A cambio de la “nueva era de relaciones” que Obama prometió entre EE.UU. y Latinoamérica, el año pasado fue testigo crecientes hostilidades de este país del Norte hacia los latinoamericanos, ampliamente concentrados alrededor del violento golpe militar del 28 de junio de 2009, que expulsó al presidente hondureño democráticamente electo Manuel Zelaya. Y mientras que para muchos latinoamericanos el papel de los EE.UU en Honduras parece ser una continuación de sus políticas imperialistas en la región durante el siglo pasado, hay un Nuevo giro en el caso de Honduras: mucho del trabajo tras bambalinas del Departamento de Estado está siendo llevado a cabo por una de las más respetadas ONG de derechos humanos en Washington: la Oficina de Washington para Latinoamérica, conocida por sus siglas en inglés, WOLA (Washington Office on Latin America).
Borrando la resistencia
Mientras que la escasa atención dada por los medios internacionales al golpe de estado del año pasado se enfocaron en ciertos individuos como el presidente Zelaya, el mandatario de facto Roberto Micheletti y el presidente de Costa Óscar Arias, los temas centrales para los cientos de miles de hondureños que se volcaron a las calles y que continúan actualmente en resistencia no recibieron más espacio que ninguna de estas personas. Los hondureños se sintieron encolerizados al ver que su democracia electoral había sido violentamente arrebatada de ellos a través de un golpe militar apoyado por los EE.UU. Esa cólera creció a medida que los militares comenzaron a golpear, violar, detener y asesinar a miembros de la resistencia no-violenta; militarización de escuelas, bibliotecas y centros culturales y (reforzadas por leyes de emergencia y toques de queda) creando terror en las personas en sus propios barrios, todo en nombre del régimen de facto. Varias organizaciones reconocidas de derechos humanos, incluyendo Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, documentaron más de 4,000 abusos a los derechos humanos llevados a cabo por el régimen de facto en contra de hondureños que se oponían en los meses posteriores al golpe.
La malinterpretación del amplio y diverso movimiento de resistencia en los medios y en los discursos políticos como “simpatizantes de Zelaya” fortaleció las principales estipulaciones de los Acuerdos San José-Tegucigalpa, impuestos por el Departamento de Estado de EE.UU. opuestos a los fuertes posicionamientos tomados por la Organización de los Estados Americanos (OEA) en contra del reconocimiento del gobierno de facto. Estas estipulaciones son: “elecciones libres y justas”, la instalación de una “comisión de la verdad” y un “gobierno de reconciliación”. En primera instancia, la invisibilidad del movimiento de Resistencia en los medios internacionales oscureció el hecho que el presidente Porfirio Lobo Sosa llegó al poder a través de una elección llevada a cabo bajo circunstancias de suspensión constitucional y un estado extremo de violencia. Las elecciones, las cuales fueron consideradas por funcionarios del Departamento de Estado como un modelo de participación democrática, fueron de hecho boicoteadas por la resistencia así como por las Naciones Unidos, la Unión Europea, la OEA y el Centro Carter. Aún más, ningún monitor internacional estuvo presente (aunque el National Democratic Institute financiado por fondos federales de EE.UU. y dirigido por la Antigua Secretaria de Estado Madeleine Albright, envió “observadores” quienes jugaron un papel determinante en legitimizar esta amenaza a la democracia), y resultados completamente ficticios fueron hechos públicos por el ilegalmente establecido Tribunal Supremo Electoral de Honduras. El argumento del Departo de Estado de que las elecciones pusieron fin a la crisis se vio reforzado por su falsa declaración, primero hecha pública por Tom Shannon el 3 de noviembre, sobre que el gabinete de Zelaya había accedido a apoyar las elecciones con o sin su restitución bajo los San José-Tegucigalpa.
Los Estados Unidos, enfrentando tanto a una comunidad internacional recientemente dispuesta a confrontarles como a un movimiento de Resistencia en Honduras de dimensiones sin precedentes, sin embargo no ha logrado cambiar su modus operandi desde la década de los 80El embajador Hugo Llorens ha tomado varias páginas del manual de 1980 del antiguo embajador John Negroponte. Además de ayudar a camuflajear la responsabilidad de los líderes del golpe por las violaciones sistemáticas a los derechos humanos en el recientemente publicado Informe de País sobre los Derechos Humanos, Llorens ha venido trabajando para instalar la anteriormente señalada comisión de la verdad, la cual ha sido denunciada por todas las principales organizaciones de derechos humanos y la amplia coalición de la Resistencia, y ha intentado moderar el “gobierno de reconciliación” juntando a líderes del Partido Liberal que se opusieron al golpe y al extremadamente derechista Partido Nacional precariamente representado por Lobo. La posición del movimiento de resistencia tanto respecto a la comisión de la verdad como al proceso de “reconciliación” es que en vez de proporcionar los pasos necesarios para una paz basada en la democracia y la justicia, sirven de fachada para la represión dirigida a destruir las demandas de una nueva constitución.
Entre a WOLA
La Oficina de Washington para Latinoamérica, o WOLA (Washington Office on Latin America), es una organización orientada a los derechos humanos sin fines de lucro fundada en 1974. Según su sitio web,
Desde 1975, cuando WOLA trabajó tras bambalinas en la redacción de la ley más importante que condiciona la ayuda militar de los EE.UU. en el extranjero por sobre las prácticas de derechos humanos, WOLA ha jugado un papel clave en todos los debates políticos más importantes en Washington sobre los derechos humanos en Latinoamérica. En la actualidad, el personal de WOLA es convocado regularmente para proporcionar información y análisis a la rama ejecutiva, a organizaciones multilaterales, a miembros del Congreso, y a los medios de EE.UU. y latinoamericanos.
Decir que WOLA juega un papel clave en la política de los EE.UU. hacia Latinoamérica es, quizás, una subestimación. Siendo con regularidad la única voz desde una perspectiva de “derechos humanos” en las audiencias del Congreso y el Senado las cuales de otra forma estarían únicamente repletas de expertos neoconservadores y neoliberales como Otto Reich y Lanny Davis, WOLA tiene un grado de acceso mucho mayor a la legislación que otros grupos. En una reunión que yo junto tres colegas tuve en Noviembre pasado con la ayuda de un Congresista que ha defendido causas sobre derechos humanos en Latinoamérica, en la cual cabildeamos en contra del reconocimiento de los EE.UU. de las elecciones hondureñas, la asistente hizo a un lado nuestras preocupaciones: ella sabía todo lo que se necesita saber sobre Honduras, nos dijo –ella y su jefe ya habían hablado con WOLA (quienes apoyaban las elecciones) y con LAWG (Latin American Working Group, cercanamente alineado a WOLA).
La influencia de WOLA es tan grande que se habla de ella en susurros (literalmente) por una gran cantidad de organizaciones de base sin fines de lucro basadas enfocadas en el a las cuales minimiza. Mientras unas pocas personas se han opuesto críticamente a algunas de las posiciones de WOLA desde la izquierda, el precio por hacerlo es alto. Desde que me mudé al DC en junio pasado, por lo menos dos docenas de activistas de organizaciones de base y sin fines de lucro me han confiado que por años han estado deseando que alguien desafíe a WOLA pero que, como uno de ellos me dijo “debes ser un suicida para hacerlo”. Existen dos razones detrás de sus dudas, ambas relacionadas con el poder de WOLA como actor desde adentro de la escena política: primero, porque la organización, la cual realiza incidencia sobre todas las aéreas de Latinoamérica, ha sido muy influyente en materia de derechos humanos en la política de los EE.UU. y aunque hay los que creen que hace más daño que bien, aún hace cosas buenas; en segundo término, debido a que es tan poderosa y está tan bien conectada el desafiarla podría seriamente poner en peligro a las organizaciones que trabajan en solidaridad con Latinoamérica abogando por justicia y derechos humanos a nivel de base.
¿Pero en qué punto lo malo sobrepasa lo bueno?
El antiguo embajador hondureño golpista Roberto Flores Bermúdez, portavoz del régimen de facto de Micheletti en Washington quien recientemente ha intentado un cambio de imagen para mostrarse como neutral, ha trabajado cercanamente con WOLA para dar forma a su política sobre Honduras desde el golpe. La colaboración de WOLA con Flores Bermúdez no está fuera de lugar con decididamente deslizadiza postura que el Departamento de Estado ha tomado vis-à-vis el golpe desde el 28 de junio del año pasado. En una audiencia del Congreso el 10 de julio, el director ejecutivo de WOLA Joy Olson, mientras reconocía la expulsión de Zelaya como un golpe, opinó voluntariamente que en vez de haber sido extraditado, Zelaya tendría que haber sido apresado dentro del país. Ella también no logró corregir ninguna de las obvias mentiras provenientes de miembros del Congreso y otros “testigos” quienes habían sido preparados por Lanny Davis, quien estaba también ahí como testigo representando el capítulo de Honduras del Consejo Empresarial de América Latina (CEAL), quien financió el golpe. Estas incluían falsos alegatos como que Zelaya estaba intentado instalarse a sí mismo como dictador de por vida, que él estaba siendo manejado con fondos vinculados a la droga desde Venezuela, y que el golpe (al que ellos se referían como “sucesión constitucional”) había prevenido la ocupación del hemisferio por parte de Chávez. (Véase el artículo de Kirk Nielsen “Canard d’Etat” para una refutación de estas declaraciones en los medios de EE.UU.) “Parece que habían suficientes violaciones de leyes ocurriendo en ambos lados”, dijo ella, aprobando el manejo que hizo “la administración” de la situación (mientras que admitía que ella no sabía si el Departamento de Estado ya había reconocido que había ocurrido un golpe de estado, lo cual no había hecho) y las negociaciones de Arias. “Puede haber oportunidad en la crisis”, dijo ella, cinco días antes que el régimen asesinara a su primer manifestante pacífico, Isis Obed Murillo.
Otro de los principales colaboradores hondureños de WOLA con base en el DC desde el golpe ha sido Francisco Machado. Como conferencista (invitado por WOLA) durante un plenaria de LAWG el 4 de febrero, Machado describió el conflicto hondureño como algo entre facciones extremistas, la extrema derecha y el FNRP (Frente Nacional de Resistencia Popular)—una acepción que deslegitimiza la amplia coalición de organizaciones y los cientos de miles de hondureños que se han identificado como parte del movimiento de resistencia no-violenta. Esto es particularmente peligroso en un momento en el cual el antiguo líder del escuadrón de la muerte Billy Joya aparentemente está entrenando paramilitares en preparación a una masacre de campesinos en el Aguán, similarmente identificados por los medios pro-golpistas de Honduras como “extremistas” y “terroristas” como un medio para justificar su exterminio.
Durante la “Conferencia de los Días de Apoyo Ecuménico” (Ecumenical Advocacy Days Conference) el 20 de marzo en Arlington, Machado apareció como co-presentador del panel de WOLA en Honduras:
4:50-6:20pm Track Time III Honduras: Back to the Past, On to the Future – Potomac View Room
Creemos que los golpes de estados eran cosas del pasado en Latinoamérica, pero el 28 de junio, 2009, el presidente hondureño Manuel Zelaya fue enviado al exilio. A pesar de los intentos de resolución, esta sociedad agudamente polarizada debe luchar contra la exclusión política y la inequidad social que alimentó la crisis.
Conferencistas: Vicki Gass del Washington Office on Latin America; Activista Hondureño Francisco Machado; otros AD.
El lenguaje en la descripción de este panel nos dice: fuera de WOLA, sólo el Departamento de Estado y el Congreso de los EE.UU. realmente parecen creer que una “solución tentativa” ha sido lograda, mientras que la “inequidad social” podría haber sido parafraseada como “oligarquía violenta que acapara legitimidad de una constitución anti-democrática que utiliza a los militares para controlar las masas cuando estas últimas demandan auto-representación”. Durante el evento del 20 de marzo, Machado en realidad no se hizo presente; sin embargo, el público progresista de 30 personas o más presentes respondieron negativamente a la presentación de Gass, a quien numerosos asistentes más tarde describieron como pro-golpe. Ella fue confrontada por un hondureño miembro de la audiencia que se identificó con la Resistencia, quien me dijo que ella estaba horrorizada de lo que ella vio como malinterpretaciones extremadamente peligrosas de sobre la situación en su país.
Poco después de la Conferencia de los Días de Apoyo Ecuménico, el Representante Eliot Engel, Coordinador del Subcomité del Hemisferio Occidental del Comité de Asuntos Extranjeros, convocó a una segunda audiencia del Congreso después del golpe en Honduras. Durante la audiencia del 16 de marzo, el punto central ya no era si el golpe había ocurrido o no (aunque el tema se señaló varias veces), sino más bien sobre cómo asegurar un clima ideal para los inversionistas de los EE.UU. Como un testigo, Vicki Gass—quien trabajó del 2004 al 2006 en Irak para el National Democratic Institute antes de unirse a WOLA—proporcionó un bienvenido respiro de los aparentemente interminable monólogos respecto a los intereses de los inversionistas de los EE.UU. con la democracia hondureña, al traer de vuelta el tema de los derechos humanos. Sin embargo, al referirse a los derechos humanos continuamente alegaba ante el casi vacío salón que la crisis de Honduras no era nueva –que de hecho, tenía muy poco que ver con el golpe del todo (véase el testimonio escrito de WOLA y un video de la audiencia). A pesar de lamentar que “[una] encuesta reciente llevada a cabo por la Federación de Organizaciones no Gubernamentales para el Desarrollo de Honduras (FOPRIDEH) reveló que 59.9 por ciento de los hondureños no creen más en la democracia” (con una nota al pie de página que dice “January 2010 – find exact quote”), Gass no logró vincular esta estadística de ninguna manera con el golpe en sí mismo. El problema, tal como el argumento de WOLA lo describe, no descansa en la usurpación de un gobierno electo el 28 de junio de 2009 seguido por asesinatos selectivos por razones políticas que no se mencionaron de individuos que quienes creían en su derecho a una democracia real, pero que carecían de fe en la “democracia” existente –una falta de fe provocada por décadas de “lo que parece ser una entramada cultura de corrupción e impunidad”. El argumento de dicha cultura-del-crimen es la perfecta segue hacia una solución estilo mano dura e impunidad para la violencia de la policía y los militares, para ingeniarse (también de la audiencia del 16 de marzo):
1:51:00 – Mack: Gracias, Sr. Presidente, y, bueno, escucho con gran interés todos sus –ah… testimonios y, ah… no estoy seguro de que haya muchísimo que podamos… bueno permítanme encontrar un punto que me gustaría investigar un poco más. Para avanzar, ¿en qué tipo de, em, actividades creen que los Estados Unidos debieran participar en los aspectos de la pobreza, derechos humanos, em, qué tipos de cosas, viendo hacia el futuro, es lo que ustedes creen que Estados Unidos puede hacer para ayudar, ah, a demostrar que apoyamos a la gente de América Latina y que, ah, podríamos no necesariamente respaldar algunos de los gobiernos de Latinoamerica pero que respaldamos a la gente de Latinoamérica, em, así que si quieren que recorramos a los asistentes y cada uno de ustedes me da una idea rápida sobre ello, se los agradecería.
1:51:30 – Gass: Bueno, creo que hay varias cosas que la administración podría hacer, lo primero es restaurar la ayuda militar y policíaca, les puede ser útil apra fortalecer las instituciones, tal vez investigando las violaciones de derechos humanos que han tenido lugar desde el golpe de junio y usar eso para fortalecer una institución que es increíblemente débil. Y en segundo lugar yo diría que realmente necesitan colaborar estrechamente para impulsar un, un, un diálogo significativo durante más largo tiempo, no una consulta de dos o tres días sino hacer algo que esté concentrado en la región y apoyarlo financieramente.
Resulta totalmente inverosímil que una organización cuya misión es apoyar los derechos humanos sugiera enviar fondos a escuadrones de la muerte; de hecho, sin embargo, es exactamente lo que WOLA está haciendo.
Los argumentos que WOLA presentó en la audiencia, que incluyen la afirmación de que que Porfirio Lobo fue electo en elecciones libres y justas, enmarcan un retrato descontextualizado de los derechos humanos en Honduras. Según la narrativa de WOLA, los miembros de la resistencia son asesinados no por un régimen de facto, sino por otros hondureños violentos, que matan por tener una “cultura” defectuosa. En un artículo de Huffington Post publicado la víspera de la toma de posesión de Lobo, Gass y el fundador de WOLA Joseph Edridge (capellán de la American University y esposo de la Subsecretaria de Estado para la Democracia y Asuntos Mundiales María Otero, coadyuvante ella misma en crear la justificación para el reconocimiento de las elecciones ilícitas), describen Honduras como “este país desconfiado y políticamente alienado”. Proceden a exponer un plan para restaurar las relaciones internacionales que refleja fielmente la versión distorsionada del Departamento de Estado de los Acuerdos de San José-Tegucigalpa, que omite cualquier mención del movimiento de resistencia. Dado que la “crisis” –como los golpistas llaman eufemísticamente al golpe militar y al régimen de facto- había “terminado”, los pasos siguientes, postularon Eldridge y Gass, eran la formación de una comisión de la verdad y un “proceso de diálogo nacional”.
Como se señala anteriormente, la amplia coalición hondureña para la resistencia y todas las principales organizaciones hondureñas de derechos humanos han rechazado rotundamente ambas propuestas basándose en el hecho de que miembros de la resistencia siguen siendo asesinados a diario por militares y policías (difícilmente una condición para el diálogo o la investigación honesta), y que la principal demanda del movimiento de resistencia –una asamblea constituyente auténticamente popular que reescriba la constitución de Honduras- está siendo empujada bajo la alfombra por estas fuerzas. Se ha asegurado ya la amnistía a los peores criminales hondureños, a quienes se ha castigado por su papel en crímenes contra la democracia y la humanidad con sentencias como “senador vitalicio” (Micheletti) o nombramientos como director de la compañía nacional de telecomunicaciones Hondutel (General Romeo Vásquez Velásquez).
¿Quién debe entonces materializar la verdad y la reconciliación? Los intentos vacilantes del Embajador Llorens de resucitar el implosionado Partido Liberal impulsando la comisión de la verdad y negociando la “reconciliación”, han fracasado ante la oposición fiera, inquebrantable de la resistencia. Mientras el plan del Departamento de Estado para aplicar los Acuerdos de San José-Tegucigalpa avanza a duras penas, éste ha recurrido a sus socios “no gubernamentales” para ayudar a Llorens con su tarea. El 25 de febrero WOLA envió a Porfirio Lobo una carta, copiándola a Llorens y al Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de E.U. Arturo Valenzuela, en donde propone a un miembro para la comisión de la verdad. Pero la participación de WOLA en el proceso de reconciliación va mucho más hondo, la organización no gubernamental ha tomado la delantera para planear y poner en obra el “diálogo” sobre el desarrollo “democrático”, programado para empezar este miércoles 14 de abril en el Capitolio.
Para el jueves 8 de abril, por lo menos nueve hondureños, invitados secretamente a participar, serían transportados en avión a esta “Conferencia sobre el Análisis y Perspectivas para el Desarrollo Democrático en Honduras”, de la que la prensa está excluida. Un correo electrónico que WOLA envió a los participantes ese mismo día, declara lo siguiente:
Una vez más, hemos invitado a representantes del nuevo gobierno y organizaciones de la sociedad civil de Honduras, [así como a] representantes del Gobierno de Estados Unidos, Embajadas de otros países acreditadas en Washington y otras ONGs que trabajan sobre Honduras. El objetivo de la conferencia es proveer un espacio para la discusión franca sobre la situación actual en Honduras y explorar oportunidades para el cambio substancial.
El programa mismo detalla varios paneles dirigidos por participantes selectos. La descripción de un panel llamado simplemente “Análisis Político”, menciona en parte: “La crisis de credibilidad y confianza de los ciudadanos en el Estado, sus instituciones, y el gran desafío de transformarla en los pilares sólidos de la democracia.” Vemos aquí de nuevo que la crisis se enmarca no como radicada en la ausencia de la legitimidad del estado, sino más bien en la creencia de los ciudadanos de que el estado es ilegítimo. Un panel subsiguiente, “La Crisis Política”, aborda “los avances y desafíos en el proceso democrático, y la meta de reconciliar a una sociedad dividida, sedienta de mayores y mejores beneficios del sistema democrático.” Aquí la redacción es similarmente especiosa, desde el uso eufemístico de la palabra “crisis”, hasta el argumento de que existe en Honduras un proceso democrático y de que la “reconciliación” (y no la justicia) es lo necesario para “componerla”, pasando por la idea de que son “beneficios” –no participación- lo que los hondureños esperan de un sistema democrático. Otros paneles, como el que dirige el Ministro de Planeación y Desarrollo del presidente Lobo Arturo Corrales Álvarez, se concentran específicamente en estrategias para hacer avanzar el proceso de diálogo. La sesión de Preguntas y Respuestas fijada para las doce del día aparece como “Preguntas de los asistentes a la conferencia [literalmente “público” en la versión en español, pero la conferencia es a puerta cerrada] y respuestas de los panelistas).”
Compárese esto –en términos de enfoque y profundidad- con la Asamblea Popular Constituyente que se celebró del 12 al 14 de marzo en La Esperanza, con la asistencia de aproximadamente mil hondureños y entre ellos el Padre Ismael Moreno, sacerdote jesuita, teólogo de la liberación y director de Radio Progreso, quien rechazó la invitación personal de WOLA para participar en su “diálogo”. En una invitación abierta, se describe a la Asamblea como sigue:
[Honduras] nos invita nuevamente a construir nuestras utopías; pensando-nos, encontrando-nos, viendo-nos profundamente iguales y diversos frente a todos los sueños posibles: la construcción del poder popular y su ejercicio, el agua para todas y todos, el respeto a las tierras y territorios, el valor de las culturas ancestrales, la sabiduría de la biodiversidad, el bien común a partir de los derechos fundamentales, la dignidad de la vida plena de las mujeres, el reconocimiento de la fuerza rebelde de la juventud y sus aportes y propuestas, la laicidad del ejercicio político, la necesaria reivindicación de una infancia feliz.
El contraste entre el enfoque de WOLA en colaboración con el Departamento de Estado y la administración de Lobo y el del movimiento de Resistencia es casi tan absoluto en términos de transparencia, proceso democrático e inclusión, algo también evidente en la invitación a la asamblea en La Esperanza.
[Tenemos] la entusiasta misión de constituir una Asamblea del Pueblo donde converjan todas las ideas y sueños que han esperado siglos. Allí debatirán sobre el futuro compartido y su palabra se hará una sola y será común a todos y todas.
Los pueblos de Honduras ensayarán su Poder Popular Constituyente. Por eso deberán traer la voz de los ausentes, ojalá de manera escrita para que no se olvide y para que no sea silenciado.
Los pueblos encontrarán por el camino a la Esperanza mucha solidaridad, pero deberán llevar tanta o igual solidaridad en su morral de sueños.
Todo es bienvenido: [traigan] agua, café, frijoles, cobijas, maíz, arroz y azúcar para ser compartido los días en que la patria nos convoca.
El viernes 9 de abril, fui invitada por Radio Globo (una estación de radio que desde el golpe ha sido victima de ataques y amenazas continuas) a debatir con Francisco Machado a propósito de la reunión que próximamente llevará a cabo WOLA, sobre la cual fue filtrada información al movimiento de resistencia.
Cuando el señor Machado argumentó que el evento estaba diseñado para ser democrático e incluyente, yo le refuté que el mismo estaba reservado para quienes habían sido invitados y se llevaría a cabo en Washington, DC, un sitio difícilmente accesible para la mayoría de los Hondureños. Cuando Machado alego que el evento sería abierto a la prensa, yo le recordé que Telesur consulto a WOLA sobre el mismo, para confirmar que se llevaría a cabo y pedir permiso para asistir, y se les explico que el evento se realizaría a puertas cerradas para la prensa.
Durante la entrevista, yo le explique a Félix Molina, el anfitrión del programa, que de hecho yo me sentía algo incomoda sosteniendo este debate. No creo que sea mi papel debatir con hondureños sobre lo que deberían estar haciendo con su propio país. Sin embargo, este es también un caso en el cual el gobierno norteamericano esta trabajando de la mano de organizaciones no gubernamentales para menoscabar la democracia de otro pueblo, y ante este hecho, yo siento la responsabilidad de levantar mi voz en protesta.
Al día siguiente, respondiendo a la presión por parte del movimiento de resistencia, los tres invitados identificados con la resistencia, Héctor Soto, Víctor Fernández y Edgardo Chévez, decidieron cancelar su participación en el evento, demostrando así, que el dialogo no es capaz de formar las bases de la reconciliación, mientras no exista justicia o reforma constitucional.
Los críticos del “Complejo Industrial No Lucrativo” han señalado el papel nocivo de lo que Dylan Rodríguez, al escribir en el volumen publicado de La Revolución no Será Financiada, llamó “el portamonedas de terciopelo de la represión de estado.” La política de cooptar a la izquierda radical financiando e incorporándola de esta forma a una estructura legal no lucrativa, ha ejercido el efecto intencional de criminalizar a los movimientos de auténtica oposición y justificar el empleo de la brutalidad policíaca contra ellos tanto en Estados Unidos como en el exterior. Esto es así incluso en el caso de movimientos que (como en el caso de Honduras) se oponen resueltamente al uso de la violencia. En una era de privatización neoliberal ligada a una imposición de impuestos regresiva y la eliminación de fondos a los servicios gubernamentales, las organizaciones gubernamentales financiadas por empresas en el mundo entero se han apoderado de tareas gubernamentales que van de la educación al cuidado de la salud y a la realización de guerras, llevándose con ellas cualquier concepto de rendición democrática de cuentas. WOLA -que recibió $1,757,656 dólares de la Fundación Ford en 2009- ahora lleva a cabo, a puerta cerrada, el trabajo represivo del gobierno hondureño de pasar por encima un barniz de “democracia”.
El enfoque exclusive de WOLA en la política, ¿la ha cegado a lo que está ocurriendo entre los pueblos a los que pretende defender? Su insistencia en presentar los derechos humanos a través de un lente liberal democrática que filtra y elimina a actores no estatales y no de la “sociedad civil” (en donde por “sociedad civil” se entiende ONGs fundadas por corporaciones), ¿ha imposibilitado que WOLA vea el movimiento de resistencia hondureño? Todos los años pasados furtivamente cerca del Congreso y el Departamento de Estado, ¿han imposibilitado que WOLA reconozca que las mismas estructuras de poder que sostiene son los principales violadores de derechos humanos –los sicarios- de los hondureños? El hecho de que está obligada con sus financistas y no con los ciudadanos estadunidenses u hondureños, ¿es responsable de sus acciones antidemocráticas en Honduras?… o se ha convertido en el poder mismo al que afirma influir?
Cuando mi colega acudió a WOLA hace dos semanas pidiendo hablar con alguien sobre nuestras preocupaciones compartidas acerca de las acciones de WOLA en Honduras, se le indicó que sería imposible, que las personas implicadas estarían todo el día en una reunión en el Departamento de Estado. Tal vez WOLA haría bien en reflexionar sobre los significados de justicia, reconciliación y tolerancia, como lo ha venido haciendo el movimiento de la Resistencia Hondureña.
http://hondurasenlucha.blogspot.com/2010/04/todas-las-ideas-son-tolerables.html” target=”_blank”>Eso que llamamos tolerancia requiere de un ámbito que contenga ideas intolerables, un lugar social en donde se descubra y se indique qué clase de propuestas, de concepciones y prácticas sociales no pueden ser toleradas: las prácticas racistas; la violencia, la corrupción, la miseria generada por gobiernos puestos al servicio de grupos privilegiados, la tortura y la muerte provocada por el terror estatal. No hay manera de tolerar la angustia que padece la mayor parte del pueblo por el bocado del día siguiente, ni la represión que el Estado promueve para mantener la injusticia y la exclusión. — Gustavo Zelaya (miembro de la Resistencia, sin parentesco con el Presidente Zelaya), 3 de abril de 2010.
Si a eso vamos, tal vez todos tengamos algo que aprender del movimiento de resistencia hondureño.