¿Puede Bolivia trazar un camino sostenible fuera del Capitalismo?

Fuente: Truthout

 

Así como gran parte de su historia, la pequeña nación andina de Bolivia se encuentra al centro de un remolino de cuestiones políticas, sociales y climatológicas. Podría decirse que ningún otro país en el siglo 21, y hasta la fecha, se plantea la cuestión sobre una “estrategia de salida” del capitalismo neoliberal más concretamente, y con mayor posibilidad de esperanza que Bolivia. Esa esperanza se expresa específicamente en el partido gobernante, el MAS o Movimiento al Socialismo. El líder del país, el ex cocalero y sindicalista Evo Morales – el primer líder indígena de Sud América desde los tiempos pre-coloniales – fue elegido contundentemente para un tercer mandato en 2014. Morales ha popularizado ampliamente el término quechua Pachamama, lo que expresa un compromiso total a la sostenibilidad ecológica. Aún se encuentra elevada la esperanza de la gente en que él va a guiar al país hacia la realización de ese principio.

Bolivia ha experimentado un crecimiento económico impresionante y consistente desde la primera victoria electoral de Morales en 2006, incluyendo el establecimiento de programas de gobierno para aliviar la pobreza y alcanzar los objetivos de equidad social prometidos en su campaña. Sin embargo, este crecimiento se ha basado principalmente en una expansión e intensificación de la explotación de los recursos naturales del país; principalmente de combustibles fósiles, minería y el crecimiento en gran escala de monocultivos en la agricultura  y la manufactura.

Este crecimiento económico también ha creado lo que la organización no gubernamental boliviana CEDLA (Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario) llama el surgimiento de una nueva burguesía integrada por productores agrícolas de Santa Cruz, comerciantes de la zona occidental del país y pequeños productores mineros. El gobierno boliviano también cree que una nueva clase está emergiendo, y se convertirá en el nuevo sector dominante de Bolivia. Carlos Arce, investigador del CEDLA, dice en un artículo en la prensa boliviana:

Hay la emergencia de un nuevo tipo de empresarios de origen más popular, de los últimos 30 años, que emergen con mentalidad más austera, más clásica, más ahorradora, en el sentido weberiano del término, esos son los sectores medios (los cooperativistas, los comerciantes). Al interior del Estado, el núcleo dirigente articulador del resto de las fracciones sociales se ubica en esta alianza entre núcleos de clase media intelectual con núcleos de los pequeños productores urbanos y rurales mercantilizados.

La llamada ‘economía plural’ institucionalizada por el gobierno reconoce las formas económicas organizativas estatales, comunitarias, privadas y cooperativas. También pone en manos del Estado el control directo de los planes de desarrollo económico. En otras palabras, el pueblo boliviano es el dueño de los recursos naturales pero es el Estado quien administra e industrializa estos recursos.

Desde el punto de vista de Arce, el gobierno exalta esta nueva ‘burguesía emergente.’ El programa del gobierno de una economía plural “plantea la alianza de estos sectores mercantilizados con el gran capitalismo extranjero internacional.”

En diciembre de 2014, el Financial Times reportó sobre la aparición de una nueva burguesía indígena en El Alto, menos limitada por una cultura de ahorro, y disputando por una mayor riqueza, más edificaciones ostentosas y opulenta ropa tradicional.

Por otro lado, mientras que muchos periodistas y analistas se han centrado en los logros del gobierno de Morales, pocos han examinado el estado de la fuerza de trabajo, los sindicatos y las condiciones laborales. Las investigaciones realizadas por organizaciones locales muestran que encontrar un empleo seguro se ha vuelto muy difícil. Según datos del Ministerio de Trabajo, sólo 30 por ciento de la fuerza laboral en Bolivia tiene un trabajo seguro y formal, y casi el 70 por ciento de los trabajadores está en el sector informal. Estos trabajadores trabajan con una absoluta precariedad, lo que los hace más dependientes de las protecciones sociales y programas que se han vuelto más elaborados y extensos en los últimos años.

La geografía de Bolivia es muy diversa: Las tierras bajas amazónicas  tropicales dan paso a la belleza austera de las tierras altas y los picos nevados de los Andes que rodean la capital, La Paz. Las elevaciones van desde 130 a 6000 metros sobre el nivel del mar que divide al país en tres zonas geográficas distintas: el altiplano, los valles andinos y las tierras bajas del oriente.

Teniendo en cuenta todos estos factores, Bolivia ofrece un estudio de caso sobre el impacto del cambio climático, la resistencia de la gente a la explotación y la opresión racista, y la posibilidad de un cambio genuino desde abajo.

Gran parte de esa resistencia se creo en respuesta a siglos de extracción incesante de los minerales del país, metales semi-preciosos y preciosos, y guano. Tras la privatización de los servicios públicos aéreos, de trenes y la electricidad, en 1999, el gobierno dio en concesión el sistema de agua y saneamiento de Cochabamba a un consorcio transnacional. Durante los cinco meses siguientes, manifestaciones masivas y enfrentamientos violentos con la policía y los militares obligaron al gobierno a cancelar el contrato y mantener el suministro de agua en manos públicas. Esta lucha popular por el control del agua fue reconocida mundialmente como la Guerra del Agua de Cochabamba.

Según Oscar Olivera, ex dirigente sindical y uno de los principales organizadores de la guerra por el agua, la reversión exitosa de la privatización de agua de la ciudad a través de una alianza política y organizativa de los trabajadores urbanos, campesinos y ambientalistas sigue una tradición de 500 años. “Hay una historia de resistencia permanente de todo el pueblo de Bolivia, especialmente de los pueblos indígenas”, dijo Olivera. Hoy en día, “la lucha no es contra los conquistadores españoles, sino contra las corporaciones internacionales que se están llevando nuestra agua, tierra y aire.”

Más recientemente, desde 2006, el número de conflictos por la extracción, exploración y refinamiento de recursos naturales, la construcción de carreteras y la construcción de tuberías, y el uso de los bosques y el agua ha aumentado de manera constante bajo Morales. Así lo señala un estudio de la Universidad de Gotemburgo en 2013:

Hay una creciente brecha entre, por una parte, las disposiciones radicales pero a menudo muy vagas para la gestión ambiental comunitaria y proactiva en la nueva Constitución y la Ley de la Madre Tierra, y, por otro lado, las fuertes inversiones realizadas por el estado boliviano para la extracción de recursos naturales y el desarrollo de infraestructura con costos ambientales muy altos. Es muy probable que el tipo de enfrentamientos entre los movimientos sociales y el gobierno como el del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) sigan en aumento si esta brecha no se reduce.

Marco Gandarillas Gonzáles, el director del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB) de Cochabamba, coincide. “La intensidad [en la extracción] es histórica,” Gandarillas dijo a Truthout. “Nunca la extracción ha sido tan intensiva como ahora. En 10 años hemos exportado plata más de lo que hemos exportando durante los 300 años de la colonia.”

Se exportan 8,000 kilogramos de oro por año, lo que significa un uso récord de mercurio (15.000 toneladas por año), cianuro y otras sustancias tóxicas para separar el oro de su mineral.

En una entrevista con Jeffrey Webber en 2014, la jefa de Gabinete del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de Bolivia, María Nela Prada Tejada fue directa reconociendo que el proyecto del MAS era “aprovechar la posibilidad de crecimiento a través de la explotación de los recursos naturales, con el estado capturando el superávit y redistribuyendo a los programas sociales y de otros sectores económicos que generen empleo “.

Bolivia tiene una significativa riqueza de recursos naturales, la gestión sostenible de los mismos es, tal vez, el desafío más grande de Morales. El país fue una vez el hogar de la mina de plata y oro más rica de la corona española, en Potosí y una de las minas de estaño más lucrativas del mundo. Ahora, 500 años después, Bolivia todavía contiene dos de las mayores minas de plata activas en el mundo, en San Cristóbal y San Bartolomé. En Potosí, una sola montaña descarga al año en los cursos de agua que rodean el lugar, un estimado de 161 toneladas de zinc, 157 toneladas de hierro, más de dos toneladas de arsénico y decenas de otros minerales tóxicos, como cadmio y plomo. Bolivia se convirtió en un país sin salida al mar cuando perdió territorio con Chile en 1800, en una guerra provocada y orquestada por Gran Bretaña, con el fin de garantizar el acceso al guano: un ingrediente esencial para reponer la fertilidad de los suelos británicos, antes de la invención del proceso de Haber-Bosch para la fabricación de fertilizantes nitrogenados.

En el este, en el Mutún, se encuentra una de las mayores futuras minas de hierro, que en principio India y ahora China están financiando para su desarrollo. La mitad de las reservas mundiales de litio (no explotado actualmente) se encuentran en lo alto de los depósitos de sal del surrealista Salar de Uyuni. Después de Venezuela, Bolivia cuenta con las mayores reservas de gas en América del Sur.

Codiciado por las elites nacionales y extranjeras a lo largo de varias generaciones, la feroz extracción de los abundantes recursos naturales de Bolivia ha concentrado la riqueza natural y social del país en manos de una elite superior de la sociedad, y ha expuesto al resto de  los bolivianos a un grado extremo de intriga imperial e intentos de subyugación.

Primero a manos de España, después de Gran Bretaña, y, más recientemente, de los Estados Unidos y los programas de ajuste estructural inspirados en el Banco Mundial, los bolivianos han sido recompensados con una sucesión de dictaduras, extrema concentración de la propiedad de la tierra (a pesar de la redistribución después de la revolución de 1952 y cierta reforma de la tierra con Morales, estancada en la actualidad), pobreza y una extendida contaminación ambiental de su aire, suelo y agua. El costo histórico y permanente de la degradación ambiental se calcula que representa más del 6 por ciento del PIB de Bolivia. Todo esto ha sentado las bases para el crecimiento de un masivo descontento social, laboral e indígena y el apogeo de los movimientos sociales a principios del siglo 21, que dieron como resultado la elección y reelección de Morales al poder estatal.

Ahora una nueva amenaza ha surgido y que es de especial preocupación para un país que tiene poca responsabilidad por su causa: el antropogénico cambio climático. Desde un punto de vista climático, incluso si el calentamiento global promedio se mantiene en 2 grados Celsius (y actualmente estamos en camino a 4), las regiones que se encuentran al centro de los continentes, como Bolivia, se calentarán considerablemente más que las regiones costeras. Más aun, tomando en cuenta los datos de los Alpes y las Montañas Rocosas, habrá un mayor calentamiento en las zonas altas: entre 1,5 y dos veces más que el calentamiento en las elevaciones más bajas.

Con 12 regiones ecológicas distintas, Bolivia es uno de los países con mayor diversidad biológica en el mundo. Los cambios en la elevación, además de los diferentes patrones de lluvia desde lados alternos de los Andes, han creado microclimas que han ayudado a la evolución de un gran número de especies nativas de Bolivia. Al mismo tiempo, las prácticas agrícolas de los campesinos bolivianos han hecho posible la formación de una amplia gama de variedades vegetales. Por ejemplo, en marcado contraste con la agricultura de monocultivo, varios cientos de diferentes variedades de papa se cultivan en los Andes bolivianos, como alimento resistente de subsistencia por parte de 200.000 pequeños agricultores.

Todo esto se ve amenazado por el calentamiento global. Debido a que una mayor humedad bien acompañada de más aire caliente, es probable que intensos incidentes relacionados al agua, como las inundaciones de las llanuras en las tierras bajas del departamento de Beni en 2014, ocurran con mayor frecuencia. En tanto algunas zonas se vuelven más húmedas, las llanuras altas de los Andes mas conocidas como el altiplano, se volverán  aún más secas. Las personas que viven en las zonas de gran altitud, como las ciudades de El Alto y La Paz se volverán más dependientes del derretimiento de la nieve de los glaciares y lagos de montaña, aun cuando estas fuentes de agua están disminuyendo gradualmente: Bolivia está perdiendo todos sus glaciares que están por debajo de los 5.400 metros. Las inundaciones serán seguidas por la sequía.

Las contradicciones durante los tiempos de Morales se resumen en el líder de la comunidad Rigoberto Ríos Miranda, campesino y líder del consejo local desde Chacaquinta, una comunidad cercana a la localidad de Laja, en el altiplano que esta por El Alto. Ríos Miranda – quien recuerda su infancia en la década de los 50 cuando a los indígenas no se les permitía ingresar a la plaza principal de La Paz, en una época anterior a la existencia de la ciudad de El Alto (ahora el hogar de 1 millón de personas) – es incuestionable en sus elogios para el “único presidente en mi vida que ha cambiado mi vida.” Mientras cuenta la historia de cómo El Alto peleó contra el ejército del depuesto ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada “con hondas, piedras y palos,” al mismo tiempo señala que ya no sabe cómo su comunidad puede cultivar alimentos – papas, trigo y quinua – porque “ahora llueve fuera de estación, y es más seco durante más tiempo. Este lugar no solía ser tan caliente como lo es ahora. Se está volviendo parecido a Cochabamba.”

Ríos Miranda es categórico en su convicción de que “con Evo, todo es diferente”, incluyendo su habilidad como indígena a tener presencia en la política y ser aceptado en el nuevo estado plurinacional porque Morales se ha centrado mucho en cambiar la Constitución para proporcionar más fondos gubernamentales, proyectos y empleos para la mayoría de los bolivianos. Sin embargo, una cosa que no ha cambiado durante los casi 10 años de gobierno de Morales, es el estado del río Pallina, que corre a través de las tierras agrícolas de Ríos Miranda. Allí donde Ríos Miranda de joven solía atrapar ranas y peces ahora está visiblemente contaminado, y debe evitar que sus animales beban ahí. La única planta de tratamiento de aguas servidas en El Alto, que no fue diseñada para los residuos industriales que fluyen sin control desde las curtiembres, fábricas y mataderos clandestinos, es completamente insuficiente. Y así, el agua envenenada que alterna sus colores entre verde brillante, naranja y espuma de color rojo y que fluye a través de la tierra de Ríos Miranda, finalmente alcanza el lago Titicaca y es responsable de la contaminación de 35 comunidades, según Iván Marcelo Castillo, un trabajador de la Liga de Defensa del Medio Ambiente, y oriundo de un pueblo entre La Paz y el lago Titicaca.

Del río, dijo Ríos Miranda, “creemos que incluso nuestros nietos beberán agua contaminada.” Una ida y vuelta en burro a Laja para recoger agua toma dos horas, pero ahora la comunidad cuenta con una pileta proporcionada por el gobierno, y tiene esperanzas de que la electricidad y el gas lleguen pronto. Donde alguna vez hubieron un toro y arado, ahora hay un tractor para alquilar por hora para la comunidad, y leche para vender en El Alto. Mientras tanto, un gran número de personas en Cochabamba siguen sin tener acceso al agua potable, el tratamiento básico de aguas residuales es casi totalmente inexistente, y el Río Rocha que fluye a través de la ciudad está tan contaminado como el río Pallina.

En un ejemplo de cómo los ecosistemas están interconectados con el clima, el aumento de las temperaturas medias va a dar lugar a un aumento de la evaporación, haciendo que los suelos se sequen. A su vez, los suelos más secos aumentarán la erosión y pérdida de las capas superficiales del suelo, un efecto que se verá agravado por otros dos efectos de un clima más cálido. Más lluvia, cayendo con mayor intensidad, en períodos de tiempo más cortos, exacerbará la erosión del suelo, al igual que los vientos superiores causados por la energía adicional que tuvo lugar en la atmósfera. Estos efectos, a su vez aumentarán la probabilidad de incendios forestales en bosques, acompañado por la rápida deforestación para la expansión de la agroindustria, principalmente soyera, que se está produciendo en muchas de las tierras bajas de Bolivia.

Uno podría pensar que la capacidad para producir cultivos en las laderas de las montañas que no tienen heladas tan a menudo podría ser un cambio positivo. Sin embargo, los agricultores bolivianos desde hace mucho tiempo han sabido minimizar el riesgo debido a la variabilidad de las precipitaciones fluviales y los gradientes de temperatura, cultivando de diferentes maneras en diferentes altitudes. El altiplano tradicionalmente se ha adaptado para el pastoreo de llamas y alpacas; seguido por la agricultura en terrazas en base a cultivos resistentes al frio y la aridez como la quinua (que también tiene una alta tolerancia a una mayor frecuencia de la radiación solar); un poco mas abajo se encuentran algunos cultivos como el maíz. Pero esta forma estable, interconectada y resistente práctica integrada de agricultura se ve amenazada por las altas temperaturas, ya que la agricultura se ha estado moviendo hasta las laderas: 200 metros en los últimos 30 años. Por lo tanto, como el pastoreo se vuelve más restringido y difícil, surgen conflictos entre pastores y agricultores.

Por otra parte, el alimento básico preincaico del altiplano, el chuño, elaborado en base a papas congeladas y que permanece comestible durante varios años, se ve amenazado porque las temperaturas nocturnas no caen por debajo de cero grados durante el tiempo suficiente o con la misma regularidad. Sin la redistribución de la tierra, las parcelas de tierra, que cada vez son mas pequeñas y que dominan las tierras altas, obliga que los campesinos sobre exploten la tierra, intensificando la degradación del suelo y la erosión. Una reforma agraria sistemática y significativa seguro reviviría la lucha entre el MAS y la derecha terrateniente y racista en los alrededores de Santa Cruz, donde se concentran los mayores latifundios.

Para un país relativamente pequeño de 10 millones de personas recoger las esperanzas y los sueños de los cientos de miles que quieren ver un mundo diferente no es tarea fácil. Pero tampoco puede desestimarse casualmente porque pueda que en la actualidad no se parezca a la imagen que tenemos de un proceso profundo de cambio social. Según el académico uruguayo Eduardo Gudynas, el concepto indígena de buen vivir, o vivir bien, consagrado en las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador, muchas veces se malinterpreta. Gudynas dice: “Con el Buen Vivir, el sujeto del bienestar no es el individuo, sino éste en el contexto social particular de su comunidad y en una situación ambiental única.”

En otras palabras, el término deriva de una identidad colectiva que considera la naturaleza un sujeto de la historia entrelazada con la historia humana. Parafraseando a Marx, la historia humana es la historia de la naturaleza, y viceversa. Como argumenta Gudynas, el vivir bien “está igualmente influenciado por las criticas occidentales [del capitalismo] de los últimos 30 años, sobre todo desde el campo del pensamiento feminista y el ambientalismo… Ciertamente no requiere un retorno a algún tipo de pasado precolombino indígena.”

Los movimientos sociales, partidos políticos y activistas que llevaron a Morales al poder cuestionan continuamente la sostenibilidad del medio ambiente por el que en el extranjero Morales es visto como un abanderado. Fuera de Bolivia, gran parte de la izquierda absorbe sin crítica la retorica oposición de Morales al capitalismo ecológicamente destructivo y socialmente divisivo modus operandi del mismo. Sin embargo, los movimientos sociales, partidos políticos y activistas que crearon las condiciones para que él llegara al poder, siguen cuestionando su compromiso real con la sostenibilidad ambiental y la justicia social.

Por ejemplo, en contraste con esta imagen internacional, Morales anunció a principios de 2014 que Bolivia tenía ambiciones para construir una planta de energía nuclear, afirmando que “Bolivia no puede estar al margen de esta sabiduría que es patrimonio de toda la humanidad.” Él parece no tener en cuenta que una gigantesca y centralizada planta de energía nuclear, con todos los peligros y los gastos que implicaría, no es la respuesta a las necesidades energéticas de Bolivia, dejando de lado el respeto a los derechos de la Madre Tierra. Uno sólo necesita preguntar a la gente de Fukushima que aun está sufriendo las consecuencias para tener una prueba reciente de ello.

En otro ejemplo, los activistas y feministas bolivianos se preguntan, con tanta preocupación expresada por los derechos de la Madre Tierra, ¿dónde está la preocupación por los derechos de las mujeres y madres reales?

Las mujeres son degradadas de forma rutinaria tanto en el lenguaje de los funcionarios de gobierno como en sus políticas. Morales y otros funcionarios electos continuamente hacen declaraciones sexistas, las mismas que han inspirado a varios sectores de mujeres a organizar protestas y movilizaciones en contra de estas declaraciones y acciones.

Durante el conflicto de 2011 del gobierno con las comunidades indígenas a partir de la construcción de una carretera a través del TIPNIS, Morales animó a los cocaleros que viven cerca de ese territorio a enamorar a las indígenas para desalentar su oposición a la carretera. Morales dijo: “Si yo tuviera tiempo, iría a enamorar a las compañeras yuracarés y convencerlas de que no se opongan. Así que, jóvenes, tienen instrucciones del Presidente de conquistar a las compañeras yuracaré-trinitarias para que no se opongan a la construcción del camino. “

Estos comentarios reflejan la actitud dominante hacia las mujeres por parte de la actual administración. El gobierno de Morales, que frente a la opinión pública parece honrar estos asuntos, aprobó recientemente una ley que penaliza el serio problema de la violencia política contra las mujeres y ha puesto más fondos del gobierno para el cuidado de los niños. Sin embargo, sigue siendo ilegal tener un aborto en Bolivia, privando a las mujeres de su derecho a la opción reproductiva, y varios casos claros de violencia contra las mujeres perpetrados por militantes del MAS o funcionarios del gobierno han sido ignorados. A esto se suma lo poco que se ha hecho para desarrollar una legislación favorable a la comunidad LGBT. Como la opresión de la mujer es un requisito imprescindible para el buen funcionamiento del capitalismo, una expectativa básica sobre cualquier gobierno o líder que dice trazar un camino distinto del capitalismo y hacia el socialismo y con respeto a la pachamama, es que aborde estas cuestiones fundamentales.

Para toda la defensa retórica de Morales del Buen Vivir, Gudynas cree que el gobierno del MAS en su lugar opera más dentro de una nueva forma de neoliberalismo Keynesiano, o lo que el llama “neo-extractivismo,” mediante el cual un porcentaje de los ingresos de la extracción es utilizado por el Estado para ayudar a aliviar la pobreza – al mismo tiempo que incrementa su poder:

El Estado busca captar una mayor parte de las rentas derivadas y utilizarlas para financiar programas sociales y políticas redistributivas. Esto ayuda a legitimar el extractivismo y silenciar a sus críticos, retratando a quienes se oponen al mismo como aquellos que trabajan en contra del interés nacional.

El extractivismo viene a ser visto como el motor fundamental de crecimiento, proporcionando los recursos para combatir la pobreza. Este modelo de crecimiento entra en conflicto con otras nociones de desarrollo, tales como los relacionados con el ‘buen vivir’ o ‘vivir bien’ en países como Ecuador y Bolivia.

El gobierno de Morales ha tratado de resolver las contradicciones inherentes a la propiedad de los bienes públicos, como el petróleo, gas, agua y electricidad a través de un proceso dirigido por el Estado que algunos han llamado nacionalización, pero que, de hecho, es más bien una renegociación favorable de los contratos con las compañías de petróleo y gas que ya operan en el país y la estatalizacion de otras fuentes. Es decir, que el Estado se está involucrando en nuevas áreas de la economía y la vida de los bolivianos de manera más fuerte, una característica mayor del régimen de Morales que cualquier otra nacionalización de importantes sectores de la economía.

En mayo de 2014, Truthout habló con Alfredo Viscarra, el ex dirigente sindical por cerca de 35 años de ELFEC, Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica de Cochabamba, la compañía eléctrica de Cochabamba. Después ELFEC fue “nacionalizada” por el gobierno de Morales, Alfredo dijo:

Nunca pensamos que el gobierno iba a estatalizar la compañia electrica porque la cooperativa de telefonos y los trabajadores eramos los dueños. El Primero de Mayo nos despojaron de nuestra empresa a traves de un decreto. Nosotros, los trabajadores, nacionalizamos la compañia. Una noche  ocuparon la empresa con soldados y nos sacaron custodiados de la empresa como durante la peor de las dictaduras.

La empresa de electricidad de Cochabamba fue privatizada en la década de los 90. La empresa estadounidense que era la propietaria en ese entonces, PPL Corp, con sede en Allentown, Pennsylvania y que tenía muchas concesiones en toda América Latina, decidió irse. Una vez que la compañía puso sus activos en el mercado, los trabajadores, que ya habían comprado el 5 por ciento de las acciones de la compañía en 1995, decidieron comprar un 35 por ciento más. Por lo tanto, 300 trabajadores contaban con un total del 40 por ciento de la empresa que fueron adquiridos con fondos de sus beneficios laborales. El resto de la compañía (60 por ciento) fue adquirida en 1998 por la cooperativa  de teléfonos local, Comteco, y que cuenta con más de 200.000 miembros en la región.

Después de la llegada al poder, el gobierno de Morales declaró su intención de nacionalizar las llamadas compañías de “importancia estratégica” y, en 2010, continuó las nacionalizaciones previas (petróleo y el gas) al  nacionalizar ELFEC. El gobierno nombró a tres interventores para supervisar el proceso. Estos interventores declararon que los trabajadores y la cooperativa adquirieron las acciones legalmente. Como representante de los trabajadores elegidos y presidente de ELFEC, Viscarra se negó a entregar el control de la empresa a menos sin que los trabajadores fueran compensados por ceder su propiedad. A pesar de haber sido puesto bajo arresto domiciliario durante los últimos dos años y medio, y amenazado con la cárcel, Viscarra se ha mantenido firme en sus convicciones. Si bien está de acuerdo en que el gobierno de Bolivia tiene derecho a nacionalizar la empresa, los trabajadores deben ser compensados porque son, en parte, sus propietarios.

La nacionalización implica que el Estado se hace cargo de las empresas bajo gestión privada, con o sin compensación, de manera que estas estén al servicio de la gente, en vez del lucro, desviando el dinero de los inversionistas privados hacia el tesoro del gobierno y los programas sociales para hacer frente a la desigualdad social y por el bien común. La nacionalización en Bolivia, sin embargo, es más compleja de lo que esta definición implica. Si bien que el gobierno de Bolivia ha tomado el control de partes del proceso en el sector del petróleo y el gas, ni una sola corporación de combustibles fósiles extranjera ha dejado Bolivia. Mientras que el gobierno de Morales está obteniendo un mayor porcentaje de las regalías de los abundantes yacimientos de gas de Bolivia, el aumento en los precios de las materias primas y la producción de gas para la exportación, han compensado por demás a las corporaciones privadas. Por lo tanto, aunque el Tesoro de Bolivia está en mejor estado, las empresas de combustibles fósiles que operan en Bolivia están obteniendo casi tanto dinero como lo hacían antes de la “nacionalización”, gracias a que Morales ha mantenido un clima favorable a las inversiones. De hecho, la pequeña empresa eléctrica que fue propiedad de los trabajadores, ELFEC, es más merecedora del termino “nacionalizada”  (sin compensación), que  las grandes corporaciones del petróleo y gas.

Viscarra ha sido incapaz de salir de su apartamento por dos años y medio – incluso para visitar a su familia – y actualmente se encuentra en un limbo judicial. Permanece bajo arresto domiciliario, sin pruebas definitivas en su contra, pero sin tener idea de si va a ser liberado, llevado a juicio o algún otro indicio que le ayude a conocer cual será su futuro.

La Internacional de Servicios Públicos y varios otros sindicatos en Bolivia, se han movilizado en apoyo de Viscarra, iniciado una campaña de defensa y escrito cartas al gobierno de Bolivia pidiendo que sea puesto en libertad de inmediato. Su encarcelamiento es una mancha para el gobierno de Bolivia y representa un ataque directo a la auto-organización de los trabajadores y los derechos sindicales.

Cuando un país con un presidente de izquierda elegido por una corriente de indignación popular y automovilización recibe grandes elogios por sus políticas económicas desde el bastión neoliberal del Banco Mundial – y encierra a un dirigente sindical- es justo asumir que no todo está caminando de acuerdo con las esperanzas del movimiento popular.

Sin embargo, nuestro escepticismo debe ir más allá de una discusión sobre si el debate sobre el “extractivismo” es necesario dada la historia, y el poder económico y social de un pequeño país latinoamericano profundamente empobrecido, o si el gobierno de Morales ha hecho todo lo posible para reducir la pobreza, la desigualdad y el racismo. Eso es porque Morales no tiene total libertad para actuar. Hay limitaciones reales en la forma de capital internacional, la conciencia de clase en Bolivia, la fuerza de la derecha interna derecha, y el estado económico y tecnológico empobrecido del país. Cuando Lenin y los bolcheviques instituyeron el comunismo de guerra durante la guerra civil, y más tarde la Nueva Política Económica, estaban poco alineados con la teoría marxista, pero las políticas fueron, en muchos sentidos, impuestas al gobierno soviético por el lamentable estado de la economía y la devastación de la guerra civil. Una evaluación honesta es, por lo tanto, no simplemente un balance de pros y contras  en una hoja de cálculo de la izquierda contra la derecha.

Al mismo tiempo, varios sectores y ex aliados de Morales mantienen una posición crítica independiente hacia el gobierno, haciendo hincapié en que, a pesar de un cambio en la retórica oficial, así como la redistribución de la riqueza, las políticas de Morales son prácticamente las mismas de los que le  antecedieron  con respecto a la extracción de los recursos naturales. Esa extracción continua siendo la base de la estabilidad financiera del país, y viene acompañada de ataques a la auto-organización cuando esa organización contradice la política del Estado boliviano.

Un análisis más profundo de la evolución del gobierno de Morales requiere examinar la dinámica social en marcha dentro del país, y si el gobierno está concentrando el poder en las manos del Estado, o por el contrario, cediéndola a la gente que lo trajo al poder. Un verdadero cambio económico requeriría colocar el poder de la toma de las decisiones económicas y políticas con mayor frecuencia y, obviamente, en las manos de la gente, incluso si determinadas políticas puedan ser insuficientes en el sentido inmediato y este sujetas a los límites prácticos y políticos.

Además, un movimiento real hacia el socialismo requeriría alejarse definitivamente del camino capitalista de explotación humana y planetaria intensificada y mostrar al mundo que un camino diferente fuera de la pobreza y la desigualdad es posible. Esto significaría no sólo cierta redistribución de la riqueza proveniente de las exportaciones de gas natural, la minería y la industria, pero fundamentalmente reordenar las prioridades sociales y políticas del país.

Hay demasiado en juego para no plantear la pregunta: ¿Es esto por  lo que la gente que está imaginando un mundo diferente está luchando? Tal vez no como un resultado final, pero ¿el modelo boliviano encabezado por Morales ofrece un modelo para un paso en el camino hacia un cambio social más amplio y fundamental? ¿O solo la reanudación de los disturbios sociales en mayor escala y de manera más sostenida será necesarios para que el MAS de prioridad realmente a los objetivos que tanto anuncia? O, más aún, ¿serán necesarias formas y partidos políticos totalmente nuevos?

El papel del Estado en Bolivia – y, en definitiva, en todas partes – ocupa un lugar preponderante para aquellos de nosotros que luchamos por un mundo diferente. Mike Geddes, escribió en 2010:

En el periodo que comenzó en el año 2000, Bolivia ha derrocado con éxito a un régimen neoliberal y ha comenzado a construir nuevas instituciones con nuevas políticas, en especial, un Estado refundado que se encuentra menos alienado del grueso de la población que el Estado neoliberal capitalista. Es claro que este es aún un proyecto en construcción, pero plantea la cuestión mas general, y de importancia más allá de Bolivia, sobre la posibilidad y el modo de dar nueva forma al Estado capitalista, como parte de la construcción de ese “otro mundo” tan importante. ¿Cómo seria ese tipo de Estado? ¿Cómo funcionaría? La nueva constitución boliviana, junto con iniciativas radicales en América Latina (desde las estructuras estatales de nivel local de los zapatistas en Chiapas, México, hasta los consejos comunales en Venezuela) pueden ayudarnos a llevar esas preguntas un paso más allá.

En vista de los acontecimientos más recientes, de la creciente irrupción de nuevas protestas en Bolivia a la marcha atrás del gobierno ecuatoriano sobre los compromisos adquiridos relativos a la sustentabilidad del medio ambiente bajo Rafael Correa, la evaluación de Geddes sobre la refundación del Estado parece demasiado optimista.

Raquel Gutiérrez escribió en 2011 que las esperanzas de la gente eran otras al momento de elegir a Morales y el gobierno del MAS:

La victoria electoral dio a Morales y su gobierno el derecho de gobernar. Sin embargo, para muchas personas, el apoyo electoral masivo que Evo y su partido político MAS consiguieron significaba, sobre todo, la posibilidad de ampliar y consolidar el poder-comunal popular. En Bolivia, sobre todo entre 2006 y 2008, las personas manifestaron la voluntad de querer hacerse cargo de los asuntos públicos bajo otras lógicas – mucho más directas, horizontales y en menor escala- que permitiría a las comunidades y, por lo tanto,  a la nación, de reapropiarse de la riqueza común que había sido robada por las multinacionales y sus aliados internos.

El académico anarquista Carlos Crespo, profesor del Centro de Estudios Superiores de la Universidad Mayor de San Simón y un fuerte crítico de Morales y el camino implementado por el Estado hacia el cambio, dijo a Truthout, “hemos perdido la oportunidad de hacer algo inédito. Justamente  la particularidad del caso boliviano es la alta capacidad histórica de auto organización que tiene la gente. Justamente en esa capacidad de auto organización estaba el potencial de construir otra cosa.  Hemos perdido la capacidad de construir sobre las experiencias de autogestión del agua, la economía campesina, los comités de agua. Esas tradiciones que podían haber servido para reorganizar la sociedad.”

Sin embargo, la autogestión localizada, sin una coordinación más amplia, es insuficiente para el funcionamiento eficaz, equitativo y ecológico de una sociedad. Por lo tanto, parece necesario también establecer alguna forma de organización más amplia, coordinada entre los distintos sectores: un órgano centralizado y democráticamente electo que funcione de abajo hacia arriba, y que se pueda planificar y coordinar la reconstrucción de la sociedad. Este órgano funcionaría, esencialmente, como una fase controlada por la gente.

Incluso si nos limitamos a ver a una sola ciudad en pleno funcionamiento de 1 millón de personas como Cochabamba, donde el agua, el saneamiento, la electricidad, la salud, la educación y la comida sean igualmente accesibles a todos, al mismo tiempo que reducimos al mínimo los residuos, se requeriría una considerable coordinación entre todos los sectores de la sociedad, incluidos aquellos que viven en los alrededores, desde donde provienen los alimentos y el agua. Siguiendo esta misma línea, Marco Gandarillas Gonzáles del CEDIB dijo:

Hay un problema con el actual modelo económico porque exportamos minerales pero compramos herramientas que son mucho mas caras que los minerales que exportamos.  Yo creo que ese es el punto de partida para hablar de una política minera. Tenemos que preservar las reservas fiscales que tenemos; tenemos que establecer áreas donde no se pueda hacer minería. De otra manera vendemos minerales baratos y los costos ambientales y sociales son para nosotros. Lo otro, si por ejemplo el gobierno quiere vender Coltan, el gobierno tiene que hacer un acuerdo con Congo, Colombia y Brasil para establecer juntos una minima legislación.

¿Seguirá el gobierno de Morales por su camino neoextractivista? O ¿podrán los bolivianos crear un gobierno, que responda a las necesidades de la gente? El que fuera líder sindical Oscar Olivera comentó en una entrevista este año, “Pensamos que con Evo Morales en el gobierno las cosas cambiarían. Y muchas cosas han cambiado. Pero sabemos que no han cambiado lo suficiente. La gente no decide; el gobierno decide. A pesar de que la constitución garantiza los derechos de los indígenas y la Madre Tierra, esas políticas no son implementadas; son solo palabras.”

Olivera enfatiza en el hecho de que la lucha contra la privatización del agua en Cochabamba no era, en el fondo, sobre el agua. Fue más bien, sobre la cuestión política de “quién decide.” Para Olivera, “esa es la razón por la que la lucha ha trascendido Bolivia y tuvo resonancia internacional.”

El hecho de que el aparato estatal que ahora controla el agua en Bolivia (y tantas otras prioridades) tenga un apoyo masivo para sus programas sociales no disminuye la necesidad de la organización por la gente y por sus propios intereses. Requiere, sin embargo, un nuevo tipo de lucha. “Es mas difícil que organizar contra Gonzalo Sánchez de Lozada o un gobierno militar o neoliberal,” dice Olivera. “Evo no es como  Sánchez de Lozada; es un hermano y un amigo, por sus logros. Entonces es mucho mas difícil organizar a la gente.” Sin embargo, debido a que la lucha por el control del agua se encuentra íntimamente ligada  a la lucha política, estamos hablando “de una cuestión de sobrevivencia.”

Todas estas son lecciones importantes para el éxito de las luchas futuras: A medida que más y más personas de todo el mundo se están dando cuenta de la necesidad de un “cambio de sistema,” tenemos que saber qué es lo que se requiere para alcanzarlo. En ese sentido, Bolivia nos ofrece las lecciones más concretas y útiles aún sobre lo que se podría trabajar y de qué debemos tener cuidado. Según Olivera, el pueblo ganó en Cochabamba debido a dos cosas: una cosmovisión global sobre la base de los valores indígenas de la reciprocidad y la solidaridad, y la organización y la coordinación en todos los niveles. Es decir, lo que estaba presente era una visión dramáticamente diferente para un mundo reordenado radicalmente que iba mucho más allá de la reforma de las instituciones existentes en alianza con un tipo amplio de clase trabajadora y auto-organización de la misma que se requiere para llevar a cabo esa visión.

Por lo tanto, no sólo debemos aspirar a un mundo profundamente reorganizado y diferente – uno que no este basado en la competencia sino en la cooperación; en la democracia y la producción en relación a la  necesidad, no el lucro -pero también debemos construir organizaciones fuertes, democráticas y transparentes para que las voces de las gente estén representadas en todos los niveles de toma de decisiones.

Esto nos lleva a cómo aquellos de nosotros que estamos fuera de Bolivia y que deseamos un fundamental cambio social revolucionario podemos apoyar a los bolivianos que luchan por esta visión. Los argumentos esgrimidos por Lenin y Trotsky en la década de 1920 -que la naciente Unión Soviética no podría sobrevivir sin la ayuda de un país igualmente revolucionario, pero más avanzado, como Alemania, y podría degenerar rápidamente sin ayuda externa – ofrecen una analogía aproximada a la situación en Bolivia. La mejor forma de solidaridad que podemos mostrar a los bolivianos que continúan luchando por el Buen Vivir es forjar un poderoso movimiento de resistencia a nuestros propios líderes, en los Estados Unidos y en otros lugares. También debemos tratar de imitar el ejemplo de Bolivia buscando liberarnos del capitalismo y la libertad de decidir nuestro propio futuro, de manera colectiva y democrática, a veces a través de levantamientos de masas en contra de nuestros gobiernos.

“No podemos depositar nuestras esperanzas por un futuro mejor en las manos del gobierno,” Olivera dice, resumiendo las lecciones de la guerra del agua en Bolivia. “Aquello que la gente quiere y necesita para su futuro y la forma de alcanzarlo debe ser decidido y gestionado por la gente. Viene de abajo y afuera; no debería ser del dominio de los que se sientan arriba y al interior del aparato estatal. Como el agua, este proceso trascendental  de mantenimiento de la vida debe ser transparente y en movimiento.”

MARCELA OLIVERA

Marcela Olivera es una organizadora basada en Cochabamba, Bolivia. Después de graduarse de la universidad católica de la ciudad de Cochabamba, Bolivia,  Desde hace varios años ha estado apoyando en la consolidación y desarrollo de una red interamericana para la defensa del agua llamada Red VIDA.

CHRIS WILLIAMS

Chris Williams es un Activista medioambiental y autor de Ecología y Socialismo: soluciones para la Crisis Ecológica Capitalista. Preside el Departamento de Ciencias en el Packer Collegiate Institute y es profesor adjunto de la Universidad Pace en el Departamento de Ciencias Física y Química. Recientemente fue galardonado con la beca de la Libertad Cultural Lannan.

Publicado originalmente en ingles en: http://www.truth-out.org/news/item/28778-can-bolivia-shatter-the-vise-of-capitalism