavera y su color es el negro. Durante años sólo tuvo 150 miembros que ahora llegan a 400.

La forma de ingreso es similar a la de todos los cuerpos militares especializados: muy dura, con pruebas físicas excesivas que colocan a la persona cerca de la muerte y fomentan su insensibilidad. “Cabalgar cien kilómetros, sin montura y sin descanso, muertos de hambre y de sed, completamente aniquilados por el agotamiento físico, con las canillas y el culo en carne viva… Pero lo peor era el ritual de humillación del desenchufe: tenían que cavarse la fosa y simular su propia muerte, tendiéndose en el fondo del hoyo”, cuentan los propios participantes7.

En la favela se comportan como un verdadero ejército de ocupación. “Por la noche no hacemos prisioneros”, dicen los autores, reconociendo que el BOPE es una fuerza letal que no respeta ni la vida ni la dudosa legalidad que rige en Rio. Pero a su vez aceptan que ese tipo de actuación tuvo consecuencias nefastas: “La orden de disparar a matar sin admitir la rendición del delincuente terminó provocando un efecto paradojal: incrementó su resistencia, así como la violencia contra la policía”8.

La justicia colabora con este tipo de actuaciones a través de la emisión de “autos de resistencia” a la autoridad seguidos de muerte, que en realidad encubren las ejecuciones ya que, como señala Tim Cargill de Amnistía Internacional, “blindan a la policía”, porque no se investigan las muertes9.

Además operan las “milicias”, grupos ilegales integrados por ex policías y policías en activo, bomberos, ex militares y otros agentes estatales. Mientras la zona norte de Rio sigue siendo feudo de los narcotraficantes, la zona oeste está siendo tomada por los parapoliciales: éstos controlan 88 favelas, los narcos 71.

“Eduardo Paes, actual alcalde, ganó las elecciones defendiendo al poder paramilitar”10. Cuando expulsan a los narcos instalan una suerte de poder feudal que supone un control estricto de la población, muy similar al que implantan los paramilitares colombianos en las zonas que controlan. “Cobran por la seguridad. También por la salud. La televisión por cable pirata cuesta 20 reales (12 dólares). Por la noche, prohibido salir de casa”, relata una joven de la favela Vila Sapé.

Para el sociólogo Ignacio Cano, las milicias representan una privatización de la seguridad que ya resulta insostenible, toda vez que ya hay más de 300 denuncias de que las milicias participan en el tráfico de droga. Hace poco amenazaron de muerte al El diputado estadual Marcelo Freixo, del Partido Socialismo y Libertad, que dirigió una comisión de investigación de las milicias. Entre 2002 y 2008 fueron expulsados 1.245 policías militares del cuerpo por estar implicados en el tráfico, vender armas a los narcos o crear milicias para lucrar11.

La militarización de la pobreza

La policía en las favelas de Río de Janeiro.

Poco antes de los Juegos Panamericanos celebrados en julio de 2007 en Rio, la Policía Militar invadió el Complexo do Alemao, uno de los barrios más pobres, con 1.300 efectivos que mataron a 30 personas. Varias de esas muertes fueron “ejecuciones sumarias” según la Secretaría de Derechos Humanos. Ahora se está construyendo un muro en torno a trece favelas con la excusa de “proteger la naturaleza”.

Es apenas una pequeña muestra de lo que sucederá en los próximos años, para dar seguridad al Mundial de fútbol y a los Juegos Olímpicos. Está en estudio el desarrollo de un vehículo blindado nacional inspirado en modelos israelíes y sudafricanos para sustituir al denostado caveirao, y el BOPE está renovando su dotación de armamentos con la incorporación de nuevas ametralladoras, equipos para detección de explosivos y para misiones tácticas especiales12.

Pero en la favela Santa Marta se está desarrollando un experimento novedoso de creación de una policía permanente en los cerros, que se espera poder extender a otros barrios. Se trata de la UPP (Unidad de Policía Pacificadora), que se instaló luego de expulsar a los traficantes. Es la primera vez que hay una política del Estado para entrenar policías que se comporten como guardias comunitarios que busca superar el traumático reracionamiento entre las favelas y la Policía Militar.

Junto a la instalación de la UPP comienzan a realizarse inversiones sociales en áreas de salud, educación, deportes, de modo que la policía comunitaria forma parte de un plan más vasto que pretende generar vínculos de confianza con el Estado que, a diferencia de los casos anteriores, deja de forma permanente a las fuerzas de seguridad en un área13.

El programa de “pacificación” de Santa María es “el niño mimado” del gobernador Sergio Cabral, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, aliado del gobierno nacional de Lula. Asegura que redujo a cero el narcotráfico y que “lo más importante de esta policía pacificadora que tenemos hoy en las comunidades es que la población, que había aprendido a convivir con criminales, ahora convive con la presencia del Estado”14.

Sin embargo los pobladores de Santa Marta se quejan de que las promesas de obras sociales no se cumplen o son demasiado lentas, que la televisión por cable, cuyas conexiones irregulares de los traficantes fueron suprimidas, no llega a la favela por lo accidentado del terreno y, sobre todo, que se han prohibido bailes populares como el funk, porque la policía lo vincula al narcotráfico, sin que se ofrezcan otras opciones de entretenimiento a los jóvenes.

“Si ven alguien con pantalón ancho y pelo largo atado para atrás lo detienen, pero si viste traje y corbata no lo hacen”, dice un joven de Santa Marta15. Por su parte, los miembros de la asociación de habitantes se quejan de que nunca se los ha consultado ni convocado a reuniones a la hora de planificar los diferentes proyectos para el barrio. Freixo critica la iniciativa de Santa Marta por sea un caso aislado para mostrar a los medios y a la clase media, pero no una política para implementar en todas las favelas de Rio.

Aunque reconoce que es mejor que la policía se aproxime a la comunidad en vez de ocuparla como si fuera un escenario de guerra, como hace el BOPE, cree que el plan de policía comunitaria será una nueva “forma de control” y no de “construcción de libertad si no se priorizan las acciones sociales con participación de la sociedad organizada”16.

Los principales actores sociales consideran que sin cambios estructurales no se conseguirán éxitos en las favelas. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la favela Maré es 0,722, mientras en Ipanema, uno de los barrios más elegantes de Rio, es de 0,962. En Maré la esperanza de vida es de 66 años y en Ipanema de 8017. La territorialización de las diferencias sociales explica en gran medida la violencia que vive la ciudad. “Si los habitantes no tienen derecho a una parte significativa de su ciudadanía, no se espera que reconozcan la legitimidad de administraciones que poco o nada les ofrecen”, señala el politólogo Bruno Lima Rocha18.

Dicho de otro modo: cuando el Estado no comprende que el problema radica en que uno de cada tres habitantes de Rio no tiene derechos ciudadanos mínimos, no puede resolver el problema con represión. Por eso concluye que “el desmadre es hijo de la desigualdad con injusticia”.

Contener a los pobres o eliminarlos

El diputado Freixo, que dedica su tiempo al tema de la seguridad en Rio, defiende la tesis por la cual “una sociedad segura es aquella que desenvuelve la capacidad de la cultura de derechos”. En su opinión el gran problema es lo sucedido en la década neoliberal de los 90, que consolidó un modelo en el que “una parte de los brasileños no le sirve al sistema” ni siquiera como ejército de reserva. “La década del 90 nos presentó un Brasil que no es para todos”19.

“Por eso sucede un genocidio en las áreas pobres de la ciudad”, dice Freixo, intentando explicarse los 16 mil asesinatos de los dos últimos años y los 12 mil desaparecidos. Brasil ya es el cuarto país en cantidad de presos, detrás de Estados Unidos, China y Rusia. Medio millón están en las cárceles. En los 90, la población carcelaria creció un 170% y cada año trepa un 10%.

Parte de ese genocidio puede observarse en los modos como el Poder Judicial encara su tarea en las favelas. Allí es el único lugar donde se aplica el “mandato de busca genérico”, un instrumento jurídico que en vez de librar una orden personalizada para proceder a una operación policial, lo hace de modo general incluyendo toda una manzana, y a veces toda una comunidad. Eso permite a la policía ingresar a cualquier vivienda o detener a cualquier persona en un barrio entero. El texto de un mandato del año 2002, en cuyo análisis participó entre otros el diputado Freixo, se refiere a la población de la favela como “basura genética”20.

Vera Malaguti, profesora de criminología y secretaria general del Instituto Carioca de Criminología, y autora del libro “O medo na cidade de Rio de Janeiro”, sostiene que la difusión del temor al caos y al desorden ha sido el modo de disciplinar a las masas empobrecidas. Los miedos son alimentados por las elites urbanas para asegurar sus privilegios.

Su lectura de la realidad social de Rio ilumina algunos aspectos que los grandes medios se empeñan en ocultar o deformar. Sostiene que “la izquierda tiene miedo del lumpen”, en referencia a los jóvenes que delinquen, y que la policía de Rio mata 1.300 jóvenes todos los años “con aplausos de los medios, de la elite y de parte de la academia y de la izquierda”21. Afirma que los grandes líderes del narcotráfico fueron apresados por pequeños delitos pero se fueron “barbarizando” en el sistema penitenciario.

“La pauta de la izquierda debería ser detener menos, amparar las redes de familiares de presos, establecer más comunicación hacia fuera de las prisiones, para terminar con esa idea de que quien está fuera es un ciudadano de bien y dentro está el Mal”22. El gran problema, sigue, es que la presencia de los pobres se ha convertido en “perjudicial para los grandes negocios y la especulación inmobiliaria”, por eso deben ser exterminados23.

Los muros en construcción los define como “un cerco fascista sobres los pobres”, que revive “un proyecto higienista, en nombre del orden en la ciudad, de los grandes negocios del Mundial, las Olimpiadas, de los grandes capitales que circulan en Rio. Tales negocios son una obsesión para los gobiernos estatal y municipal que siempre están en viajes buscando grandes inversiones”24.

En el fondo es un problema de poder. Las elites temen a esos millones de jóvenes negros herederos de las tradiciones libertarias de los quilombos25. Por eso la Red Globo, la gran criminalizadota de la pobreza, no se cansa de criticar a Leonel Brizola, el único gobernador que optó por no reprimir a los pobres. Su muerte, dice Malaguti, “permitió al fascismo ocupar la ciudad”. No es casualidad que el director de Defesanet sostenga que el gran culpable de lo que sucede en las favelas sea Brizola, porque impedía a la policía subir a los cerros a matar26.

Esta guerra contra la pobreza, que se excusa en el narcotráfico, como antes tomaba como excusa el comunismo, busca contener “la pobreza rebelde, que es una marca de Rio de Janeiro desde hace mucho tiempo, pues fue una ciudad quilombola, después janguista, brizolista…”27. En suma, las elites le están haciendo pagar a los pobres de Rio su tradicional rebeldía, ese deseo de libertad que liquidó la esclavitud y amenaza con estropear sus negocios de cara a 2014 y 2016.

Notas

  1. Kaiser Konrad, 10 de diciembre de 2009.
  2. Entrevista a Vera Malaguti, 28 de octubre de 2009.
  3. “Tropa de elite”, ob. cit. p. 15.
  4. Idem.
  5. Idem p. 30.
  6. Idem p. 8.
  7. Idem p. 22.
  8. Idem p. 30.
  9. Bernardo Gutiérrez, ob. cit.
  10. Idem.
  11. Idem.
  12. Kaiser Konrad, ob. cit.
  13. Fabiana Frayssinet, ob. cit.
  14. Idem.
  15. Idem.
  16. Idem.
  17. Bernardo Gutiérrez, ob. cit.
  18. Bruno Lima Rocha, ob. cit.
  19. Marcelo Freixo ob. cit.
  20. Justicia Global, ob. cit. p. 34.
  21. Entrevista a Vera Malaguti, 28 de octubre de 2009.
  22. Idem.
  23. Entrevista a Vera Malaguti, 18 de abril de 2009.
  24. Idem.
  25. Espacios donde se reunían los negros esclavos cuando fugaban de las plantaciones.
  26. Kaiser Konrad, 19 de octubre de 2009.
  27. Entrevista a Vera Malaguti, 18 de abril de 2009. “Janguista” se refiere a Joao Goulart (“Jango”), presidente depuesto por el golpe de Estado militar de 1964. “Brizolista” se refiere a Leonel Brizola dos veces gobernador de Rio de Janeiro (1983-1987 y 1991-1994).

 

Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe el “Informe Mensual de Zibechi” para el Programa de las Américas (www.ircamericas.org).

Para usar este artículo, favor de contactar a americas@ciponline.org.

Recursos

Bernardo Gutiérrez, “Rio de Janeiro: Ciudad de Dios y del diablo”, El País, Madrid, 25 de octubre de 2009.

Bruno Lima Rocha, “El capitalismo salvaje y la guerra urbana en Rio de Janeiro”, 16 de noviembre de 2009, www.estrategiaeanalise.com.br.

Entrevista a Vera Malaguti, “Rio virou um laboratorio de técnicas genocidas”, 28 de octubre de 2009, www.correiodacidadania.com.br.

Entrevista a Vera Malaguti, “Pobres en Rio viven días de horror”, 18 de abril de 2009, www.correiodacidadania.com.br.

Fabiana Frayssinet, “Brasil: pacificación con gusto a control social”, IPS, 21 de mayo de 2009.

Justiça Global, “Relatório RIO: violencia policial e insegurança pública”, Rio de Janeiro, octubre de 2004, www.global.org.br.

Kaiser Konrad, “BOPE. Forças Especiales da Polícia Fluminense”, Defesanet, 10 de diciembre de 2009.

Kaiser Konrad, “Guerra no Rio: a outra fase da Cidade Maravillosa”, Defesanet, 19 de octubre de 2009.

Luiz Eduardo Soares, Rodrigo Pimentel y André Batista, “Tropa de elite”, Editorial Marea, Buenos Aires, 2009.

Marcelo Freixo, “A realidade e a lei”, 23 de diciembre de 2009 en www.marcelofreixo.com.br.

Para mayor información

¿Ayudar a los pobres o aprender de ellos?

http://www.ircamericas.org/esp/5850

Buenos Aires: los más pobres resisten la “limpieza social”

http://www.ircamericas.org/esp/5597

Pentecostalismo y movimientos sociales en América del Sur

http://www.ircamericas.org/esp/5542